La agricultura en Crevillent no pasa por su mejor momento. Hay agricultores que muchas veces ya no lo son y cooperativas que hoy se dedican a otras labores. Personas que han llegado en ocasiones a cambiar el arado o el tractor por la bata de ferretero, por ejemplo. Se habla de la huerta crevillentina, pero en un plano puramente industrial ésta parece haber dejado de existir.
El minifundio, o sea la huerta privada, doméstica, puro autoabastecimiento, yo me lo planto y yo me lo como, conforma el núcleo principal del agro crevillentino. Como ejemplo cabe perderse por la partida rural Sant Antoni Florida, casi pegada a la ciudad, y sí, hay frutales, cultivos, arboleda, asociados a parcelas familiares, algunas donde la vivienda destaca, con su piscina. Tierra de festivos y fines de semana, salvo que se haya querido huir para siempre de los agobios urbanos.
El minifundio o huerta privada es el núcleo principal del agro crevillentino
Tierras sin regar
Desde estas páginas, al hablar del embalse (inaugurado en 1985 para irrigar un 80% de suelo agrícola), se repasaba el teórico alcance del sector. Se usaban fuentes oficiales, aunque los conteos son remotos, del 2013 el último, y se referenciaban “algarrobos, almendros, cítricos, granados, higueras, hortalizas o vides” (un 25% de cultivo secano). En 2021, cuando el mundo empieza a quitarse lentamente un sudario pandémico, esta realidad quizá sólo exista en los ojeos oficiales, que contabilizan árboles, pero no explotaciones.
Las que en teoría quedan, funcionan aparentemente sin teléfono y no abren puertas a la curiosidad. La realidad, te dicen a título confidencial, es que la poca explotación masiva que aún pueda darse en el campo crevillentino pertenece a otros municipios, que efectivamente ahora hay mucho minifundio para uso propio y poco o casi ningún latifundio para comerciar con lo cultivado.
Y tampoco el pantano o el Hondo, o las aguas de la sierra de Crevillent, refrescan las vegas, ya que el precio del agua resulta prohibitivo y no se aprovechan por ahora de ningún riego alternativo, como el goteo.
Los trabajadores acaban yéndose a otros lugares, como Albatera
Migraciones entre municipios
Al final queda una rara ecuación: menos parcelas, menos contratos, más cara el agua, otros riegos, derroche de líquido elemento, más cara el agua… Menudean las propiedades abandonadas, que luego se compran a bajo precio desde otros municipios. ¿Y los trabajadores? “Acaban yéndose a otros lugares, como Albatera, a la breva, a la granada. Aquí ya no queda gente en el campo, ha ido bajando el número de agricultores mucho”, aseguran.
Quizá una explicación pueda ya adivinarse en las cifras que, por ejemplo, manejaba la ‘Gran Enciclopedia de la Región Valenciana’ (1973), cuando se le adjudican al campo crevillentino 1.075 “explotaciones agrarias”, distribuidas así: “El 80 por ciento se hallan entre 0,1 Ha (hectáreas) y 4 Ha. En propiedad se encuentran 7.595 hectáreas; en arrendamiento (simplificando, en alquiler) 109 Ha, en aparcería (en convenio con otro u otros socios) 3 Ha y 212 en otros regímenes”. Parece que la huerta crevillentina nunca tuviera afán de crecer de modo masivo.
La llegada de la industria
La conversión de la manufactura del esparto en la actual industria alfombrera, a partir de 1920, posiblemente comenzó a desviar cada vez más mano de obra desde la tierra hacia el textil, afinan las crónicas más actuales.
La ciudad impulsó una progresiva derivación desde el sector primario o de materias primas hasta el secundario o de transformación. Quizá pueda servir como explicación a vuela pluma. Pero, ¿qué hacemos con todo el derredor de campo fértil con el que Crevillent se proyecta hacia la costa?
La ciudad absorbió en 1884 el poblamiento de San Felipe Neri, fundado en 1729, y vio crecer El Realengo entre 1957 y 1961. Se trata de dos vecindarios diseñados a escuadra y cartabón como colonias agrícolas, fruto de un planteamiento que no cuaja, a tenor de lo visto, en este siglo XXI. Entre medias, acequias y azarbes, y mucho terreno baldío. Por estos lares (sur y oeste), el municipio conecta con Albatera, Callosa de Segura, Catral, Dolores y San Isidro: huertas hoy más productivas. ¿Efecto llamada?
«La gente que estaba en el campo, trabajando, se hace mayor o se ha ido muriendo, y los jóvenes ya no saben», nos comentan
Ecos institucionales
De momento, no aparecen en las páginas institucionales acciones concretas destinadas específicamente al agro crevillentino. Si acaso, el Ayuntamiento incluye en PDF, en el espacio de su web destinado a la Agencia de Desarrollo Local, el texto íntegro del “Real Decreto-ley 13/2020, de 7 de abril, por el que se adoptan determinadas medidas urgentes en materia de empleo agrario”.
Los ánimos no se encuentran en lo más alto desde la huerta. Quienes quedan aún a pie de azada, o ya dejaron siembra y cosecha por otras faenas, no pueden evitar regar con un jarro de agua bien fría: “La gente que estaba en el campo, trabajando, se hace mayor o se ha ido muriendo, y los jóvenes ya no saben. Y se van a trabajar a otros sitios. Cada vez queda menos gente que se haga cargo del campo crevillentino”.