Después de casi un año de pandemia de COVID-19 y de medidas de seguridad para luchar contra el virus, mucha gente se pregunta si con la vacunación llegará también el fin de las mascarillas y de las restricciones sociales.
La realidad, sin embargo, es bastante compleja: aunque este tiempo de pandemia nos esté pareciendo eterno, lo cierto es que el SARS-CoV-2 es un virus nuevo, y las vacunas aprobadas contra el mismo acaban de desarrollarse, por lo que aún queda mucho por saber sobre el tipo de inmunidad que confieren.
Mucha gente se pregunta, por ejemplo, por qué es necesario seguir llevando mascarilla tras vacunarse. En primer lugar, parece que la vacuna nos protege, en caso de infectarnos, de desarrollar una enfermedad grave y potencialmente mortal. Esto es un gran paso pero, como nos indica la profesora e investigadora en Inmunología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Carmen Álvarez-Domínguez: “Mientras el virus siga circulando por todos lados, aunque tú estés vacunado, te puedes infectar. Probablemente pases la infección de forma leve, o ni te enteres de que la tienes, pero podrías transmitir el virus a otras personas”. Es decir, las personas vacunadas podrían infectarse y no desarrollar síntomas, y ya sabemos el peligroso papel que juegan los asintomáticos en la expansión del virus. “Así que, dada la situación que tenemos con una carga viral tan alta en el ambiente, lo lógico es seguir con las mismas medidas de seguridad, ya que la pandemia no ha acabado”, recomienda la experta.
¿Reuniones sin mascarilla de amigos vacunados?
Otra pregunta frecuente es la posibilidad de, una vez que un grupo de familiares o amigos esté vacunado al completo, hacer encuentros con medidas de seguridad más relajadas. Volvemos, sin embargo, a lo mismo: el virus puede seguir circulando en esas reuniones sociales. “Eso estaría bien si todos viviéramos en una burbuja cerrada en la que solo están nuestros amigos y familiares. Pero esa no es la realidad, tú te puedes juntar solo con un grupo reducido de gente, pero ese es el ámbito personal, luego saldrás a comprar, o irás a trabajar, a clase, en transporte público, etc.”, indica Álvarez-Domínguez. “El riesgo está porque el virus está, aún tenemos niveles muy altos”.
¿Cuándo llegará el fin de las restricciones?
La gran pregunta, es entonces, qué condiciones ideales deben darse para que se pueda empezar a hablar de esa ansiada vuelta a la normalidad. ¿Bastará la vacunación masiva?
“En primer lugar hace falta que un porcentaje bastante alto de población, al menos un 60 %, esté vacunada. Y hablamos de la población mundial, porque estamos en un planeta globalizado y la gente se mueve de un sitio a otro, no vale que unos países tengan a la mayoría de su población vacunada y otros no”, explica la experta. “Esta situación, a nivel de gestión de cada país, es obviamente incontrolable. Pues bien, lo ideal sería que, además de tener a nuestra población vacunada en un alto porcentaje, llevásemos un tiempo sin padecer olas de virus. Porque mientras haya olas significará que aún no podemos bajar la guardia, porque el virus está ahí. Hay que pensar en ese 40 % de población que no se va a querer o poder vacunar, o también en ese porcentaje de vacunados a los que quizás la vacuna no proteja. Si una vacuna es eficaz, por ejemplo, al 95 %, significa que habrá un 5 % de personas susceptibles de contraer la enfermedad de forma grave”. Por tanto, una vez concluidas las campañas de vacunación, habrá que asegurarse de que la carga viral circulando ha descendido a un nivel aceptable: “hay que dejar de sufrir olas. Ver que en los cribados masivos o en los test que se hacen en las aguas residuales el resultado es cero… si no sucede eso no podemos pensar en relajar las medidas”.
Muchas incógnitas por resolver
Además de todo esto, habrá que ir viendo cómo evolucionan el virus y la pandemia con el paso del tiempo. “Aunque todo indica que el SARS-CoV-2 acabará comportándose como un virus estacional, llevamos tan poco tiempo conviviendo con él que no sabemos realmente lo que va a pasar, si va a desaparecer cuando lleguemos a una buena vacunación, si seguirá mutando hacia cepas más agresivas… tendremos que verlo, y mientras tanto hay que vacunarse y seguir manteniendo las medidas de seguridad”, indica la experta.
En todo caso, la poca información que se va teniendo sobre la inmunidad que confieren las vacunas es esperanzadora, y parece que la protección duraría, al menos, seis meses. “Los datos son buenos, pero aún son escasos y ha pasado poco tiempo, así que hay que tener paciencia”, concluye la experta. Por lo tanto, mientras sigamos conviviendo con el SARS-CoV-2, y aunque estemos vacunados, tendremos que aguantar un poco más y seguir con estas medidas de seguridad tan necesarias y que pueden, en definitiva, ayudar a salvar vidas.
Victoria González