Nos encontramos en los primeros días del año 1954. El Excmo. Ayuntamiento de Orihuela estaba presidido desde el 19 de junio de 1946 por el abogado José Balaguer Balaguer y la Diócesis se encontraba pendiente del nombramiento de un nuevo Obispo, ya que José García Goldáraz había sido promocionado a la Archidiócesis de Valladolid, aunque desde 24 de octubre de 1953 desempeñaba el cargo de Administrador Apostólico de Orihuela por deseo de la Santa Sede (‘Ad Nutum S. Sedis’), con las facultades de Obispo residencial, hasta el nombramiento del nuevo Prelado que aconteció en favor de Pablo Barrachina y Estevan en marzo de 1954, tomando posesión de su sede el 5 de septiembre de este año.
Celebraciones festeras
Tras dejar atrás los días de Año Nuevo y la festividad de Reyes, en la que como era tradicional la cabalgata de la víspera había descendido desde las ‘Espeñetas’; poco a poco se llegaba al domingo 17 de enero, en el que no faltó la Romería de San Antón, con el palmito tierno, las bolas con esencia de bergamota y el turrón de panizo, ni se echó en falta la rifa del cerdo, ni la presencia del Señor de San Antón, cargo que ocupó ese año el canónigo Jesús Imaz Urcola.
Después, como siempre, el día de la festividad de San Sebastián se celebró el 20 de ese mes, con el sorteo de un borrego adornado con cintas, y se pudo mercar aquellos ‘san Blas’ de barro pintado de dorado que nuestras madres nos lo colgaban al cuello pendiente de cordón, azul para los chicos y rosa para las chicas, para que el mártir y obispo Armenio Blas nos protegiese de los ahogamientos, ya que entre sus milagros se le atribuye el haber salvado a un niño que se le clavó una espina de un pescado en la garganta.
El 3 de febrero de aquel 1954 la nieve alcanzó entre 25 y 40 cm de altura
Y llegó la nevada
Estaba empezando a andar el mes que tradicionalmente se le ha denominado como ‘febrerillo el loco’, ya que ningún día se parece a otro, y se iba desgranando el calendario siguiendo el ritmo de aquel dicho oriolano: ‘Primero febrero, segundo candelero, tercero San Blas, cuarto San Nicolás, y Aguedica viene detrás’. Así fue, y efectivamente dentro de ese mes demente, el miércoles día 3 de 1954 nevó en Orihuela, al igual que en casi toda España.
Pero aquí no estábamos acostumbrados a este fenómeno meteorológico, y menos ver que la altura alcanzada de la nieve fue entre 25 y 40 centímetros. Cuando sucede un hecho extraordinario como éste, es normal que se festejase, y eso fue lo que sucedió y algunos vecinos se echaron a la calle con sus paraguas para disfrutar del paisaje con ese telón de fondo que conforma la vista típica oriolana, desde la huerta hasta la Cruz de la Muela, vestido de albo.
Y para los niños, día feliz sin colegio, pero con la garganta protegida por San Blas contra la faringitis, y si nos dejaban nuestros padres a jugar con la nieve.
Comprobar los daños
El diario ‘ABC’ al día siguiente recordaba una anécdota, acaecida en Gran Bretaña con unas señoritas desplazadas allí durante una guerra y que habían visto nevar por primera vez, y trasladaba dicha anécdota en los siguientes términos: “¡Qué bonita! Voy a coger un poco para mandársela a mamá por correo aéreo. Algo así han debido de pensar ayer las bellas niñas de Málaga, de Sevilla, de Écija, de Orihuela…; las niñas que no han conocido hasta ahora el famoso sudario del invierno nórdico”.
Indudablemente que el temporal de nieve afectó a la agricultura, dando lugar a que el día 7 de febrero se personase en Orihuela, para valorar los daños, Santiago Pardo Canalis, director general de Coordinación, Crédito y Capacitación Agraria y jefe del Sindicato Nacional de Frutos y Productos Hortícolas, acompañado por Servando Fernández Peña, secretario general del Grupo de Agrios.
La de 1926 fue más intensa, alcanzando la nieve el metro de altura
Nevadas históricas
Los periódicos, como el ya citado ‘ABC’ y ‘Línea’ de Murcia, hacían hincapié que esta nevada superaba a la que había sucedido en la noche del 25 al 26 de diciembre de 1926, que vino precedida desde unos días antes con temperaturas de 2º bajo cero.
Se rememoraban otras nevadas sufridas en Orihuela como las de febrero de 1857, que fue mayor que la de este año de 1926, hasta el punto que alcanzó en la huerta más de un metro de altura, viéndose obligados los vecinos a abrirse paso entre ella para ir de una barraca a otra, y también aquella de menor intensidad de 1914 que apenas cuajó.
Sin embargo, esta del segundo día de Navidad, domingo 26 de 1926, dejaba a oscuras a la ciudad al sufrir daños el alumbrado público. Los teléfonos no funcionaban con normalidad y el viento y la nieve se cebaron con los naranjos, causando pérdidas muy importantes.
Hasta tal punto tuvo importancia este temporal que el ‘Diario de Alicante’, que dirigía Emilio Costa, reseñaba que en la capital habían caído “mil toneladas de nieve”, haciendo que se desplomaran los tenderetes de los puestos de turroneros instalados junto al Mercado Central y el tinglado del Circo California instalado en la plaza de Castellón.
Un espectáculo
A final, todo era cuestión de consolarse con aquello de ‘año de nieves, año de bienes’, por lo de la mejora que se pudiera producir en las cosechas. Pero, también era significativo recordar el espectáculo de la ciudad, el campo y la huerta de Orihuela, de ver cambiado el paisaje debido a algo que no estamos acostumbrados, ya que el 26 de diciembre de 1926 y el 3 de febrero de 1954, nevó en Orihuela.