Entrevista > Cristina Miranda / Presidenta de Integra (Antequera, Málaga, 24-julio-1967)
La Marina Baixa es un lugar en el que cualquier conversación está llena de acentos. Desde el autóctono valenciano hasta el de aquellos que llegaron de otros países y se expresan en nuestra lengua de una manera que hace evidente sus lejanos orígenes. Todo ello, por supuesto, salpicado por los dejes de todas las regiones de España.
Son gente, casi todos, que han hecho de esta tierra la suya y que se han involucrado hasta la médula en su vida civil y asociativa. Ese es, también, el caso de Cristina Miranda, a la que su acento malagueño delata a las primeras de cambio; pero que lleva ya años al frente de la Asociación Integra, una agrupación de familiares de personas con discapacidad que trabaja en el ámbito comarcal y que en este 2020 comienza su segunda década de existencia.
En 2019 cumplieron su décimo aniversario. Remontémonos a los orígenes. ¿Por qué deciden poner en marcha esta asociación?
Por la falta de unas terapias adecuadas a nuestros hijos. Empezamos enfocados a niños con autismo y nos agrupamos para buscar una serie de terapias que se salieran del ‘círculo, cuadrado y triángulo’ de aquella época. Trabajamos en cuestiones como la comunicación o la autonomía; algo mucho más importante para su desarrollo.
Diez años después, trabajan en el ámbito comarcal y han ampliado su campo de trabajo a otras discapacidades.
Hemos visto que, con los mismos medios, podíamos abarcar otras necesidades especiales como síndrome de Down, trastornos genéticos… En definitiva, toda esta serie de niños que necesitan una atención especial para su desarrollo.
A día de hoy, ¿cuáles son sus principales áreas de trabajo?
En el día a día trabajamos mucho todo lo relacionado con la estimulación y la logopedia. Esas son las bases. Desde el año pasado, además, hemos conseguido poner en marcha el proyecto de integración sensorial. Eso ha requerido la llegada de una terapeuta ocupacional y, sobre todo, un cambio de local ya que necesitábamos una sala más grande.
¿Es complicado ofertar estas actividades con sus recursos?
La mayoría son deficitarias. En concreto, la terapia de integración sensorial está subvencionada por la asociación consiguiendo que los padres, en lugar de pagar 25 euros, paguen 15 euros. Nosotros siempre les decimos a las familias: ‘mira, hay para subvencionar hasta esta cantidad’.
Sucede lo mismo con la natación terapéutica, ya que no se puede trabajar en grupo, sino que tienen que ser sesiones individuales, lo que encarece mucho cualquier actividad.
¿Se sienten bien tratados y ayudados desde las administraciones públicas?
(Ríe) Esa es la pregunta del millón. A nivel local, he de decir que sí. De los ayuntamientos de la comarca hay cuatro que se han implicado mucho como son los de l’Alfàs del Pi, Polop, La Nucía y Altea. Hemos firmado convenio con cada uno de ellos.
A nivel de Diputación, Conselleria o del Estado hay unas carencias tremendas. Siempre nos dicen que tenemos la dependencia, que es una ayuda que se da para pagar a un cuidador, pero con lo que se le da a cada niño no da para afrontar ese gasto.
«Creo que las ayudas sociales están hoy en día muy enfocadas para lo que sale en la televisión»
¿No cuentan con ayudas más específicas para su ámbito de trabajo?
Creo que las ayudas sociales están hoy en día muy enfocadas para lo que sale en la televisión. Para lo que es noticia. Nosotros no tenemos tiempo ni para manifestarnos. Imagínate: si hacemos una manifestación, ¿cómo te dejas a los niños en casa? ¿cómo te los vas a llevar, con todo lo que eso implica? Al final, parece que no existimos.
«Cuando los niños salen del colegio, no tienen ningún sitio donde ir. Vuelven a casa y se les trunca la vida»
¿Cuál es el mayor problema al que se enfrentan?
Las necesidades de las personas con discapacidad están más o menos cubiertas hasta que termina la edad escolar. Desde ese momento, es un vacío tremendo. Cuando los niños salen del colegio, no tienen ningún sitio donde ir. Vuelven a casa y se les trunca la vida. A ellos y a las familias. Cuando vamos, por ejemplo, a la Diputación, nos dicen que los padres nos tenemos que mover.
¿Está concienciado el mundo empresarial para dar salida laboral a personas discapacitadas tras el final de su escolarización?
En los colegios se hacen formaciones con empresas privadas y públicas. Creo que la empresa privada no puede cargar con todo. Nos pongamos como nos pongamos, nuestros hijos no rinden como otra persona y, por lo tanto, acaban siendo actividades deficitarias que dependen de las ayudas públicas.
Si tuviera que hacer una lista de los tres principales logros conseguidos en los diez años de existencia de Integra, ¿cuáles serían?
El primero, sin duda, seguir a flote. Eso lo hemos conseguido gracias a la ayuda de muchas entidades y personas. En segundo lugar, el voluntariado. La escuela de verano funciona porque tenemos voluntarios que se hacen cargo de ella. Por último, también destaco que todo lo que nos hemos ido planteando desde la Junta Directiva lo hemos ido consiguiendo.
Quiero hacerle una pregunta sobre palabras y en relación a algo que ha dejado caer antes, que es la invisibilidad de su problema en los medios. ¿Considera tan importante la lucha actual por usar términos como ‘diversidad funcional’ en lugar de ‘discapacitados’?
Es una batalla inútil. Lo veo como algo contraproducente. Hablar de diversidad funcional da la sensación de que el problema es menor. Es una banalización. La discapacidad se puede ver como una capacidad menor, pero también como una capacidad distinta. Yo soy madre de dos personas con discapacidad y no me ofendo por ello.
«Ahora para cualquier ayuda tenemos que hacer un plan de igualdad, que no quiere decir otra cosa que poner en todos los sitios ‘los niños y las niñas’»
Ha dejado clara su postura personal, pero ¿es un debate que exista dentro del colectivo?
¡Que va! Esto viene de los políticos, que ahora se les ha ocurrido y lo acaban metiendo en el discurso. Ahora, por ejemplo, para cualquier ayuda tenemos que hacer un plan de igualdad que no quiere decir otra cosa que poner en todos los sitios ‘los niños y las niñas’.
Al final, las cosas importantes del discurso se pierden porque acaba aburriendo. Es algo que se sobreentiende. Yo soy mujer y no me ofendo cuando dicen ‘estos chicos’. Te lo digo de verdad: menos palabras y más trabajar.