Entrevista > Miguel Juan Baldó / Presidente de la Sociedad Musical La Lira (l’Alfàs del Pi, 26-noviembre-1968)
La Sociedad Musical La Lira cumple este año su cuadragésimo aniversario. El proyecto, que nació como una alternativa de ocio para la juventud alfasina de principios de los años 80 del siglo pasado, vive hoy un momento de madurez envidiable.
Miguel Juan Baldó es su quinto presidente y uno de los miembros más veteranos de la banda, ya que fue parte de aquel primer concierto que, casi un año después de la creación de la misma, ofrecieron a modo de actuación inaugural.
Como él mismo relata, “lo que realmente celebramos es el 40º aniversario de la salida de la banda de la Sociedad Musical La Lira, porque la sociedad se constituye en diciembre de 1979, pero la banda sale a la calle por primera vez en octubre del año siguiente en un concierto que se celebró en lo que hoy es el Espai Cultural Escoles Velles”.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces.
Sí, por eso queremos celebrar este aniversario. Creemos que ya hemos alcanzado una madurez que es motivo de celebración. La Sociedad está formada por la banda y la escuela de educandos, que ha ido creciendo hasta los 120 alumnos que tenemos en la actualidad.
Además, la propia banda también cuenta con un importante número de intérpretes.
Hoy en día cuenta con unos 65 músicos. Además, tenemos la banda juvenil, que se alimenta de los alumnos de la escuela que todavía no ha accedido a la banda mayor. Ahí tenemos unos 25 o 30 niños.
«En l’Alfàs del Pi ya había existido una banda de música, pero se tuvo que disolver por la Guerra Civil»
Vivimos en una zona, la Comunitat Valenciana, en la que la música siempre está muy presente en cualquier tipo de celebración. Por eso, ¿cree que hace 40 años l’Alfàs tenía necesidad de crear una banda para amenizar todos sus eventos?
En l’Alfàs del Pi ya había existido una banda de música, pero se tuvo que disolver por la Guerra Civil y no se volvió a poner en marcha después. Con el tiempo, la gente o jugaba al fútbol o no tenía nada más que hacer y ese fue el momento en el que un grupo de personas adultas decidió volver a poner en marcha esa banda.
Se trataba de dar respuesta a la necesidad de ofrecer alguna alternativa de ocio a la gente joven. En aquella época no había televisión, móviles, consolas… las opciones eran mucho más limitadas.
«En los inicios se contó con los músicos que había en el Castillo Conde de Alfaz»
¿De dónde se nutre aquella primera formación?
Se contó con los músicos que había en el Castillo Conde de Alfaz, que era una sala en la que se hacía un show medieval y existía una orquesta que amenizaba el baile después del espectáculo. Los profesores eran los miembros de aquella orquesta.
Pero sólo con los músicos de una orquesta no se puede poner en marcha una banda nueva como la de La Lira.
Se contó con un especialista en poner en marcha bandas jóvenes, que era el maestro Francisco Pérez Devesa, de Altea. Él es el que consigue sacar la banda a la calle en el año 1980 y fue su primer director. A partir de ahí, todo ha ido evolucionando durante estos 40 años.
Ha dicho que la banda nació con la intención de ser una alternativa de ocio para los jóvenes del municipio. ¿Se consiguió enganchar a esa parte de la población?
Cuando nacimos, salimos en varias revistas especializadas porque éramos la banda más joven de España. Teníamos la edad media más baja… quizás, de 14 o 15 años. Llegamos a ir a un programa de televisión por ello.
«En l’Alfàs sólo podías apuntarte al club de fútbol o a la banda de música y eso ayudó mucho»
¿Cómo consiguieron captar el interés de todos esos jóvenes? ¿Hubo que atraerlos o ellos mismos estaban buscando opciones?
Los chavales venían. En l’Alfàs sólo podías apuntarte al club de fútbol o a la banda de música y eso ayudó mucho a que en un año consiguiéramos conformar la banda con 32 músicos, que somos los que salimos a aquel primer concierto.
Empezamos ensayando en la Casa Abadía, junto a la Iglesia, y rápidamente pasamos a los edificios que se ubicaban en la plaza de les Escoles Velles. Más adelante, cuando se construyó, pasamos a la Casa de Cultura.
Hubo un momento en el que l’Alfàs era el indiscutible motor cultural de la comarca. ¿Qué efecto de retroalimentación tuvieron aquellos años en el proceso de consolidación de La Lira?
Creo que aquella época coincide con la construcción de la Casa de Cultura. En 1991 nadie tenía las instalaciones que teníamos, y seguimos teniendo, para ensayar en l’Alfàs. Eso permitió que el número de músicos creciese. Además, teníamos el auditorio, un lugar donde poder hacer los conciertos sin tener que ir a la plaza, a la iglesia, al cine…
Ahora estamos acostumbrados a verlos en el auditorio de la Casa de Cultura. ¿Ya no tienen tantas facilidades para ir a tocar a otros sitios?
No es que no tengamos facilidad, lo que ocurre es que, en la mayoría de los sitios, como por ejemplo la iglesia, la sonoridad es nefasta. Lo único que consigues es tener un exceso de sonido. No son sitios buenos para tocar, al menos, a nivel de banda.
«La Casa de Cultura supuso una diferencia enorme. Estábamos en unas instalaciones en las que casi ni cabíamos»
Volvamos a ese año 1991 y a la construcción de la Casa de Cultura. ¿Qué supone esa infraestructura para La Lira?
Fue una diferencia enorme. Estábamos en unas instalaciones en las que casi ni cabíamos y en las que era complicado que la gente mayor, que era algo muy habitual entonces, pudiera venir a vernos.
De ahí saltamos a una sala de ensayos donde podíamos poner a los músicos en escalones, completamente insonorizada. Además, podíamos hacer los conciertos en el auditorio, cuya acústica es muy buena. Fue un salto cualitativo tremendo.
«Para determinar la calidad de una banda la materia prima es el músico y el director»
Quizás la pregunta sea obvia, pero ¿esa mejora de las condiciones en las que ensayar supuso también una mejora en la calidad general de la banda?
Las instalaciones hacen, pero no lo son todo. Para determinar la calidad de una banda la materia prima es el músico y el director, que es el que tiene que moldear al músico. Un buen músico, que tenga ganas de trabajar con la gente que tiene, puede hacer un gran papel. Está claro que las instalaciones ayudan, pero lo importante es que el músico esté contento y estudie y que el que te dirige sepa darle ese toque de calidad a las notas.
A principios de la década de los 80 l’Alfàs contaba con apenas 5.000 habitantes. Ahora es un municipio multinacional con más de 20.000 vecinos. ¿Son conscientes de la importancia que han tenido a la hora de dar a conocer la cultura musical autóctona a todos esos residentes que llegaron de tantos sitios distintos?
Totalmente. En todos los conciertos hay un importante grupo de público extranjero. Es un público muy fiel. Está en todos los conciertos. Es gente que aprecia la música que hacemos que, como has dicho, es una música muy ‘nuestra’. En ese sentido, creo que ha habido una integración total.
«Siempre hemos sabido que estamos trasladando al público una oferta musical que no tendrían de otra manera»
Insisto, ¿siempre han sido conscientes de la importancia que han tenido ustedes, como banda, a la hora de conseguir esa integración ejemplar de la que tanto presume l’Alfàs?
Sí, siempre hemos sabido que estás trasladando al público una oferta musical que no tendrían de otra manera. Eso sirve tanto para la gente local como para los extranjeros. Pero es que, además, haces un trabajo interno de formación de jóvenes.
¿Esa multiculturalidad ha influido en la manera de afrontar sus distintos repertorios para hacerlos más atractivos a la población?
No. Creo que nuestra forma de afrontar los repertorios es igual a la de cualquier otra banda. Mira, el repertorio lo plantea el director y lo hace en base a su propia experiencia y los músicos con los que cuenta. Luego, efectivamente, hay momentos en los que puedes hacer esos guiños. Un claro ejemplo de ello es que en Navidad siempre cerramos con la ‘Marcha Radetzky’, que es algo que viene de Viena.
Al final, se trata de encontrar el equilibrio de lo que le gusta al público nacional y al extranjero porque, como te he dicho, tenemos un público muy fiel. Son gente muy agradecida que siempre interactúa con nosotros para darnos su opinión.
Antes me dijo que La Lira nace para dar opciones de ocio a la juventud de los 80. Sin embargo, hoy en día parece que si algo le sobra a la juventud son, precisamente, oportunidades de ocio. El problema es que muchos padres reniegan de esas nuevas fórmulas y empujan a los niños a actividades culturales. ¿Viven una nueva edad dorada en cuanto a captación de jóvenes?
Es muy complicado. Primero, por la zona donde vivimos. No somos un pueblo de interior, donde es posible que haya menos oferta lúdica. Tenemos Benidorm, una ciudad de fiesta diaria, al lado. Hoy en día, además, los estudiantes van sobrecargados tanto en el colegio como de actividades extraescolares. Ha crecido mucho la oferta deportiva.
Por todo ello, a la gente le cuesta mucho más decidirse. Los hay que quieren hacer muchas cosas a la vez y no llegan. Al final, el niño tiene que descansar, tiene que jugar… eso no quiere decir que no haya gente que sí tenga interés por la formación musical. Todo el mundo que quiere probar es bienvenido.
En esta época tan tecnológica, parece que las humanidades y las artes están perdiendo la batalla frente a otros campos más científicos. ¿Qué diría que aporta la música a la formación de un niño más allá de la evidente enseñanza?
En primer lugar, se trata de una formación no reglada que, si al niño le gusta y sigue por ese camino, puede acabar siendo una formación reglada. Además de eso, aporta una serie de valores de trabajo en grupo. Cuando entras a formar parte de una banda aprendes a tener cierto equilibrio entre todos sus integrantes. No es una actividad en la que puedas ir solo. Hay que aprender a escuchar a los demás.
La música despierta en aquel que la interpreta una mayor sensibilidad. Además, como se suele decir, mientras estás aquí no estás haciendo otras cosas que pueden ser peores. Lo mires por donde lo mires, suma.
¿Cómo arranca su formación un niño pequeño? Se lo pregunto porque, como en todo, el juego será importante y no creo que se pueda empezar directamente con el solfeo.
Tenemos un programa para niños de hasta cinco años, basado, efectivamente, en juegos. Ahí interactúan el profesor y él dando también la oportunidad a los padres de participar de esas clases. También tenemos el jardín musical, que también se basa en aprender jugando.
Lo normal es que las cosas vayan parejas a la formación reglada. Es decir, que hasta la edad de la educación primaria el niño esté en unas clases en las que se interactúe y participe para aprender notas, melodías… adecuando el oído. Luego, a partir de primaria, se empieza con el lenguaje musical y, posteriormente, se elige el instrumento.