Entrevista > Juan Carlos Hernández / Profesor y entrenador de natación
Durante siglos el mar fue visto por el ser humano como una fuente de suministro de alimentos. Miles de años de evolución no consiguieron, hasta hace apenas un par de generaciones, eliminar esa atávica señal de alerta que se encendía en el cerebro cada vez que nos enfrentábamos a la necesidad de adentrarnos en el medio acuático. Como seres terrestres, sólo nos planteábamos esa opción en caso de tener que comer, comerciar o huir.
Sin embargo, algo cambió a finales del siglo XIX y principios del XX. En España aquello se hizo evidente, primero, en el norte. Las playas de La Concha y El Sardinero eran el destino elegido cada verano por la realeza para, como se decía entonces, ‘tomar las aguas’.
Ocio relacionado con el agua
Ese modelo se fue extendiendo y haciendo cada vez más popular hasta derivar en lo que hoy conocemos como el turismo de sol y playa. Mares, ríos, lagos, pantanos… la naturaleza ya no era capaz de darnos opciones suficientes y así surgieron piscinas, parques acuáticos, balnearios y todo tipo de opciones de ocio relacionadas con el agua.
Pero la alarma que se esconde en el fondo del cerebro reptil del ser humano no olvida los peligros y sigue sonando. Nosotros la silenciamos, pero no es infrecuente encontrarnos el doloroso recordatorio del peligro en forma de titulares luctuosos. Por ello, como nos recuerda Juan Carlos Hernández, es tan importante, sobre todo en esta zona donde el agua es tan habitual en nuestros ratos de ocio, que los más pequeños aprendan a nadar lo antes posible.
«A los bebés se les puede meter en el agua desde el momento de nacer, pero para dar clase lo ideal es esperar a los cuatro meses»
¿A qué edad es seguro iniciar el aprendizaje de la natación?
En realidad, a los bebés se les puede meter en el agua desde el momento mismo de nacer, pero si es para dar clase lo ideal es esperar a los cuatro meses. Hay que tener en cuenta que la cabeza del bebé es, proporcionalmente, muy grande en relación a su cuerpo y no tiene desarrollada la fuerza necesaria en el cuello. Además, a los cuatro meses está más fuerte y cualquier tipo de patógeno que pueda haber en el agua ya no le afecta igual.
«Los bebés tienen un mecanismo que es el reflejo de glotis, que les permite sumergirse sin que entre agua a los pulmones»
Más allá de la constante supervisión durante las clases, ¿cómo funciona su mecanismo para evitar ahogamientos?
Es importante que la gente sepa que los bebés tienen un mecanismo que es el reflejo de la glotis, que les permite sumergirse sin que entre agua a los pulmones. Cuando se sumergen, ellos cierran la boca y, cuando lo sacamos, sacan el agua que tienen en la boca. Es un reflejo que se ha desarrollado en el seno materno.
En base a eso, ¿cuándo comienza a ser tarde para que el aprendizaje de la natación sea tan sencillo como lo es con esos pocos meses de vida?
Ese reflejo de glotis del que te hablaba comienza a desaparecer cuando el niño empieza a caminar. Por ello, es entre los catorce meses y los dos años cuando se pierde por completo y, entonces sí, en caso de producirse una caída al agua, esta irá enseguida al pulmón. Por eso, los accidentes por inmersión se producen de forma tan rápida. Los padres suelen decir “estaba ahí mismo”, pero ya es tarde y no se puede hacer nada.
¿Llevarlos a clase de natación a los pocos meses de nacer, evita esos ahogamientos?
Ese reflejo se mantiene. Mientras están en la piscina, siguen haciendo uso de ese reflejo y, por lo tanto, lo hacen parte de sus propias capacidades. Pero es algo que requiere tiempo. Para dar clases de natación es muy importante el compromiso. El bebé crece muy rápido. Un bebé al nacer puede pesar tres kilos y a los cuatro meses ya está en cuatro y medio. Es decir, aumenta de peso cerca de un 50 por ciento en muy poco espacio de tiempo. Lo mismo ocurre con la talla.
Así, todo cambia muy rápido y nos hemos encontrado bebés que a los seis u ocho meses flotan perfectamente y están un mes sin ir a la piscina, cuando vuelven pesan uno o dos kilos más; es como si un adulto subiera 20 kilos en ese mismo tiempo, si quieres volver a hacer las actividades que hacías te resulta imposible.
Cuando habla de compromiso, ¿con qué periodicidad es adecuado ir a la piscina?
Lo que recomendamos es hacerlo una vez a la semana. Otra recomendación muy importante es elegir buenas escuelas, con profesionales formados y con experiencia. Hay que pensar que el proceso evolutivo de los cuatro meses a los dos años genera distintas etapas en el niño. No todos van a flotar o coordinar rápidamente. Cada niño es un mundo.
Por lo que dice, se trata de que ustedes, como profesionales, adapten la enseñanza a cada alumno.
Se trata de una enseñanza personalizada. Como decía antes, cada niño es un mundo y unos son más delgados, más gordos, más intrépidos, más pasivos… Cada uno tiene que llevar su propia evolución. Todos responden igual a los estímulos, pero cada uno a un ritmo determinado.
Además, recomiendo que se pida la posibilidad de hacer una clase de prueba y ver si nos gusta. Hay padres a los que les gusta más la clase en grupo, en las que se trata de pasárselo bien y de cantar. En otras, se trabaja la psicomotricidad y las capacidades del niño desde el principio.
Dentro de esas dos opciones, ¿cuál es la que usted prefiere?
Yo soy de la opinión de que si vamos a dar clase es para trabajar esas capacidades. Además de mejorar cuestiones como fuerza, resistencia, musculatura, circulación, coordinación, respiración… estamos haciendo una importantísima; estamos previniendo que el niño se ahogue. Posibilitamos que, si el niño se cayera al agua por un descuido, pueda quedarse flotando hasta que alguien se dé cuenta.
«La mayoría de ahogamientos de niños se producen en primavera y a finales de verano»
Hablemos de seguridad. ¿Cuándo son más frecuentes los ahogamientos de los niños?
En la primavera y al final del verano. En España hace buen tiempo y, aunque en primavera no estamos pensando en bañarnos, salimos al jardín, donde está la piscina. Nosotros pensamos como adultos, pero tenemos que pensar como los niños. Ellos exploran y experimentan y eso es exactamente lo que para ellos es acercarse a la piscina.
Muchas madres me han manifestado episodios de cómo el niño se le ha caído al agua cuando se ha acercado a la piscina y ha salido flotando gracias a haber iniciado las clases de forma muy temprana. Son accidentes que ocurren de forma más frecuente de la que pensamos.
«Debe haber dos objetivos cuando llevamos al niño a nadar: evitar ahogamientos y desarrollar sus capacidades motoras»
Sucede como en otros tantos ámbitos de la vida. Sólo trascienden los que tienen un desenlace fatal.
Así es, pero sucede con muchísima frecuencia y pueden tener resultados preocupantes. Por ello, entiendo que debe haber dos objetivos cuando llevamos al niño a nadar. Primero, evitar que pueda ocurrir una fatalidad por ahogamiento. Es algo muy triste porque es evitable. Segundo, desarrollar las capacidades motoras del niño.
¿Me lo dice desde un punto de vista deportivo?
No. ¿Va a ser nuestro hijo un gran nadador por empezar tan pronto? Eso no lo sabemos porque, además, va a depender de factores que no podemos controlar como la altura. Hoy en día, los buenos nadadores tienen la talla de jugadores de baloncesto. Yo me refiero a otras cosas. Vamos a conseguir que su capacidad de estimulación muscular y de coordinación sea brutal.
Si van a nadar de forma regular en esa etapa de los cuatro meses a los dos años, son niños que cuando se hacen mayores y hacen cualquier tipo de gesto deportivo, necesitan menos tiempo y esfuerzo para aprenderlo.
«No se puede venir a una clase de natación para bebés mirando la hora. Los niños llevan su ritmo y todos debemos comprender eso»
¿Es partidario de que los padres participen en ese proceso de aprendizaje?
Lo recomendable es que se haga en plan familiar. Que la madre, el padre o ambos vayan con el niño y disfruten. Por ello, es muy importante disponer de tiempo. No se puede venir a una clase de natación para bebés mirando la hora. Los niños llevan su ritmo y todos debemos saber y comprender eso.
Me gusta que los padres participen en la enseñanza porque así también les transmito elementos como la seguridad o la comprensión del porqué hacemos lo que hacemos, claves como nunca darle la espalda al niño. Al final, el padre asume esa manera de enseñar y puede reforzar ese aprendizaje en casa.
Usted está acostumbrado, pero ver por vez primera una clase de natación para bebés puede chocar e, incluso, asustar a los que no tengan experiencia en este campo. ¿Cómo puede explicar a esas personas que, pese a todo, seguir adelante con esas clases es una muy buena idea?
Como decía, existe la opción de hacer las clases pensando en pasarlo bien, pero mi filosofía pasa por conseguir el objetivo de evitar accidentes y enseñar a los niños a nadar. Hay una doble manera de conseguirlo. Una, a corto plazo. La otra, a muy largo plazo y al final el niño nada porque ya le toca, porque tiene tres años o más y es el momento, pero no habrá desarrollado todas esas capacidades que te contaba porque siempre ha tenido un apoyo.
Si tiene ese apoyo, tampoco le hace falta aprender a flotar y, por lo tanto, relacionará el agua como un lugar agradable y seguro. Sin embargo, si cae, acabará ahogándose. ¿Sería preferible que, si el niño no aprende a flotar, que le tenga miedo al agua y así evitar que se acerque a la piscina?
Desde ese punto de vista, sí. Lo que ocurre es que es una situación traumática que genera temor y tensión en el niño, y es algo que hay que superar. Lo que tenemos que hacer, insisto, es enseñarle a moverse. Si el niño viene ya con cuatro años y no sabe nadar, lo que se hace es darle un elemento de flotabilidad como apoyo y que empiece a moverse.
«Los niños se ahogan en una piscina, pero también en una fuente decorativa de una calle o un centro comercial, una bañera, una charca, un estanque…»
Para terminar, y volviendo a la cuestión de la seguridad, ¿los ahogamientos de menores de edad son un problema muy grave?
Es un problema dramático y mundial. Es algo equivalente a muchas enfermedades. Es una pandemia en sí mismo. Los niños se ahogan en la piscina, sí, pero no olvidemos que una fuente decorativa de una calle o un centro comercial puede ser suficiente para que un niño se ahogue; una bañera, una charca, un estanque…
Natación para bebés
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