Entrevista > Yacine Qasmi / Delantero del Elche CF (Pontoise, Francia, 3-enero-1991)
Familiar, modesto, crítico, confiado y reflexivo. Todo eso, además de un formidable delantero, es Yacine Qasmi, que, tras un inicio deslumbrante en el mundo del fútbol –fue niño prodigio de la cantera del PSG–, asumió sin buscar excusas ni culpables que debía dar pasos atrás para reinventarse y recuperar la ambición y el brillo.
Trotamundos del fútbol modesto, Yacine confió siempre en sus cualidades, mantuvo la exigencia y fue probando suerte de norte a sur hasta encontrar un ecosistema donde echar raíces. En Elche, por fin, parece haber hallado su destino.
¿Cómo llegó el fútbol a su vida?
Como a la de todos los niños. No había antecedentes en mi familia, pero en los recreos siempre estaba detrás de la pelota. A los nueve años me vio el PSG en un torneo y me ofreció la posibilidad de irme con ellos. A esa edad no lo valoras mucho y no piensas en poder llegar a profesional.
¿Cómo se lo tomaron sus padres?
Dudaron, porque había que estudiar. También por los viajes. Estábamos a 30 minutos del campo de entrenamiento y no era fácil llevarme y traerme. Pero querían lo mejor para mí y allí nos fuimos. En el PSG estuve desde los 9 a los 21 años.
¿Qué jugador era su ídolo en aquella época?
El mejor para mí ha sido Ronaldo, pero el brasileño. Era el delantero tipo que todo el mundo quiere ser. Potente, rápido, con regate y gol. Una barbaridad.
¿Y siempre ejerció de ‘9’?
Bueno, también jugué de media punta, pero de los antiguos, de los que no se movían y pedían el balón al pie. Ahora, en el fútbol moderno, no podría jugar ahí. Me pasaron a delantero centro porque un día un compañero se lesionó y se me dio bien ya que marqué un montón de goles.
Usted nació en Francia y se crio en París, pero a la hora de jugar siempre le tiró más Marruecos, la patria de sus padres. ¿Por qué?
Los dos países son parte de mi identidad. Estoy encantado de tener relación con los dos, pero Marruecos siempre mostró más de interés por contar conmigo. La relación con Marruecos nunca se cortó, porque en verano siempre iba con mis padres de vacaciones a ver a la familia.
¿Qué recuerdos tiene de esas travesías por la península en coche?
Salíamos de París y recorríamos casi toda España. Parábamos en Almería, porque era una ciudad que le gustaba mucho a mi padre. Me acuerdo que le gustaba la comida. Yo tenía facilidad, gracias a los estudios, para entender y hablar el idioma.
Sería todo un personaje en Marruecos, tan jovencito y ya en el PSG
La familia sabía cómo me iban las cosas. Aunque mi entorno siempre me intentó proteger para que no pensara que con 15 años ya lo tenía todo hecho.
Tuvo que ser un alucinante para un niño entrar en un club como el PSG.
El PSG ya era otro mundo en aquella época. Lo que pasa es que ahora, tras el cambio de dueños, es otra galaxia. Llegué a debutar con el primer equipo en la Copa de la UEFA y a compartir vestuario con jugadores como Makelelè, Nené, Giuly, Kezman o Areola, que era mi portero en el filial.
¿Cómo llevaron sus padres eso de ganar un futbolista y perder un hijo?
Ojalá todos pudieran tener unos padres como los que yo tengo. En mi casa, el castigo era fácil: si no estudias, no juegas. Me acuerdo un día que le dijeron al entrenador que no me convocara porque no estaban contentos con mis notas. Mi padre le dijo que el fútbol era secundario, que lo primero era estudiar.
Eso me ha hizo espabilar. Luego, llegó un momento en que mi padre, cuando vio mi formación, me dijo que ya podía pensar solo en fútbol. Mi madre lo llevaba peor. Dice que no me vio crecer.
¿Por qué?
A partir de los 14 años dormía en la academia del PSG. Se hace jodido porque te pierdes muchas cosas de la familia, pero también es algo que te hace madurar.
¿Qué habría sido de Yacine sin el fútbol?
No lo sé, es algo que aún estoy pensando. No sé qué habría hecho. He estudiado contabilidad y administración de empresas. Supongo que algo de eso. Aún estoy a tiempo de averiguarlo. Se me hizo difícil en su momento compaginar estudios y fútbol porque no quedaba tiempo para mí.
«Lo peor que le puede pasar a un futbolista es caer en la rutina»
Volvamos al fútbol. ¿Por qué no triunfó en París?
Porque cuando debutas, caes en la rutina, que es lo peor que le puede pasar a un futbolista. Ves normal estar y convivir con jugadores de primer nivel, cuando la realidad es que no lo es. Te crees que, con llegar ya está, pero lo difícil es mantenerse.
Te ves con Makelelè o con Giuly y crees que ya eres uno más de ellos porque te cambias al lado y te hacen bromas, pero la realidad es que llevan 20 años en la cima y tú acabas de asomarte. Ellos pueden tener dos entrenamientos malos y no pasa nada, pero tú no. La verdad es que fui yo el que se quedó parado.
«Si he tardado en llegar al fútbol profesional ha sido por culpa mía»
¿No estuvo al nivel que exigía ese club?
Hay que decir las cosas como son. Yo no di todo lo que tenía. No sé si por juventud o por otras cosas, pero fue culpa mía. Cuando subes todos los escalones del club, desde niño a profesional, crees que ya has llegado. Y no es así. Porque hay que seguir demostrando cosas siempre. Cuando me di cuenta, ya era tarde y se había acabado la temporada. Dudaron de mi rendimiento y me dejaron marchar.
Salió del PSG con la vitola de promesa, pero no le fue bien. ¿Qué pasó?
Quería seguir jugando en Primera. Debí haber dado un paso atrás para coger impulso, pero di uno al lado y no salió bien. Me fui al Stade Rennes. El entrenador me ponía de extremo, de lateral derecho… Eso ya lo dice todo.
No le echo la culpa. Al final, el entrenador busca lo ideal para su forma de juego. No me va a dejar en la grada si piensa que puedo serle útil. Hay que respetar su decisión, aunque sea dolorosa.
¿Cómo vivió esa situación de pasar de ser una promesa a un olvidado?
Te hace madurar, porque, además, era mi primera experiencia lejos de casa. Aprendí a vivir solo, a hacer la compra, a cocinar. Gracias eso, y a que hice unos buenos amigos en la plantilla, se me hizo todo menos duro. Cuando intenté salir del Rennes no quedaban muchas puertas abiertas, porque los clubes que me querían un año antes ya no me querían por haberlos rechazado. El fútbol es muy rencoroso.
Y aparece entonces la vía de España.
Mi agente me habla de la posibilidad de jugar en el filial del Getafe y acepto, aunque me dicen que debo pasar una prueba en un amistoso, algo que no me gusta. No me parece justo juzgar a un jugador por media hora en la que pueden influir desde tener un mal día a que los compañeros no te entiendan cómo juegas. La verdad es que fue una experiencia curiosa.
¿Qué pasó?
Llegué un jueves, pensando que el amistoso era el viernes. En el aeropuerto me dicen que el partido es esa misma tarde. Yo estaba recién llegado y casi sin entrenar. Cuando llego al vestuario veo que soy suplente. Entré en el minuto 25 y metí tres goles, pero el entrenador me quitó.
Me dijo que volvería a salir al final y le dije que no, que ya sabía quién era y lo que podía hacer. Le comenté a mi representante que o firmaba o me iba a casa. Ellos me ofrecieron jugar otro amistoso y yo les dije que me marchaba. ‘Buscad a otro jugador, que hay 50 millones por ahí’, le comenté al entrenador. Y cuando estaba ya en París me llamaron para que firmara el contrato.
Gijón, Sestao, Alcoy, Mérida y Melilla. ¿Por qué tantos equipos?
Nunca he querido atarme a la Segunda B. Siempre firmé un año. Si estás bien, te van a querer renovar y si el equipo no rinde, siempre puedes irte a otro sitio. Así puedes elegir entre quedarte y marcharte.
Siempre habla maravillas de su etapa en Melilla.
Me sentí muy cómodo en todos los aspectos. Apostaron por mí cuando solo había hecho cuatro goles el año anterior. Era uno de los pilares del equipo. Luego, el final no fue el que quería.
«En Melilla me pusieron una etiqueta con el precio y me sentí un trozo de carne»
Parecía una operación feliz para las tres partes, ¿qué pasó?
Hice un esfuerzo grande por renovar con ellos, cobrando menos de lo que me ofrecían otros clubes. Cuando llegó el mercado de invierno me dijeron que tenían que venderme, me sentí como un trozo de carne al que le ponen una etiqueta de 300.000 euros en la cara.
Pero no le ha ido mal.
Me ha ido de lujo, porque he caído en el Elche, pero esperaba un trato más humano y personal. La historia que se contó allí no es la verdad. Mi padre dice que hay que ser siempre agradecido. Ellos apostaron por mí y yo les dejé 300.000 euros en la caja.
¿Es verdad que tuvo muchas dudas cuando recibió la llamada del Elche?
Las tuve. Primero, por cómo me iban las cosas en Melilla y por la situación del Elche, que no era buena. ¿Y si bajaba a Segunda B de nuevo? Y, sobre todo, porque era mi primera experiencia en Segunda, a la que llegaba en invierno y con el tren en marcha. Pasas de jugar con el Sanluqueño a hacerlo en Oviedo. Uno duda de si está capacitado para dar el salto a un nivel superior en esas condiciones.
Pues tenía usted bastantes más dudas en Yacine que los demás.
Puede ser. Cuando llegué noté enseguida la confianza del director deportivo y del entrenador. No me miraron como un jugador de Segunda B. No es que tuviera complejo, pero sí he visto cosas y a veces se deprecia al que viene de una categoría inferior. Pero en este club se mira la calidad deportiva y la humana, van a la par. Me dijeron que venía a ser titular si me lo ganaba. No había jugador de Segunda o de Segunda B. Y eso me quitó las dudas.
La realidad es que encajó como un guante.
Desde que me fueron a recoger me sentí cómodo y en otro mundo, sin querer faltarle el respeto a nadie. El Elche cumple con los jugadores y nosotros se lo tenemos que devolver. Hay que ser agradecido y, si ves que el club va de frente, tienes que darlo todo en el césped. Si puede ser con goles bien y si no, con trabajo.
«En mi cabeza está el objetivo de disfrutar de este club en Primera»
¿Qué reto le gustaría lograr en el Elche?
Que el club rememore su famosa etapa en Primera conmigo en el equipo y que pueda disfrutarlo. Es un objetivo que está en mi cabeza, no lo puedo negar. Tardará más o menos tiempo, pero ese objetivo está.