Entrevista > Juanjo Saval / Psicólogo (Callosa d’en Sarrià, 20-febrero-1977)
La conciliación de la vida laboral y familiar es, cada vez más, una utopía prácticamente imposible de alcanzar para muchas familias. Padres y madres de toda condición se ven inmersos en horarios inabarcables que no les dejan más remedio que dejar a sus pequeños al cuidado de, en el mejor de los casos, abuelos y familiares o, en otros, apuntados a una larguísima lista de actividades extraescolares, que convierten sus ‘jornadas laborales’ en todavía más largas e intensas que las de sus progenitores.
Todo ello, en un mundo en el que la exigencia a la que se ven sometidos los niños en todos los ámbitos es cada vez mayor. A la vez, esa ausencia de tiempo compartido provoca que, en los pocos ratos que pueden pasar junto a sus hijos, los padres caigan en la sobreprotección de los suyos.
No hay respuestas sencillas
En definitiva, el caldo de cultivo perfecto para la aparición de problemas de conducta que, en muchos casos, no son más que la sintomatología de algo más simple: la incapacidad del menor de, sencillamente, entender qué ocurre a su alrededor y qué se espera de él en cada situación.
Juanjo Saval ha enfocado buena parte de su actividad como psicólogo a la atención a menores. Desde su experiencia, analiza cuáles son los principales retos a los que se enfrentan ellos y sus familias. Un tema muy complejo para el que no existen las respuestas sencillas.
¿Cuáles son los problemas que con más asiduidad se le presentan en la consulta?
Creo que se podrían dividir en dos grupos. Por un lado, los trastornos de neurodesarrollo, donde hablaríamos de hiperactividad, trastorno de autismo… y, por otro, los relacionados con la personalidad y la conducta. Aquí entramos en el terreno, en la primera infancia, de los problemas como la falta de relación con otros niños, las típicas rabietas, etc. En la adolescencia nos encontramos con la falta de motivación y de adaptación del joven al sistema.
Cada vez nos cuesta más que los chavales se sientan motivados en los estudios o en las actividades que deben hacer en su día a día. Esto lleva a problemas paralelos en su conducta y su personalidad.
«Al niño se le impide aprender las habilidades que le permitirán afrontar las dificultades»
En un mundo dominado por la inmediatez, ¿qué parte de culpa tiene esa cultura de la falta de paciencia en esa deriva?
Creo que totalmente. Nos venden un sistema, sobre todo desde los medios de comunicación, en el que las cosas son sencillas. Primero, pasamos una infancia en la que se protege mucho al niño, cosa que no está mal, pero también le impide aprender las habilidades que le permitirán afrontar las dificultades, algo que es fundamental.
Esto se une a unos mensajes de que todo es fácil e inmediato. ¡Pierda 25 kilos en dos meses! ¡Aprenda inglés en unas semanas! Son mensajes que no reflejan la realidad. Las cosas requieren de un esfuerzo y de unas aptitudes personales para conseguirlo.
«Hemos envuelto a los niños en cierta protección y, a la vez, les exigimos. Es una contradicción»
¿Es la sobreprotección la responsable de esa falta de recursos?
Hemos envuelto a los niños en cierta protección y, a la vez, les exigimos. Es una contradicción. Les exigimos que aprueben, pero no les enseñamos unas actitudes adecuadas para ello.
Evidentemente, la casuística individual de cada caso es un mundo, pero ¿dónde está el límite entre la necesaria protección del menor y la sobreprotección?
Es una pregunta interesante y está planteada desde un punto de vista discutible. A veces leemos que los niños no están sobreprotegidos porque les exigimos mucho. Les apuntamos a barbaridades de actividades extraescolares, les pedimos que saquen buenas notas. Los tenemos, en ocasiones, trabajando más horas que un adulto.
Pero, en contrapartida, ante cualquier dificultad, nos damos cuenta que los papás tienden a que no le pase nada, a que no lo sienta, que no lo viva con intensidad. Es ahí donde no aprenden los recursos.
En definitiva, jóvenes que viven en una contradicción constante.
Leí en una ocasión un término que me gustó mucho: creamos ‘jóvenes botellas de cristal’. Rígidos por fuera y, a la vez, muy frágiles por dentro.
«Medir el fracaso desde el rendimiento escolar es un gran error. El colegio no es el mundo»
Lo que comenta me lleva al terreno de la sintaxis. ¿Tenemos miedo a la palabra ‘fracaso’? ¿Hemos dejado de verlo como una oportunidad para el aprendizaje a través de la frustración?
Es así. Para empezar, medir el fracaso desde el rendimiento escolar es un gran error. El colegio no es el mundo. Tengo la firme creencia de que todos los niños tienen talento y grandísimas capacidades. Lo que tenemos que crear es el medio en el que esto se pueda desarrollar. La educación es necesaria y fundamental en el desarrollo, pero ahí está el trabajo de los padres de entender que no es lo único para que el niño se sienta adaptado y con éxito.
Creo que muchos alumnos que nos hemos sentido con falta de adaptación cuando éramos niños, en otras áreas de nuestra vida lo hemos hecho mejor. Hay muchos ejemplos de gente que ha triunfado en la vida y en su infancia no estaba funcionando de forma regulada y normativa.
En la actualidad, lo más habitual es que tanto el padre como la madre trabajen fuera de casa y, por lo tanto, pasen menos horas con los niños que en generaciones anteriores. Cuando imparte charlas a padres, ¿nota que cada vez se ‘conocen menos’ y que no saben lidiar con ellos?
Es una cuestión súper interesante. Efectivamente, pasar tiempo y conectar con un niño es fundamental. Siempre tenemos en mente esa frase de que lo importante es el tiempo de calidad, pero la realidad no es así. Eso lleva a una educación excesivamente ‘directiva’ que carece de un buen contacto con el niño. Hay cosas que se hacen sólo con estar y no tanto con pensar en qué estamos haciendo en ese momento. Nuestros hijos nos necesitan ahí.
No me resisto a preguntarle por las nuevas tecnologías, tan demonizadas y señaladas como una de las causas de los grandes males de la juventud actual.
El ser humano es adaptativo y no podemos ir en contra de la realidad. Lo que tenemos que hacer es adaptarnos. La cuestión es saber cómo vamos a hacer esa adaptación. Por supuesto que a día de hoy hay grandes problemas que trabajamos en consulta debido a esa falta de adaptación, porque hay chavales que se pasan una cantidad de horas en redes sociales o videojuegos que se convierten en un problema, pero tampoco podemos tener a nuestros hijos ajenos a esa realidad.
De nuevo, la contradicción. Si yo no paso tiempo con mi hijo, es normal que trate de paliar esa soledad contactando con otras personas a través de las herramientas que tiene a su disposición.
Exactamente. Y ese niño se va a adaptar a eso. Lo que nos tenemos que plantear es cómo hacer una adaptación adecuada entre lo que el niño está viviendo y su vida.