El tiempo, ya lo dijo Einstein, es relativo. Y Benidorm puede ser un perfecto ejemplo de ello. Apenas dos generaciones, un suspiro en términos históricos, y un pequeño pueblo de almadraberos se ha convertido en un gigante turístico ante la ojiplática mirada de aquellos vecinos que asistieron a una transformación que, casi de la noche a la mañana, cambió para siempre su paisaje urbano.
Efectivamente, el tiempo es relativo. Porque han pasado ya más de seis décadas desde que todo comenzara. Toda una vida. Y eso, en realidad, es mucho. O poco, depende de cómo se mire. Y de mirar y perpetuar esa mirada en un papel es a lo que se ha dedicado toda su vida Francisco Pérez Bayona o, lo que es lo mismo, ‘Quico, el fotógrafo’.
Reflejo de su ciudad
Porque Quico es, como sus fotografías, el fiel reflejo de un Benidorm que poco a poco deja de existir. Aquel en el que, como en todos los pueblos, pocos respondían por su nombre de bautismo y sí por el apodo. Un sobrenombre heredado, o como en su caso forjado, que hace referencia a su profesión, su procedencia e, incluso -así han sido siempre las cosas antes de la llegada de la asepsia de la corrección política-, sus bondades o defectos físicos.
De su mirada, a veces más realista y otras más artística, han surgido algunas de las imágenes icónicas que, a lo largo de más de medio siglo, han ido conformando el ideario popular de lo que es Benidorm. Ejemplo para algunos del paraíso vacacional, quintaesencia para otros del bestiario urbanístico costero. Puerta de apertura en el tardofranquismo a una Europa de cambios. Ciudad multicultural que mira y mima sus tradiciones más arraigadas. Todo eso es la capital del turismo y de todo ello ha dejado constancia con su objetivo.
Quico es Benidorm. Puede resultar una afirmación rotunda, pero en su figura se dan casi todos los tópicos de la época. Nació lejos, en Barcelona, en 1933, porque su padre, como tantos otros benidormenses de la época, era marino mercante y allí estaba destinado, “pero veníamos a Benidorm todos los veranos, porque aquí teníamos nuestra casa”.
Hijo de marino mercante, sólo tardó doce días en obtener el título de fotógrafo en la Escuela de Bellas Artes
Vocación surgida de la tragedia
En aquella época el padre no terminaba de ver con buenos ojos la pasión de Quico por la fotografía. “Cuando terminé mis estudios universitarios, mi padre me decía que el mejor puesto en un barco era el de radiotelegrafista porque eran oficiales y trabajaban cuatro horas al día. Por ello, por las mañanas, acudía a la Escuela Náutica y comencé a estudiar radiotelegrafía. Pero estando mi padre en Puerto Rico murió mi madre a causa de una embolia. Pasaron 15 días hasta que volvió y me dijo que se jubilaba y que volvíamos a Benidorm para montar un negocio”.
Quico se ríe al recordar las ocurrencias surgidas de aquella decisión. “Yo le preguntaba, ¿qué negocio vamos a montar? Él, que había estado en Nueva York, me dijo que una lavandería. ¿Qué íbamos a lavar? Entonces pensó en una ferretería, pero ya había una, así que nos decantamos por algo que estaba en auge en aquel momento: la fotografía”.
Y así, casi de casualidad, surgió la vocación por la que Quico es ya parte fundamental de la historia de Benidorm. “Yo tenía una máquina pequeña y muchas ganas de volver a Benidorm, porque ya conocía a mi mujer. Me apunté a la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y estuve doce días. En ese tiempo, el profesor me dijo ‘tú ya estás muy bien. Para terminar, te vas a ir al Liceo y vas a hacer un programa del ballet’. Lo hice, vio las fotos y me dio el título”.
Es el autor del retrato de Pascale Petit, una de las fotografías icónicas del inicio del turismo en Benidorm
El bikini de Pascale Petit
Aquello supuso el final de una etapa, la vivida en Barcelona, y el comienzo de otra, no menos importante, que le trajo, ya de forma definitiva, a su Benidorm. Aquí montó “el primer ‘chiringuito’ en el número 11 de la calle José Antonio [hoy Paseo de la Carretera]. Y allí estuvimos desde 1956 hasta 1987”.
De aquella época del prototurismo data una de las imágenes icónicas de Quico y, sin duda, de Benidorm. Muchas veces se ha utilizado la instantánea de Pascale Petit en bikini asegurando que fue ella la primera turista en usar esa prenda en las playas de la ciudad y, por lo tanto, la que provocó la historia-leyenda del viaje de Pedro Zaragoza Orts a El Pardo, pero la realidad es bien distinta.
“En aquella época yo ya trabajaba para varios medios de comunicación”, explica Quico. “Tenía el carnet de corresponsal gráfico de la agencia EFE y me llamaron, porque era la época en la que se comenzaba a utilizar, para decirme que había una mujer en la playa vistiéndolo. Yo hablaba francés y allá que me fui con la moto y le dije de todo para convencerla para que me dejara hacerle la foto”.
Su vida, plagada de anécdotas, es el repaso de una época que cambió para siempre su ciudad
Los bolsillos de Julio Iglesias
A base de encargos, y también por voluntad propia, las cámaras de Quico fueron recopilando el día a día de una ciudad que se iba abriendo al mundo y que exportaba, además de sol y playa, una imagen aperturista de una España, en este caso literalmente, todavía en blanco y negro.
Fue en ese contexto en el que nació el Festival Internacional de la Canción, “algo que me gustaba mucho. Tengo una anécdota muy divertida con Julio Iglesias que, en aquella época, como ahora, no sabía qué hacer con las manos cuando cantaba y siempre se las metía en los bolsillos. Así que, estando en el camerino con él, ¡le cosimos los bolsillos para que no pudiera meterse las manos!”.
El rey de Jordania
La vida de Quico está plagada de ese tipo de anécdotas que, si no fuese porque la consistencia de su discurso a lo largo de los años es tan sólida como el buen clima mediterráneo, resultarían prácticamente increíbles. Una de las que siempre repite se aleja del ámbito de la fotografía para adentrarse en otra de sus pasiones, la del radioaficionado.
“Tengo 323 países confirmados en tarjeta”, explica sobre la costumbre extendida en ese colectivo de enviar una tarjeta por vía postal, para confirmar los ‘contactos’ hechos a través de las ondas.
En cuanto a una de las que más ilusión le hizo recibir destaca la de un hombre al que “escuché un día y se identificó en inglés con el indicativo de JY1. Al mirar en el libro, sólo acerté a responderle: ‘excuse me, Sir; are you the King of Jordan?’ [disculpe, Señor, ¿es usted el rey de Jordania?]. ‘Yes, I am the King of Jordan’ [sí, soy el rey de Jordania], me contestó. Fue muy amable y me envió su tarjeta con una foto suya y las letras grabadas en oro. ¡Precioso!”.
Quico, además de fotógrafo, fue concejal del ayuntamiento de Benidorm entre 1970 y 1976
Vida política
Francisco Pérez Bayona, Quico, es lo más cercano a un hombre renacentista que uno de pueda echar a la cara. Fotógrafo, (casi) radiotelegrafista, radioaficionado… pero también supo sacar tiempo para dedicarse, durante seis años, a la política.
Fue concejal en el ayuntamiento de Benidorm entre los años 1970 y 1976. “En aquella época éramos diez amigos que trabajábamos para el pueblo y, aunque la gente se enfade conmigo por decirlo así, sin cobrar un duro. Es más, nos costaba dinero de nuestro bolsillo”, zanja. Quico llevó, en aquellos tiempos, las áreas de “Abastos, Mercados, Sanidad y Cementerios con Miguel Pérez Devesa como alcalde”, recuerda.
También de esos años existen anécdotas jugosas, como aquella ocasión en la que Carmen Polo, mujer del dictador, visitó la ciudad y “yo estaba haciendo fotos y me había puesto una pajarita. Cuando terminamos, me llamó Pedro Zaragoza y me dijo ‘¿sabes lo que me ha preguntado Doña Carmen? Quería saber de qué embajada venías’”.
Muy conocidas son las expediciones humanitarias al Sáhara de las que formó parte durante cinco años
Relación con el Sáhara
Quico es, además de todo lo descrito anteriormente, una bellísima persona. Lo demuestra en su día a día, pero también ha tenido tiempo de dejarlo patente con sus viajes humanitarios a África, viajando a los territorios del Sáhara para llevar ayuda humanitaria.
“Siempre me gustó la aventura y el primer año que me dijeron que hacía falta llevar ayuda al Sáhara me apunté. Conseguí un coche y 50.000 pesetas para comprar comida. Aquello continuó y estuve yendo cinco años consecutivos con una caravana de toda España”, recuerda de aquellas aventuras.
“El quinto año necesitábamos camiones”, explica sobre una de sus incontables anécdotas. “Se lo dije al propietario de los desguaces Penichet y me dijo que en Elda había camiones del MOPU. Fuimos y había 21. No estaban rotos, pero estaban sin papeles. Finalmente, los pudimos comprar por 400.000 pesetas”.
Quico recibirá el galardón durante el pleno institucional con el que se conmemora el 9 d’octubre
Reconocimiento de su ciudad
Y después de una vida que bien podría dar para una (o varias) películas, recién cumplidos los 87 años, Francisco Pérez Bayona, Quico el fotógrafo, recibirá este mes de octubre un más que merecido reconocimiento y homenaje por parte de los vecinos de su ciudad.
Así lo acordó recientemente el ayuntamiento de Benidorm, que le otorgará su distinción cultural ‘Ciutat de Benidorm’ 2020. La Junta de Portavoces del consistorio respaldó esta decisión, como seguramente lo habría hecho todo el municipio en caso de haber sido llamado a consulta, por unanimidad después de estudiar la propuesta hecha por la comisión encargada de esta distinción, compuesta por los premiados de ediciones anteriores.
Con esta distinción, se reconoce la contribución de la fotografía de Pérez Bayona “a mantener viva la historia de la ciudad, dando testimonio gráfico desde hace más de 50 años de la vida de Benidorm en todos sus aspectos; así como su notable implicación en el tejido sociocultural local, plasmada en siete exposiciones y un libro recopilatorio que tienen a Benidorm y sus gentes como protagonistas”.
Además, y “por encima de todo”, la Comisión de la distinción Ciutat de Benidorm ha destacado de Quico su “sensibilidad y capacidad plástica, su fuerza vital, altruismo y bonhomía”. La entrega de la distinción se hará en el pleno institucional del 9 d’octubre.