Thomas Carlyle dice que “de nada sirve al hombre lamentarse de los tiempos que vive. Lo único que puede hacer es intentar mejorarlos”. Seguidor del idealismo alemán, Carlyle consideraba una falsedad la riqueza material y aseguraba que la crisis personal a la que suele conducir la frustración por no conseguirlas sólo se puede superar gracias al idealismo espiritual.
El filósofo escocés, que fue testigo directo de la Revolución Industrial británica, trató de imponer esta corriente de pensamiento al observar las terribles consecuencias que aquella época de avances tecnológicos sin precedente –con la que hoy podemos trazar muchos paralelismos– estaba teniendo sobre las condiciones de vida de la clase obrera.
No está de más recordar la figura de Carlyle y algunos de sus contemporáneos como Ralph Waldo Emerson, John Stuart Mill, Johann Fichte o los omnipresentes Kant y Hegel en esta época en la que el mundo comienza a despertar de la pesadilla de la COVID-19 sin ser todavía muy conscientes del futuro inmediato que nos aguarda, pero que muchos ya saben que no será, ni mucho menos, un sueño.
Altea, distinguida por la UE como una de las ocho ciudades españolas ejemplares
Ejemplo internacional
Pese a que el nivel de crispación va en aumento según pasan los días, todavía son muchos los que quieren agarrarse a la creencia de que tras esta crisis emergerá una sociedad mejor, en la que el individualismo dé paso, al menos en parte, a una mayor conciencia de ayuda al prójimo y en eso, en convertirse en un ejemplo de cómo ayudar a los demás, Altea se ha convertido en todo un ejemplo internacional.
Como siempre sucede con las crisis, los primeros en notar las terribles consecuencias de su derivada económica han sido los eslabones más débiles de la sociedad y, como ya ocurrió en 2008, son muchas las personas de la llamada clase media que temen ahora perder el vagón de cola de la prosperidad.
Para todos ellos, las distintas iniciativas basadas en el voluntariado, la ayuda al necesitado sin esperar nada a cambio, ha supuesto un rayo de esperanza, quizás el único, durante la travesía del oscurísimo túnel del coronavirus y Altea, gracias a los distintos proyectos que se llevan a cabo en la Villa Blanca, ha sido distinguida por la Unión Europea como una de las ocho ciudades españolas ejemplares en este sentido.
La Villa Blanca es una de las ciudades que más destaca en la Red de Transferencia URBACT
Trabajo conjunto
Durante todo este tiempo, Altea se ha posicionado como una de las ocho ciudades de España que destaca por su colaboración entre Ayuntamiento y asociaciones. Una reciprocidad que ha servido para que ambas partes trabajen de forma conjunta con el fin de paliar los efectos de la COVID-19 entre los alteanos.
La Villa Blanca ha participado, junto a ONGs y asociaciones locales como Corazón Express, Cruz Roja y DeAmicitia, en el proyecto europeo URBACT, destinado a ayudar a las ciudades a desarrollar soluciones pragmáticas que sean nuevas y sostenibles y que integren temas urbanos económicos, sociales y ambientales.
En ese ámbito, Altea y las asociaciones antes mencionadas fueron premiadas en Bélgica por la gran labor que han estado aportando a la ciudad; un trabajo que, desde marzo, cuando la pandemia se desató con toda su cruel virulencia sobre España, volvió a convertirse en todo un referente.
Se han emprendido medidas para resolver y adaptarse a las necesidades ciudadanas generadas por la situación actual
Poniendo en práctica lo aprendido
En este tiempo, tal y como explica María A. Laviós, concejala de Proyectos Europeos de Altea, “las tres asociaciones, con la colaboración del Ayuntamiento, han emprendido medidas para resolver y adaptarse a las necesidades ciudadanas generadas por la situación actual, y han puesto en práctica algunas iniciativas interesantes y muchos de los aprendizajes obtenidos en su participación en el programa URBACT”.
Laviós destacaba, en este sentido, que “estas asociaciones han dotado de material y servicios a cientos de ciudadanos de Altea; desde mascarillas solidarias, aprendizaje online en inglés, donación de comida y productos higiénicos, ayuda y apoyo a personas mayores o servicios de atención social”, entre otros muchos.
Algunos de los expertos que han valorado la implicación de Altea y sus asociaciones en el trabajo voluntario durante su participación en el programa URBACT, destacan que la Villa Blanca es una de las ciudades que más destaca en la Red de Transferencia del propio proyecto, desarrollando una impresionante estrategia de voluntariado y compromiso para proporcionar productos de primera necesidad o produciendo mascarillas y material necesario.