Si hay un lugar de Alicante que haya cambiado en el siglo XX ese es el Raval Roig. Aunque cueste creer, hace solo unas pocas décadas donde hoy hay una sucesión de bloques de apartamentos había casas modestas y coloridas de pescadores.
Era un barrio de clase baja. El turismo aún era una palabra desconocida en el vocabulario alicantino y el valor del suelo frente al mar todavía no se había multiplicado. Hoy en día suena a otro planeta, pero efectivamente aquel lugar existió e incluso todavía quedan un par de recuerdos que así lo atestiguan.
El Raval Roig nació en la Edad Media y estuvo habitado por los judíos de Alicante
Historia del barrio
Los orígenes del barrio, como su nombre indica, datan de la Edad Media. Los ravals (arrabales en castellano) eran aquellas zonas residenciales que quedaban fuera de las murallas de las ciudades. Hacia el final del medievo estas construcciones se hicieron bastante habituales. La amenaza de guerra descendía conforme avanzaba la Reconquista contra el cada vez más pequeño califato de Al-Andalus. Las poblaciones crecían y las familias se atrevían a residir fuera del recinto amurallado.
Normalmente estos arrabales acogían a la población judía. Aunque algunas fuentes apuntan a que en Alicante también ocurrió así, lo cierto es que esto no duró mucho tiempo pues su presencia en nuestra ciudad fue bastante escasa. Más aún con su expulsión de España decretada por los Reyes Católicos en el siglo XV. Así pues, por su evidente cercanía con el mar, se convirtió en un barrio de pescadores.
Los Templarios
Al igual que en Villajoyosa y otros pueblos pesqueros de la zona, las casas del barrio estaban pintadas de distintos colores. En muchas de ellas primaban tonos rojizos, más aún cuando el sol del amanecer salía del Postiguet para acariciarlas con sus rayos mañaneros. De ahí viene el nombre de ‘Roig’, el color predominante que los pescadores veían en el barrio mientras faenaban en la playa.
Así se mantuvo el Raval Roig durante siglos, creciendo poco a poco y con muy contados cambios. Se dice que en la Edad Media la orden de Los Templarios tenía por aquí un lugar de reunión. Cuando dicha misteriosa congregación militar fuera disuelta, unos frailes agustinos convirtieron aquella casa en una ermita hacia el siglo XVI dedicada a la Virgen del Socorro. Aún se denomina así la calle donde se ubicaba aquel templo.
En la calle Madrid aún quedan unas pocas casas del barrio tradicional
Casas de la calle Madrid
Sin embargo, ni los agustinos ni los pescadores pudieron imaginar que en los años 60 del siglo XX llegaría algo denominado ‘boom turístico’ que arrasaría con todo el barrio.
Las casas tradicionales fueron demolidas para dar paso a los bloques de apartamentos. Donde antes se tendían las redes de pesca para secarlas al sol, ahora se ponían carteles anunciando la venta o el alquiler de pisos. Incluso la citada ermita medieval fue destruida para construir un parking. En unos pocos años, todo cambió. Llámenle progreso, llámenle barbarie. Pero todo cambió.
¿Todo? No. Lo cierto es que aún quedaron en pie unas pocas casas. Medio escondidas en la estrecha calle Madrid (cáptese la ironía del hecho) estas viviendas todavía resisten hoy en día al turismo de masas y apartamentos. Una pequeña burbuja de lo que el Raval Roig fue. Una visita muy recomendada a cualquier turista o alicantino que aún no las conozca.
El viernes 6 se celebra la guerra de agua conocida como ‘la Poalá’
Fiestas tradicionales
¿Son estas pocas bonitas y coloreadas casas el último testigo del antiguo barrio? La respuesta vuelve a ser negativa. Porque todos los meses de septiembre los vecinos recuperan una tradición que naciera de aquellos pescadores que lo habitaban en el siglo XIX.
Hablamos de las fiestas del Raval Roig, las más antiguas de Alicante ciudad (sin contar los Moros de Villafranqueza-El Palamó). Nacieron hace más de 150 años para venerar a las dos patronas del barrio y pedirles buena pesca: la Virgen del Socorro y la Virgen de la Lluç.
Quizás el momento más esperado por muchos sea la Poalá, una divertidísima guerra vecinal de cubos de agua en plena calle que este año se celebrará el viernes 6. Al día siguiente está programada la cucaña de mar, un curioso concurso que consiste en andar descalzo por encima de un tronco pringado de jabón para que resbale sobre el agua del Postiguet. Las fiestas concluyen con la procesión a la Virgen del Socorro y el posterior pasacalles del domingo 8.
Tampoco pueden perderse los curiosos adornos (normalmente de temática marítima) con los que los vecinos embellecen las calles y el ‘panquemao’, una sabrosa toña típica del barrio.
Tantos siglos después el Raval Roig sigue manteniendo su esencia, aunque solo sea en una calle o en una semana al año. Un barrio imprescindible en la historia de Alicante, y que aún lo debe seguir siendo en el futuro.