Torrevieja debe su nombre a una torre de guardia ubicada antiguamente por la zona. En aquella época apenas había unas pocas casas de salineros por el territorio. Las descargas de sal desde las salinas hacia los barcos se solían realizar en La Mata, hasta que en 1803 el rey Carlos III decidió trasladar la actividad hacia donde actualmente se ubica el núcleo urbano.
Bastante tiempo tardó el nuevo municipio en consolidarse. Si bien la sal era uno de los productos más valiosos de la época, poco negocio podían hacer los particulares con su venta, pues todas las salinas pertenecían al Reino de España. Así pues, los salineros no eran sino meros funcionarios, y no especialmente bien pagados.
Tampoco ayudaron las guerras que sufrió España en aquellos años y que tanto lastran siempre las exportaciones, como fueron la Guerra de la Independencia (1808-14) contra los franceses o la Guerra Realista (1822-23).
Prosperidad interrumpida
Aún con todo, hacia la tercera década del siglo XIX ya se concentraban cerca de unas 3.000 personas en la nueva Torrevieja. Parecía que por fin se asentaba un poblado en este territorio, antaño considerado infértil para la agricultura y, por tanto, inhabitable por civilizaciones como los íberos, romanos o musulmanes.
Sin embargo aquellos pioneros torrevejenses se toparon con un percance de lo más inesperado. Es cierto que la provincia de Alicante siempre ha sido una zona de terremotos por el encuentro de las placas tectónicas del Mediterráneo con África, pero a finales de la década de 1820 la tierra tembló como nunca lo había hecho.
El gran terremoto
Hacía el otoño de 1828 se empezaron a notar una serie de temblores por la Vega Baja. Concretamente el primero de los seísmos está documentado el 18 de septiembre. Hubo algunos destrozos de edificios por la comarca durante aquellos meses, pero nada comparado con lo que iba a venir.
La madre de todos los terremotos ocurrió el 21 de marzo de 1829 a las 18:15 horas. El epicentro se situó cerca de Guardamar del Segura, pero sus consecuencias se sintieron sobre todo en Torrevieja y Almoradí. La escala fue de 6,6 Mw (para hacer una comparación en la actualidad, el terremoto que asoló Haití en 2010 alcanzó una escala máxima de 7,0 Mw).
Prácticamente todo el municipio torrevejense quedó derruido, y eso que gran parte de las casas eran relativamente de nueva construcción. Por ello, aquel seísmo fue conocido a perpetuidad como ’El Terremoto de Torrevieja’.
Cientos de fallecidos
Las cifras de fallecidos se cifran en 389 personas, además de otros 377 heridos. Gran parte de los afectados eran naturales de Almoradí, donde ocurrieron más desgracias humanas al ser sus calles especialmente estrechas, pues los edificios se derrumbaron los unos sobre los otros.
Igualmente casi todas las construcciones que quedaban en La Mata se vinieron abajo. No se libraron tampoco del terremoto otras localidades de la comarca como Orihuela, Algorfa, Rafal, Daya Vieja, Guardamar, Dolores, Redován, San Fulgencio o San Miguel de Salinas. Incluso en Elche varios edificios sufrieron graves daños. En total se determinó que 2.965 viviendas fueron destruidas y otras 2.396 dañadas durante aquel fatídico mes de marzo.
El obispo de Orihuela presionó al rey Fernando VII para que financiara un plan de reconstrucción de la zona
Reconstrucción tras la catástrofe
Todavía en abril continuaron sucediéndose varios temblores menores en la zona. Se inició entonces una etapa de reconstrucción por la cual Torrevieja resurgió de sus propias ruinas. El Gobierno del Reino de España encargó al ingeniero José Agustín de Larramendi la realización de un proyecto para determinar las obras necesarias en cada una de las localidades de la Vega Baja.
Larramendi encontró un importante aliado en Félix Herrero, obispo de Orihuela, quien presionó a la Corte Real de Fernando VII para que costeara todas las obras necesarias, así como varios envíos urgentes de cereales y otros alimentos que abastecieran a la población afectada por la catástrofe. También se realizaron colectas y donaciones solidarias de particulares a lo largo de toda España dirigidas a la maltrecha Vega Baja.
A raíz del terremoto, durante décadas el urbanismo de Torrevieja fue de casas pequeñas, calles anchas y arbolado abundante
El ingeniero real determinó que las nuevas casas debían tener un máximo de una planta de altura y estar ubicadas en calles anchas para así minimizar riesgos en futuros terremotos. También recomendó la plantación de árboles entre los edificios como barrera natural de derrumbe. Este nuevo urbanismo fue el que definió Torrevieja durante los siguientes 150 años, hasta que el boom turístico cambiara esta localidad para siempre.