En la provincia de Alicante residen casi 337.000 extranjeros, según el último censo realizado en 2017. Es la tercera en España en número de inmigrantes, solo superada por Madrid y Barcelona. Si nos vamos a porcentajes, tan solo Almería y Gerona cuentan con una proporción mayor de foráneos entre sus habitantes de la que tenemos en la Costa Blanca (19,06 %).
¿Por qué tantos inmigrantes han elegido nuestra tierra para probar mejor fortuna? ¿Cómo les ha ido? ¿Qué tal les hemos tratado? ¿Están contentos con su decisión? ¿Se plantean volver a su hogar?
En este periódico hemos querido indagar en la vida del inmigrante alicantino, a través de cuatro entrevistas a una rumana, un cubano, un matrimonio de venezolanos y un marroquí. Esto es lo que nos han contado.
Dana
Nació un 14 de marzo de 1984 en Timosoara, la tercera ciudad más grande de Rumanía. Daniela Plscan, más conocida como Dana, se crió allí con sus padres y sus dos hermanos.
“El sueldo de albañil de mi padre apenas le daba para mantenernos a los cinco. Un vecino le habló de la posibilidad de mudarse a España, porque tenía un cuñado allí. Le prometieron un empleo en Valencia, así que se marchó él solo con la intención de trabajar algún tiempo y mandarnos dinero. Tuvimos que pedir varios préstamos bancarios para poder costear aquel viaje”.
Era la Nochevieja del año 2000 cuando el padre de Dana llegó a Valencia, pero se encontró con una desagradable sorpresa: nadie apareció a esperarle. Sin hablar el idioma ni saber qué hacer, se subió de nuevo al autobús y siguió hasta Alicante. “Pensó que quizás en alguna iglesia le podrían ayudar. Se bajó en cuanto vio una, en San Juan. Aquí el cura le acogió para que no se quedase en la calle” nos cuenta su hija.
De adolescente a madre
En esos años Rumanía aún no pertenecía a la Unión Europea, por lo que su padre necesitaba conseguir papeles; los primeros meses fueron muy duros: “Hizo varios trabajos en negro. Afortunadamente por aquella época había mucha demanda de profesionales de la construcción. Al final logró regularizar su situación y un sueldo digno, así que nos propuso mudarnos a España y compró una casa”.
Como en tantos otros casos, lo que iba a ser una solución provisional para ganar un poco de dinero se acabó convirtiendo en toda una mudanza internacional. Por aquel entonces Dana tan solo tenía 17 años. “Llegué en verano, y en septiembre ya tenía que empezar las clases de segundo de bachiller en el IES Miguel Hernández de Alicante. No sabía nada de español, solo logré aprobar inglés y matemáticas”.
Sin haber terminado la secundaria por un solo curso, Dana acabó optando por ponerse a trabajar limpiando empresas y casas. “Recuerdo que al principio mucha gente me preguntaba si en Rumanía también teníamos lavadoras o lavavajillas. Yo no sabía con qué cara mirarles” recuerda entre risas.
Hoy en día ella vive en San Vicente del Raspeig con su marido y sus dos hijos: Raúl y Nuria. “Al par de años de venir a España conseguí traerme a mi novio de la adolescencia. Nos hemos casado este mismo año” nos cuenta sonriente.
Mejor vida
Dana sigue trabajando limpiando hogares, y su marido trabaja de jardinero. “Yo recuerdo que mis padres en Rumanía no podían comprarnos muchas cosas. A veces mis hermanos y yo teníamos que esperar muchos meses para tener zapatos nuevos, material escolar, juguetes, etc. Yo ahora en España sí puedo darles una vida mejor a mis hijos. Ellos se han criado totalmente aquí, incluso les cuesta más hablar rumano que español. A veces llegamos a mezclar los idiomas sin darnos cuenta” nos relata.
Álex
Alejandro Cardoso nunca tuvo problemas con el idioma pues nació en La Habana un 23 de septiembre de 1967. Siendo joven estudió Derecho en su ciudad natal y disfrutaba de un buen trabajo como fotoreportero en un periódico denominado ‘Galicia en el mundo’, dirigido a la numerosa comunidad gallega que residía en Cuba ya que, recordemos, en otras épocas éramos los españoles quienes nos veíamos obligados a inmigrar.
La caída de la Unión Soviética lo cambió todo. El petróleo ruso dejó de llegar a Cuba y el régimen castrista sufrió un enorme retroceso económico. Aquellos negros años en la isla son conocidos como ‘el Periodo Especial’, produciéndose numerosas muertes y enfermedades propiciadas por la malnutrición. “Yo ganaba un buen sueldo, pero no me lo podía gastar. El dinero no servía de nada, no había qué comprar. Era una economía de guerra en tiempos de paz” nos relata Álex.
Entonces se le apareció la oportunidad de escapar de aquella drástica situación. “Gracias a mi trabajo ya había hecho algunos viajes a Galicia. Yo sentía la necesidad de salir de Cuba y la opción fácil era aprovechar uno de los viajes oficiales del periódico para huir y quedarme en España. Pero preferí ahorrar y costearme yo el avión, pues sabía que lo otro podía traer problemas a mis compañeros. Tardé años, hasta 1996 no logré venirme aquí” nos cuenta el cubano.
«Llegué a España sin papeles y acabé aprobando una oposición. Hoy en día soy funcionario español» Alejandro
De indocumentado a funcionario
El joven habanero se instaló en Pontevedra y trabajó de comercial para varias empresas. “No tenía ni papeles ni me homologaban el título de Derecho. Empecé de cero. España era un país muy diferente en algunas cosas; me costó muchísimo acostumbrarme al frío de Galicia”.
Alejandro también vivió una anécdota muy curiosa; por ironías de la vida su primer jefe español se llamaba Fidel Castro. “En aquella época aún no habían móviles y muchas veces tenía que pedir un teléfono prestado para llamarle. La gente a veces se quedaba alucinada cuando me escuchaban llamar a su secretaría y pedirle que me pusiera con Fidel Castro. Alguno pensaba que yo era un espía de la Revolución” nos cuenta riéndose.
El cubano conoció a una gallega con la que se casó y tuvo a su hija Marta. “Cambié de trabajo un par de veces. También me dediqué durante un tiempo a fabricar muebles de diseño. Al final opté por buscar algo más estable, y me presenté a una oposición para trabajar en Aduanas” nos relata.
Finalmente acabó consiguiendo una plaza en Alicante. “Yo mismo pedí este destino, había hecho las prácticas de navegación por aquí y me gustó mucho esta zona”. En la actualidad Alejandro Cardozo está perfectamente integrado en la vida alicantina, y compagina su trabajo con otros hobbies como la escritura (recientemente publicó su libro ‘Relatos aciagos de la calle‘) o su participación en grupos teatrales.
«Estábamos hartos de pasar miedo y hambre en Venezuela. La situación era insostenible» Bárbara
Bárbara y Antonino
Circunstancias parecidas a las de Alejandro, aunque más de dos décadas después en el tiempo, son las que empujaron a Antonino Croce y a Bárbara Bolívar a abandonar su Venezuela natal. Ellos están casados, tienen 32 años, son músicos de profesión y llegaron a Alicante en 2017.
“Estábamos hartos de pasar hambre y estábamos cansados de vivir con miedo. El dinero se devalúa continuamente y apenas llega para comprar nada. Por la noche no puedes salir de casa en Caracas. Si vas conduciendo, ni paras el coche en un semáforo en rojo por temor a ser asaltado. Llegó un momento en que aquello se volvió insostenible” nos cuenta Bárbara.
Más de 300.000 personas han llegado a España desde Venezuela en los últimos cuatro años
Ellos dos forman parte del inmenso éxodo venezolano que desde hace años escapa de la hambruna y violencia de la dictadura de Nicolás Maduro. Cada día centenares de personas abandonan las fronteras de Venezuela. Desde 2016 la cifra ya ha superado los 4 millones y, de todos ellos, aproximadamente unos 300.000 han venido a España.
«En Venezuela nos dedicábamos solo a la música. Aquí tuvimos que buscarnos otros trabajos para sobrevivir» Antonino
Músicos, a pesar de todo
En el siglo XX Italia fue otro de los países europeos que más inmigrantes exportó a Sudamérica, razón por la que parte de la familia paterna de Antonino es italiana. “Esto me facilitó poder emigrar legalmente a Sicilia en 2017. Estuve varios meses viviendo allí, pero no encontré nada de trabajo. No hablaba italiano y eso me puso las cosas difíciles. Entonces un antiguo miembro de la orquesta que yo dirigía en Caracas, el músico que tocaba el oboe, me dijo que había inmigrado a Alicante y me ofreció una habitación en su casa”.
Antonino tuvo más suerte en España y logró varios empleos que le permitieron acumular sus primeros ahorros. Al fin, unos meses más tarde, pudo alquilar un piso propio y traerse a su novia Bárbara hasta Alicante; poco más tarde se casaron. “Yo ya tenía la ciudadanía europea al ser venezolano-italiano, pero necesitábamos regularizar la situación de ella” nos explica el músico.
La vida de este matrimonio de músicos ha dado un giro de 360º desde que abandonaron su país. “Fue difícil acostumbrarnos a empleos que no tienen nada que ver con la música. Nos ofrecían muchos trabajos en la hostelería, pero nosotros no tenemos ninguna formación en eso. Yo ahora estoy en una empresa de alquiler de coches y mi esposa ha hecho de canguro. En Venezuela sí nos dedicábamos íntegramente a la música, teníamos dos o tres empleos, el problema es que los sueldos no nos alcanzaban ni para comida” nos comenta Antonino.
Volver a lo suyo
Afortunadamente ahora ya están consiguiendo volver a vivir de lo que realmente les gusta. Ellos han formado el Dúo Somaris, con Antonino a la guitarra y Bárbara a la voz. “Ya nos contratan todos los meses mínimo para un par de actuaciones, damos clases en escuelas y también a particulares. Estamos volviendo a sentirnos músicos” se felicitan.
El pasado mes de septiembre, de hecho, el Dúo Somaris participó en el concierto Venezuelan Fusion que se celebró en el local Feelings del Puerto de Alicante, un encuentro de venezolanos emigrados que se juntaron para tocar música de su país.
Otman
Otman Amesnaou es lo que se conoce como un ‘inmigrante de segunda generación’. Él nació en Tánger un 7 de agosto de 1994, pero siendo aún un bebé su familia abandonó Marruecos. “Yo ya realicé todos mis estudios en España, desde el parvulario. Solo he vuelto a mi ciudad natal en verano”.
Su padre es de profesión albañil y llegó en 1990 a España en busca de un empleo mejor pagado que le permitiera enviar más dinero a su mujer y sus cuatro retoños. Estuvieron así varios años pero cuando nació Otman, el quinto hijo, tomaron la decisión familiar de mudarse todos definitivamente a Alicante.
“Vinimos a esta zona porque teníamos ya una tía viviendo aquí. Desde el principio mi padre consiguió papeles, pues una empresa le quiso hacer un contrato laboral y le ayudó a arreglar su situación. Con la crisis económica quebró y nos llegamos a plantear volver a Marruecos. Al final mi padre se mudó a Madrid y desde allí logró hacer varios trabajos para mantenernos a todos. A día de hoy ya ha conseguido cotizar lo suficiente y el pasado septiembre se pudo jubilar” nos cuenta orgullosamente Otman.
«Aunque nos fuimos de Marruecos hace 25 años, en mi familia todos seguimos siendo musulmanes practicantes» Otman
Ser musulmán en España
A pesar de que la familia Amesnaou lleva más de dos décadas en España, continúan manteniendo muchas de sus costumbres marroquís. “Seguimos siendo todos musulmanes practicantes; mis padres, mis cuatro hermanos y yo. Quizás con el tiempo los más jóvenes hemos aflojado un poco, aunque a mi hermana la pasó justo al contrario. Ella no había llevado velo nunca y decidió ponérselo a los 18 años” nos explica Otman.
El menor de los cinco hermanos reconoce que él es quien tuvo más fácil adaptarse. “Al haberme criado totalmente en España he tenido mucha más facilidad para aprender el idioma. También es cierto que soy quien peor habla árabe de toda mi familia” nos indica.
Otman realizó todos sus estudios en España y actualmente trabaja en dirección digital y campañas de marketing para diferentes empresas.
Ninguno de los entrevistados considera que España sea un país racista
Xenofobia
Los cinco inmigrantes entrevistados coinciden en considerar que España no es un país racista. De hecho ninguno recuerda haber sufrido un caso grave de xenofobia, y en general se muestran muy agradecidos por la grata acogida que han recibido por parte de los alicantinos.
«Cuando yo llegué a España los rumanos sufríamos una mala fama que hoy ya apenas existe» Dana
No obstante, sí señalan haber vivido algunos episodios algo desagradables. “En una ocasión estaba hablando por teléfono con una mujer para limpiar su casa y prácticamente ya me había contratado, incluso estábamos determinando cuando iba a empezar a trabajar, hasta que se me ocurrió decirle que era rumana, entonces me preguntó si planeaba robarle su casa y me colgó de golpe, me quedé petrificada. Afortunadamente creo que hoy en día los rumanos ya nos hemos quitado esa mala fama” nos cuenta Dana.
“Cuando llegué a Aduanas, una persona me increpó porque consideraba que le había quitado la plaza a un español. Aquello me dolió mucho, porque yo no había hecho ninguna trampa ni sobornado a nadie, me costó mucho aprobar aquella oposición. Luego, cuando me conoció mejor, se dio cuenta que trabajaba bien y me pidió disculpas. Hoy en día somos amigos” nos relata Alejandro.
“A veces cuando me escuchan hablar con acento sudamericano he sentido que me descartaban para algún trabajo, sobre todo si es de cara al público” añade Antonino. Por otro lado añade Otman: “Mi hermana tuvo algunos problemas por llevar velo. Trabajaba en una clínica dental y, dependiendo del dentista que estuviera, le dejaba ponérselo o le obligaba a quitárselo”.
«Después de tanto tiempo fuera, no puedo evitar sentirme un extraño cuando regreso a Cuba» Alejandro
El punto de no retorno
Lo cierto es que todos los protagonistas de este reportaje coinciden en algo: su futuro está en España. “Mi hija se ha criado aquí. Tengo mi trabajo y muchos buenos amigos, y quizás cuando me jubilé vuelva a Cuba a pasar temporadas, pero allí me encuentro ya un poco desubicado. Estoy muy a gusto viviendo en España y no me veo en otro lugar. Siempre estaré muy agradecido a este país” nos asegura Alejandro. “En Marruecos no tienes asegurados algunos derechos que aquí consideramos básicos, como la sanidad o la escolaridad. Yo no me planteo regresar. En mi familia le debemos mucho a España” nos señala Otman.
«La economía de Rumanía ha progresado mucho, pero llevo tantos años en España que ya no me planteo regresar» Dana
“Hoy en día Rumanía ha progresado mucho, se puede ganar un buen sueldo y tener un nivel de vida. Sin embargo, ya estamos asentados en España. Mis hijos tienen el colegio aquí. Han pasado demasiados años. Yo cuando vuelvo a mi país natal, ya me siento una extraña” nos admite Dana.
“La gente en Alicante ha sido muy generosa con nosotros. Por supuesto que extraño mi patria. El problema es que incluso aunque mañana milagrosamente cayera el régimen, Venezuela está tan destrozada que pueden pasar muchos años hasta se recupere. Nuestros amigos tampoco viven ya allá. Es duro decirlo, pero añoramos un país que ya no existe” sentencia Bárbara.