Entrevista > Antonio Porpetta / Escritor y poeta (Elda, 14-febrero-1936)
El pasado mes de febrero el pleno municipal de Elda aprobó otorgar a Antonio Porpetta el título de ‘Hijo predilecto de la ciudad’. Será el último (por el momento) entre la lista de innumerables méritos y distinciones que acumula el poeta eldense, como por ejemplo el Premio de las Letras de la Generalitat Valenciana que le fuera otorgado en 2012.
Aunque desde hace muchos años es residente en Madrid por motivos laborales y familiares, Antonio nunca ha perdido la vinculación con la ciudad que le vio nacer. “Quiero agradecer mucho al alcalde y a los concejales por haber pensado en mí para tan gran honor” nos manifiesta Antonio, quien recibirá esta alta distinción municipal en una próxima gala homenaje.
«Aún resuenan en mi mente el ruido de las sirenas de las fábricas de calzado que escuchaba en mi niñez»
Empecemos por el principio. ¿Cómo recuerdas tu infancia en Elda?
Como para todos los niños, me parecía que el mundo era un lugar bello y hermoso. Elda era una ciudad tranquila y muy trabajadora. Aunque recuerdo una cosa que todavía tengo metida en el cerebro: Las fábricas para marcar el comienzo y el final del trabajo hacían sonar unas sirenas muy parecidas a las de una guerra. Aquello era horrible, se oían en todo el pueblo (risas).
Yo era un buen estudiante, iba al colegio del Santo Cristo del Buen Suceso. Para examinarnos íbamos al Instituto de Alcoy en taxi, lo cual era una fiesta porque nos poníamos morados de peladillas.
Supongo que durante aquella dura Posguerra el hecho de que tu padre fuera médico permitió que pasaras una buena infancia sin pasar penurias.
Sí, era un médico muy respetado en Elda. Al antiguo estilo, el paciente entraba en su consulta y le curaba casi sin decir palabra. De mi padre he sacado mi amor a la música, porque él era un tremendo aficionado. Por su gramola han pasado multitud de vinilos; algunos los conservo todavía en mi biblioteca.
Además fue quien me inició en la literatura. Recuerdo que durante las frías noches de invierno nos sentábamos mi hermana y yo en la mesa camilla, y mi padre nos leía algún capítulo de Gabriel Miró, Stendhal, León Tolstói…
Curiosamente muchos años después tuve ocasión de conocer a un tataranieto de Tolstói, y cuando le conté que yo había conocido la obra de su antepasado a través de la voz de mi padre se emocionó mucho. De hecho nos acabamos haciendo amigos y me lo traje un año a los Moros y Cristianos de Elda. Disfrutó como un loco y se puso ciego (risas).
Muchos hijos de médicos estudian Medicina. ¿Por qué tú tiraste hacia el Derecho?
Pues simplemente porque no me llamó esa vocación. Recuerdo que yo llegué el primer día a la Universidad de Madrid con pantalón corto, aún puedo escuchar el pitorreo de mis compañeros. Todos notaron que venía del pueblo (risas). La verdad es que me saqué la carrera sin problemas. A los 21 años ya era abogado.
«En los años 60 estuve cantando por las salas de fiesta de Barcelona con el nombre artístico de Jorge Miranda»
Poco después te sacas una oposición para trabajar en la Compañía Tabacalera con plaza en Barcelona… y allí triunfas como cantante. ¿Cómo te metiste en la música?
Fue una época preciosa de vivir, mi nombre artístico era Jorge Miranda. A mí me encantaba cantar, y tenía allí a un primo que era director musical de la compañía inglesa ‘La voz de su amo’ (His Master’s Voice). Hice una prueba con ellos, les gusté y estuve cantando durante dos o tres años.
Actuaba sobre todo en salas de fiesta y locales haciendo rock, twist, etc. Por aquel entonces se cantaba para que la gente bailara, no había conciertos con la gente mirando. La verdad es que me divertí muchísimo viviendo todo aquello.
¿Por qué decides regresar a Madrid?
Pasó que yo me casé con una madrileña (la también poetisa Luzmaría Jiménez Faro, fallecida hace unos años). Ella tenía nostalgia de su familia, así que pedí el traslado en la Tabacalera y me lo concedieron.
«Mi primer libro lo escribí junto a mi mujer. Eran poemas muy inocentes, pero nos convirtió en un matrimonio de poetas»
Tu primer libro de poemas ‘Por un cálido sendero’ lo publicaste ya con 42 años. ¿Por qué te dio a esa edad por ponerte a escribir?
Yo ya de joven venía escribiendo algunas cositas, tenía mi carpetita con varios versos muy inocentes, pero fue sobre todo gracias a mi mujer que era más lanzada que yo. Ella me animó a escribir un libro conjunto, y así nació ‘Por un cálido sendero’. No imaginas el cariño que le tengo a esta obra.
Luzmaría y yo nos convertimos entonces en un matrimonio de poetas, y muchos otros escritores se fijaron en nosotros. Así que nos motivamos para continuar escribiendo.
Por si alguien no te ha leído aún, ¿cómo definirías tu estilo?
Esto de autodefinirse es muy complicado. Es un estilo directo y… a mí me gusta lo que escribo (risas). Lo más importante es ser siempre sincero, volcar tu alma y ponerle corazón. Este truco siempre da resultado. Hay algunos escritores que se ponen demasiado pedantes para mi gusto, eso a mí no me va.
Imagino que tu escritura habrá evolucionado mucho desde aquel primer ‘Por un cálido sendero’.
Claro, aquello fue un comienzo muy ingenuo. Aunque hay ciertos valores que aún los reconozco cuando vuelvo a leerlo. En mis comienzos tuve la suerte de que gente muy buena en literatura me echaron una mano. Hablo de Leopoldo de Luis, Pepe Hierro, Dámaso Alonso… No solo me ayudaron, sino que me hicieron creer en mí mismo.
Supongo que es complicado elegir pero… ¿qué obra tuya regalarías a alguien que no te haya leído?
Esto es como pedir a un padre que elija entre sus hijos. Siempre hay algunos libros que me dejaron más satisfecho que otros, pero por supuesto yo los quiero a todos ellos.
«Los poetas de hoy no son tan buenos como aquellos descendientes de la Generación del 27»
¿Qué opinas de la poesía actual? Parece que la gente está un poco desconectada con ella…
Conectar a la poesía con la gente es muy difícil, porque el vocabulario poético suele estar fuera del uso habitual. Muchos no lo entienden. Y si no te emociona la poesía, lo mejor es no acercarte a ella.
Hoy no hay tan buenos poetas como hace unos años. Antes teníamos a los descendientes de la Generación del 27, y yo tuve la suerte de intimar con muchos de ellos como Gerardo Diego o Gloria Fuertes que nombró como su heredera universal a mi mujer y ahora de hecho son mis hijas Marta y Paloma quienes llevan la Fundación Gloria Fuertes.
«Gabriel Miró es mi ídolo literario, pero su obra hoy está un poco fuera de tiempo y no siempre se entiende»
Bastantes años más tarde de licenciarte en Derecho, obtuviste un doctorado en Ciencias de la Información. ¿Por qué elegiste al escritor alicantino Gabriel Miró como tema de tu tesis doctoral?
Porque él es mi ídolo literario. Ya mi padre me lo leía de pequeño, y luego cuando tuve ocasión de conocer más a fondo su obra me di cuenta que tenía un manejo del idioma propio de otro mundo. De ahí que mi tesis se titulara ‘El mundo sonoro de Ganriel Miró’.
¿Para ti cuál es la obra fetiche de Gabriel Miró?
Sin duda ‘El obispo leproso’. Eso es un monumento literario. Lo que pasa es que Gabriel Miró está fuera de tiempo, su estilo literario no está acorde con lo que se lee hoy en día. Por eso mucha gente no lo entiende, pero es un escritor como una catedral.
Además también sacaste una diplomatura en Genealogía. ¿De dónde sacabas el tiempo para estudiar, escribir, trabajar, ser padre…?
A base de codos, ganas, horas, sueño… Y por supuesto la motivación siempre por saber una cosa más. Por eso me matriculé en estos estudios de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria. Yo soy especialista en diplomarme en cosas que no sirven para nada (risas), pero me gustaba y ya está.
Has impartido conferencias y cursos por universidades o instituciones de más de 30 países del mundo. ¿Cómo empezó esto?
Pues esto fue una cadena que empezó cuando José Gerardo Manrique de Lara, entonces el secretario de la Asociación de Escritores, me ofreció ir a Belgrado como representante español a un congreso de escritores. Desde entonces enlazas, enlazas y enlazas… y hasta 30 países.
«Fui el único escritor que se solidarizó con Yugoslavia durante la guerra y me lo agradecieron con una Medalla de Oro»
De hecho en Yugoslavia te dieron un premio por tu “actuación solidaria con los escritores yugoslavos” durante los bombardeos de la OTAN en 1999. ¿Qué fue lo que hiciste?
Yo estaba en Madrid cuando empezaron estos ataques espantosos. Inmediatamente me puse en contacto con la Asociación de Escritores Yugoslavos, les mande toda mi solidaridad vía fax y me ofrecí para lo que necesitaran. Eso les llegó mucho, porque por lo visto fui el único escritor que lo hizo, hasta el punto que me dieron la ‘Llave de Oro’ de la ciudad de Smederevo. De hecho creo que todavía sigo siendo bastante conocido en la actual Serbia.
Aquello fue un crimen de lesa humanidad, tenías que haber visto como quedó Belgrado después de los bombardeos. Era desolador. Estaban incluso casi todas las pistas aéreas derruidas, de hecho para llegar a Yugoslavia para recibir este premio tuve que hacer dos escalas en Munich y Viena.
Hablemos ya de tu último honor recibido, el nombramiento como Hijo Predilecto de Elda.
Para mí ha sido una enorme ilusión. Yo siempre voy diciéndole a todo el mundo que soy de Elda. De hecho, una vez en Yugoslavia me ofrecieron hermanar mi ciudad con un pueblo de allí. Su alcalde me preguntó que a qué nos dedicábamos en Elda, y le dije “pues nosotros hacemos zapatos”. Entonces yo también le pregunté, y me respondió “pues nosotros hacemos ametralladoras”. Vamos, que al final no hubo hermanamiento posible (risas).
Ahora ya vas a tener plaza dedicada, colegio dedicado y título de Hijo Predilecto. Aparte de Emilio Castelar… yo no sé si alguien más tiene ya tantos honores en Elda.
Estoy esperando que me nombren Emperador de Elda (risas). La gente de mi ciudad es estupenda. He ido muchas veces a dar seminarios o charlas y tengo muchos amigos que me quieren. Hazme caso David, lo más importante en esta vida es tener gente que te quiera. No lo olvides nunca.