Entrevista > Miguel Pérez Muñoz (El Gavilán) y Manuel Sala Campos (El Pijote) / Artesanos salineros (Torrevieja)
Miguel Pérez y Manuel Sala llevan toda su vida unidos a la artesanía salinera torrevejense en sus lagunas. Allí han trabajado para el grupo salinero y, en sus ratos libres, continuaban desarrollando el hobby que es para ellos el cuaje de los barcos de sal.
Ambos son los dos últimos artesanos salineros de la localidad en activo, y desean con todas sus fuerzas poder depositar sus conocimientos y experiencia en un joven aprendiz que pueda seguir sus pasos y perdurar con el arte salinero de Torrevieja, único a nivel mundial.
AQUÍ Medios de Comunicación ha tenido la oportunidad de hablar con los artesanos para conocer mejor los detalles de esta labor que tan bien conocen.
¿Cuándo empezaron a hacer barcos de sal?
Manuel Sala (MS) – Yo empecé en el año 1963 con 15 años. Un señor que se llamaba José me enseñó a hacerlos y desde entonces hasta la fecha; hace casi 50 años.
Miguel Pérez (MP) – Ambos hemos trabajado desempeñando otras labores en Las Salinas, los barcos de sal son un hobby que hemos hecho siempre en nuestro tiempo libre. Yo entré a trabajar en el año 1974 y al año siguiente comencé a cuajar maquetas para otras personas.
No hacía maquetas, sólo preparaba y metía los barcos en el agua para luego devolvérselos a la gente que los había hecho. Cuando me jubilé, como tenía más tiempo, comencé a hacer maquetas.
El primer paso es la creación de la maqueta. ¿Cómo se desarrolla este proceso?
MS – Cada barquito tiene alrededor de unas 32 piezas y tenemos que forrarlas todas con tela de algodón, que es una tela que tiene más agarre. Nosotros usamos tela de sábanas, cuanto más viejas mejor, incluso las metemos en lejía y les ponemos sosa cáustica para conseguir que la tela sea más frágil y que al cortarla no salgan muchos hilos.
Luego pasamos a montar a mano la maqueta, paso que requiere de mucho tiempo y paciencia. Después se moja, se deja secar bien y las preparamos sobre una base de madera para, cuando llegue el momento del cuaje, introducirlas en Las Salinas.
¿Cuándo es el momento oportuno de introducirlas?
MP – Muchos factores intervienen en este proceso: el viento, el estado del agua, las horas de sol… Por ejemplo, en invierno los días son más cortos, el agua no se calienta y entonces no hay cuaje. El cuaje empieza en mayo o junio hasta octubre, cuando los días son más largos, se evapora el agua y cristaliza la sal.
El momento es impredecible, pero cada año llega y dura mes o mes y medio. Durante ese tiempo no hay fines de semana ni horarios, todos los días estamos en Las Salinas.
MS – Los barcos se sumergen cuando la laguna está cuajando ya unos 10 o 12 días, en un lugar donde el agua cubra por completo la estructura y donde ésta no toque el fondo porque se formaría una capa de sal. La altura de agua propicia está entre 50 y 80 centímetros, y deben permanecer sumergidos tres días aproximadamente, pero el tiempo depende de cómo va cuajando la sal.
«A los barcos hay que ir dándoles la vuelta el tiempo en el que están sumergidos» M. Pérez
¿Hacen un seguimiento de las maquetas sumergidas?
MP – Por supuesto, todos los días las sacamos del agua varias veces para ver el cuaje. Nosotros trabajamos mucho en función del viento, y nos interesa que sople viento de levante porque no todos los vientos son buenos para esto.
Cuando vienen vientos de tierra, son vientos que aceleran mucho el cuajado, entonces la sal es blanda y se cae de los barcos. Tenemos que esperar que soplen vientos de levante que son vientos húmedos, cuaja menos, se arrebata menos y sale mucho más fuerte.
Como queremos que haya oleaje, esto hace que la sal se adhiere al barco por un lado y tenemos que ir dándole la vuelta a la maqueta mientras dure el cuaje.
¿Cuál es el siguiente paso cuando sacan las maquetas del agua?
MS – Cuando salen del agua tienen ese color rosa característico de Las Salinas torrevejenses. Hay que dejarlos secar una o dos semanas, hasta que la sal esté blanca y seca. Luego los introducimos en una urna de madera y cristal, porque si no se protegen del aire y de la humedad del ambiente se deshacen. Deben protegerse y, en la urna, duran toda la vida intactos.
«No perdemos la esperanza de poder cuajar en agosto» M. Pérez
¿Cómo ven el agua este año para cuajar con todo lo que ha llovido?
MP – En un año normal a mitad de julio ya habríamos terminado el cuaje, pero con la cantidad de agua dulce que ha caído este año, en la laguna aún no se ha dado ese momento idóneo para nosotros, aunque no perdemos la esperanza de poder cuajar en agosto.
Son las dos únicas personas autorizadas por la empresa salinera a utilizar sus instalaciones para el cuaje pero, ¿son sus maquetas las únicas que cuajan?
MS – No, también cuajamos para otras personas que nos dan sus maquetas para ello porque no tienen permitido el acceso. Las Salinas están valladas y no se puede entrar, y no se autoriza a todo el mundo porque es peligroso, hay que conocer por donde se puede y por donde no se puede andar.
MP – Por ejemplo, en el colegio de La Purísima los niños hacen sus propias maquetas y nosotros se las cuajamos. También cuajamos para particulares e incluso hemos cuajado premios, obsequios de empresas locales que han querido repartir detalles en sal o el cetro de la Reina de la sal.
«Nos gustaría que se crease una escuela de artesanía salinera» M. Sala
¿Es tradición en los colegios de Torrevieja hacer maquetas?
MP – Cuando tienen 9 o 10 años uno de los trabajos que les ponen en el cole es construir unos pequeños barcos para cuajar, pero ya no lo hacen más. Lo que sí sería interesante, y hemos propuesto muchas veces, es crear una escuela de artesanía salinera, para que la gente pueda aprender, pero no lo hemos conseguido.
¿Qué es lo más raro que les han pedido cuajar?
MP – Hay una escultora que es de aquí de la Vega Baja pero que vive en Suiza y ha hecho exposiciones relacionadas con la sal. Para ella he cuajado cantidad de cosas, esculturas abstractas, hojas… lo que me trajera, yo se lo cuajaba con mucho gusto.
También hicimos unos cubos perfectos para un arquitecto, pero el problema de esas piezas es que se suelen exponer en salas y como no se protegen tienen una vida muy limitada.
MS – A mí un señor de Orihuela me trajo una vez raíces de sarmientos de las viñas para cuajar, y siempre me ha gustado hacer yo mismo maquetas para detalles de empresas o el cetro de la Reina de la sal.
«Han intentado cuajar barcos en otras salinas pero la sal es blanda y no sale igual» M. Pérez
¿Este arte existe o tiene lugar en otras salinas de España o del mundo?
MP – Las salinas normalmente son de balsa como las de Santa Pola; salinas como laguna hay pocas y sólo éstas con el batimiento de agua que tienen. En las salinas de balsa la altura no da para cuajar estos barcos, lo han intentado pero la sal es blanda, es como flor de sal, y no sale igual ni mucho menos.
Aquí no; aquí es grano porque estas salinas necesitan tener una altura por lo menos de 68 centímetros de agua para que se pueda trabajar en la extracción de sal. De hecho, si el agua no llega a esa altura, meten agua del mar para poder trabajar y nos avisan en el caso de que tengamos barcos, porque el agua nueva se diluye en la laguna y el trabajo que tenemos sumergido se fastidia.
«Incluso el Papa tiene un barco de sal de Torrevieja» M. Sala
¿Han exportado barcos a otros países?
MS – Sí, hemos enviado barcos de sal como regalo de Torrevieja desde aquí al lado, a Santa Pola, hasta cualquier lugar del mundo, incluso el Papa tiene un barco de sal de Torrevieja. Presidentes, empresas grandes… el último que yo envié fue a Finlandia, iba en su urna y muy bien protegido para el viaje.
«Cuando Manolo y yo estamos en las salinas nos olvidamos del reloj» M. Pérez
¿Qué satisfacciones les ha dado la artesanía salinera?
MS – El que tú por ejemplo ahora mismo estés aquí haciéndonos estas preguntas y publicando nuestra historia para nosotros es una satisfacción. Aparte el año pasado recibimos un galardón, un reconocimiento por parte del Ayuntamiento de Torrevieja bastante considerable, el premio Diego Ramírez Pastor que ha sido un orgullo para nosotros.
MP – Pero nosotros no lo hacemos por ningún reconocimiento. Es algo que nos gusta y, tanto Manolo como yo, cuando llega la época del cuaje nos vamos a Las Salinas y nos olvidamos del reloj, disfrutamos allí de la naturaleza, de la tranquilidad y se nos pasan las horas.
Te sientes orgulloso de ese barco que has regalado; te llena el saber que estás regalando algo único en el mundo que nunca podrán comprar en ningún sitio y la gente te lo agradece muchísimo.
¿Tienen sucesores que aseguren el futuro de la artesanía salinera torrevejense?
MS – Algunos dicen que sí y les hemos enseñado, pero no continúan. Hacen uno o dos barcos para ellos y para la familia y no vienen más. Yo a todo el que me ha preguntado le he dicho que venga a mi taller, que lo enseño a hacer las maquetas, a cuajar… que me pregunten que les enseño todo lo que quieran. Ahora llega la época del cuaje y nos gustaría que alguien nos acompañase para vernos trabajar y que pueda aprender.
MP – Hay otro inconveniente, que es que a no todo el mundo le permiten entrar en las salinas ni son conocedores del agua de las salinas, muy importante para hacer un buen cuaje. Por ello sería más fácil que alguno de los jóvenes que trabajan allí aprenda el oficio.
MS – Pero, aunque no sea salinero, nos puede acompañar, le presentamos a todo el mundo para que lo vayan conociendo, las instalaciones… y que esté con nosotros aprendiendo poco a poco.
¿Qué dirían a los jóvenes para que se animen a aprender este arte?
MS – Que si tienen tiempo y ganas la artesanía salinera es una tradición torrevejense que es digna de continuar. Debe ser una persona constante y responsable, que le gusten las manualidades, pues es un hobby laborioso, pero ofrece distracción, contactos y trato con muchas personas.
A nosotros nos encantaría enseñarles y esperamos que alguien se anime para que no se pierda esta tradición.