Un equipo de investigadores del Instituto de Ciencias del Mar, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICM-CSIC), ha hallado grandes colonias de coral centenarias y milenarias a 1.100 metros de profundidad en el cañón de Blanes, en Girona. Los resultados han sido obtenidos por el proyecto Abric, liderado por el geólogo del CSIC Pere Puig, a bordo mediante robots submarinos que han captado imágenes de los fondos marinos. El proyecto estudia el efecto de la pesca de arrastre en estos ecosistemas y ayudará a establecer medidas que permitan compatibilizar la pesca con la preservación de estos ecosistemas.
El cañón de Blanes es como un valle en el fondo marino, de unos 60 kilómetros de largo y medio kilómetro de ancho, con paredes verticales y abovedadas, que desciende hasta los 2.300 metros de profundidad. En sus paredes se han descubierto recientemente colonias extensas y densas de corales profundos de agua fría, que viven a temperaturas de unos 13ºC. Se trata de un oasis de biodiversidad, que da refugio a numerosos peces y crustáceos juveniles, con numerosas especies de coral y gorgonias asociadas, algunas de ellas protegidas y en peligro de extinción.
En 2017, durante un proyecto previo del ICM-CSIC para estudiar el efecto de la pesca de arrastre en los sedimentos marinos profundos, el geólogo Pere Puig descubrió en el cañón de Blanes enclaves con gran abundancia de estas colonias de corales. Ahora, los científicos del ICM-CSIC, en colaboración con investigadores internacionales, han estado explorando lazona, a bordo del buque oceanográfico del CSIC Sarmiento de Gamboa.
“Ha sido una grata sorpresa descubrir que en el cañón de Blanes hay muchos ambientes con comunidades bentónicas muy bien desarrolladasy estructuradas, con especies muy diferentes entre ellas”, dice Pere Puig, líder del proyecto. Eso puede deberse a la morfología del propio cañón. “En comparación con otros cañones del Mediterráneo”, apunta Puig, “el de Blanes tiene muchas fallas y fracturas, que han generado ambientes con paredes verticales, terrazas y afloramientos rocosos, que es donde se asientan los corales, y es lo que probablemente ha permitido la formación de enclaves con comunidades muy diferentes”.
Y añade: “Hemos encontrado colonias de corales muy densas. Los corales son de tamaños diferentes, la mayoría de ellos grandes, pero también hay colonias de pequeñas dimensiones. Esto último es buena señal, porque quiere decir que las comunidades siguen creciendo y expandiéndose”.
Especies raras y colonias milenarias
Por su parte, Jordi Grinyó, biólogo del CSIC en el ICM-CSIC, explica: “nos ha sorprendido ver una zonificación de las especies. Hay zonas dominadas por corales que forman arrecifes, como Lophelia pertusao Madrepora oculata, otras dominadas por corales negros como Leiopathes glaberrimao gorgonias como la Callagorgia verticillatao Muriceides lepida, que hasta ahora estaba considerada una especie rara pero que aquí es muy abundante”.
También ha llamado la atención de los científicos la transición de especies en las paredes verticales. “Por ejemplo, mientras íbamos subiendo con los robots desde los 1.000 hasta los 600 metros de profundidad hemos visto cómo iban cambiando las especies dominantes. Por ejemplo, a mil metros de profundidad observamos arrecifes de ostras Neopycnodonte zibrowii, las cuales muy raramente se pueden ver vivas, y progresivamente las especies dominantes iban cambiando a diferentes especies de corales y más adelante a gorgonias”, explica Jordi Grinyó.
Las imágenes obtenidas con los robots submarinos permiten ver especies de coral poco documentadas en el Mediterráneo, y constatar la presencia de colonias de grandes dimensiones. “Por los ritmos de crecimiento que conocemos de estas especies, podría tratarse de colonias centenarias e incluso milenarias”, apunta Pere Puig. Es el caso del coral negro Leopathes glaberrima, del cual han hallado colonias de más de dos metros.
Mercè Fernández / CSIC Comunicación