Las ciudades, grandes, medianas o pequeñas, a veces son capaces de dilatar los encantos hasta sus mismísimas riberas. Ocurre, en Polop de la Marina, con algo en apariencia tan pragmático como pudiera serlo el necesario camino que unía la Font dels Xorros (Fuente de los Chorros) con tres molinos harineros, visitado sendero hoy, desde el parque natural El Pont, en el llamado antiguo cauce del río, hasta el Hort de Baldó, por la partida de Torrent, entrelazada más que colindante con La Nucía.
Hasta las primeras puntadas rehabilitadoras, por 2012, lo abandonaron demasiado tiempo; mientras, Polop decrecía para luego crecer: en 1910 lo poblaban 1.630 personas, en 1960 bajó a 1.400, para llegar una década después a las 1.554; ahora tenemos 4.965 habitantes (muchos más en verano) censados en 2019 y distribuidos por 22,58 km². Hoy el camino aparece pletórico en estampas con agua, museo al aire libre de infraestructuras necesarias para regar feraces tierras calizas donde recolectar nísperos, limones y naranjas; huerta rica también en almendros y olivos, por lo secano. Buen pórtico para adentrarnos en el ánima de la Marina Baja alicantina.
Por donde bebió Sigüenza
Cada ciudad posee también su visita que la famosea. La de Polop, bien conocida, prácticamente sirve de pórtico urbano. Los 221 caños actuales de la Fuente los Chorros, herederos de aquellos originales 11 que manaban desde 1855, patentizan la relación del municipio con el líquido elemento. La remodelación de pincelado modernista se inaugura en junio de 1976, según los azulejos que la decoran, “costeada por el Ayuntamiento con la generosa ayuda del Gobierno Civil y Excma. Diputación Provincial. Colaboraron especialmente las Corporaciones Locales representadas y en particular el Riego Mayor de de Polop”.
Aseguran incluso que el agua es “de manantial directo”. En concreto, se alimenta del barranco de Gulabdar, en el monte Ponoig. Otros baldosines incluyen este párrafo de ‘Años y leguas’ (1928): “Agua de pueblo, de este pueblo que Sigüenza bebió hace veinte años. Tiene un dulzor de dejo amargo, pero de verdad química, que todavía es más verdad lírica…”. Sigüenza es un personaje heterónimo de Gabriel Miró (1879-1931), quien tuvo estos lares como recarga vital y espiritual.
Por encima vemos el Museo Gabriel Miró, no en la casa donde vivió, sino Villa Pepita, construcción modernista con porche enrejado bajo balconada, de comienzos del XX y rehabilitada en 2012 (alberga también la oficina de Turismo). A la plaza de los Chorros la saluda, además de comercios varios, el museo de miniaturas Pequeña Costa Mágica, creado por el especialista en tales magias Antonio Marco, que, además de permitir un recorrido a preciosista escala por los principales monumentos de Alicante, Valencia y Castellón, añade, en 700 m² de exposición, coches de época, otros edificios emblemáticos, aperos de labranza, trenes…
Entre sillarejo y cantería
Este Polop es puro núcleo urbano. Construcciones modernas estéticamente integradas y salpimentadas con placetas con encanto; alguna casa aparentemente con más solera, incluso ajardinada… A veces, asoman al Barranc de la Canal. Para encontrarse con el Polop más añejo, alma de piedra y tapial, ascenderemos el cerro que retrepó la ciudad, antaño baronía de Polop del Reino de Valencia bajo la corona de Aragón y probable origen íbero.
La empinada calle San Francesc, patrón de la ciudad (fiestas el 1 de octubre, complementadas con las del Porrat, a San Roque, mitad de agosto), puede recorrerse en coche, pero en las Marinas es opción recomendable sólo para quienes se conocen el dédalo. Si se sube andando, el vial escalona en medio. Ascendamos entre casas pintadas en amarillos, ocres, blancos, azules… Abundan las terrazas-balconadas y las veteranas casonas ofrecidas generosamente al visitante, donde disfrutar también de rica gastronomía: ‘pilotes de dacsa’ (pelotas de harina de maíz), ‘coques fassides’ (rellenas), ‘minjos’ (tortas de harina de trigo), ‘pebretes amb sangatxo’ (pimientos con la parte del atún utilizada para elaborar la mojama)…
Toca descubrir ornamentadas residencias que constatan la existencia de una acomodada oligarquía decimonónica polopina. Antes de alcanzar la cumbre, la iglesia de San Pedro Apóstol, que sembró primera piedra el 9 de junio de 1700, anexa al santuario de la Divina Aurora, y desde allí subida zigzagueante por empedrado calvario trufado con pasos de la Pasión de Cristo, en hornacinas enrejadas.
En lo alto, los restos de la fortaleza de origen muslime (XII-XIII), adaptada al collado y alma de piedra, mampostería y tapial. Parte de sus restos alimentaron una parroquia nacida del desmontaje perpetrado en 1712 y un cementerio ya abandonado, de comienzos del XIX, tras prohibirse camposantos en suelo parroquial.
Un monte, una ermita y un molino
Vigilándolo todo aparece, casi pura roca, el monte Ponoig o Ponotx (1.181 metros de “león dormido”, según Gabriel Miró), estribación de la sierra Aitana. Paisaje Protegido desde 2006, la zona acoge la ruta senderista PR-CV 17 (ruta circular al Ponoig, un tanto larga y a ratos muy resbalosa, pero con puntos donde atajar), el espectro desterronado de un castillo musulmán (en el Gulabdar) y una vía ferrata (parte desde el helipuerto) notablemente vertical, más sabinas negrales, lentiscos, brezos, pinares y carrascas para abrir pulmones en plena Zona de Especial Protección para las Aves. A las faldas, eso sí, asoma la urbanizada civilización.
Tras el cerro de Polop, en frontera ya con Callosa d’Ensarrià, es posible divisar el caserío polopino de Chirles o Xirles, que pasó de una economía de cereal, vides, algarrobos, higos y pasas, y algo de moras para picar, a abrigar una tranquila población acrecentada todos los 31 de agosto: el ermitorio, en la médula urbana, calle Mayor esquina con Sant Antoni, dedicado a San Ramón Nonato, patrón de bebés y embarazadas, constituye el primero de los edificios a visitar. Pero no habrá que olvidarse de su lavadero de 1936, hoy con plaza, y el histórico molino de trigo y luz, desde 1971 imprescindible cita gastronómica. Y es que las ciudades, ya se sabe, a veces son capaces de dilatar los encantos hasta sus mismísimas riberas.