Entrevista > Laura Navarro / Terapeuta ocupacional y guía de Cumbres sin Barreras
Los avances tecnológicos, en este caso en forma de una silla de ruedas adaptada y de nombre Joëlette; la cada vez mayor concienciación social sobre la necesidad de eliminar barreras de todo tipo; y, sobre todo, la ejemplar y admirable labor de personas voluntarias que deciden invertir su tiempo libre en hacer felices a los demás, han permitido que cada vez sean menos las actividades y los lugares vetados a personas con cualquier tipo de discapacidad.
Hace pocos meses, el Parc Natural de la Serra Gelada fue escenario de la primera salida de un grupo de voluntarios de Cumbres sin Barreras en la provincia de Alicante. Kiara, la usuaria que tuvo el honor de inaugurar esta iniciativa, pudo disfrutar de una ruta de montaña que, de otra manera, le habría resultado inaccesible.
Laura Navarro, trabajadora de Decathlon Finestrat y terapeuta ocupacional, es la portavoz de este equipo y, como se desprende de sus palabras, una persona con una clara vocación de ayuda a los demás. Ella nos explica en qué consiste este interesantísimo e ilusionante proyecto.
«De momento, la actividad la realizamos dentro de la provincia, pero no descartamos seguir expandiéndonos»
¿En qué consiste la actividad que están realizando?
Se trata de practicar senderismo en modalidad de ‘trail’ dirigido a personas con movilidad reducida que, por su condición física, tienen limitado el acceso a la montaña.
Lo que hacemos, básicamente, es acompañarlos usando a Joëlette, que es una silla adaptada, en aquella ruta que el usuario elija. De momento, dentro de la provincia de Alicante, pero no descartamos seguir expandiendo esos límites y abrir el juego a demanda de las personas.
Muchas veces hemos visto, a través de los medios de comunicación, proezas extraordinarias como personas con distintas discapacidades llegando a la cima del Everest. En el caso de su actividad, ¿cuáles son sus límites actuales?
En principio no tenemos ninguno. Es cierto que siempre dependerá un poco del terreno y, sobre todo, de lo que nos pida la persona que solicite nuestro servicio. Hay un montón de opciones, alternativas, herramientas y un equipo detrás que se ocupa de lo que haga falta. Si es necesario, llevamos la silla en alto.
«Usamos una silla que llega a cualquier cima de nuestro entorno; no tenemos límite en cuanto al terreno»
El modelo de silla que utilizan, por lo tanto, ¿no tiene impedimentos en ningún terreno?
Si quieres la puedes meter en cualquier cima de nuestro entorno. Por eso digo que no tenemos ningún límite. Obviamente, sí tiene que haber una preparación detrás.
Yo trabajo en Decathlon Finestrat y soy terapeuta ocupacional. A la vez, he hecho un convenio con Cumbres sin Barreras y ellos compiten en ‘trail’ con Joëlette, habiendo conseguido resultados muy importantes y victorias tanto en España como a nivel internacional. Son gente que tiene un bagaje y un recorrido muy grande con esta silla.
En su caso concreto, ¿cuál fue la primera salida que realizaron?
Fue en la Serra Gelada y se hizo allí a petición de Kiara. Es una subida con poco recorrido, pero con un desnivel bastante pronunciado y un terreno muy abrupto. Debo decir que salió muy bien.
¿Tienen ya alguna planificada?
Sí, ya está solicitada y, casi con toda seguridad, se realizará por la sierra de Bernia.
«Cualquier persona con movilidad reducida puede hacer uso de esta iniciativa»
¿Cuál es el perfil de los usuarios de esta iniciativa? ¿Son en su mayoría personas que han perdido la movilidad en un momento dado de sus vidas, pero que antes ya practicaban deportes de montaña?
No hay un perfil determinado en ese sentido. Pueden ser personas con movilidad reducida de nacimiento, o, como dices, alguien que la haya visto limitada posteriormente por alguna circunstancia. Cualquier persona con movilidad reducida puede hacer uso de esta iniciativa.
¿El equipo humano está formado por voluntarios?
Todos los que realizamos este trabajo somos, efectivamente, voluntarios. El único requisito que no se puede negociar es que te tiene que gustar la montaña (ríe). Con eso, sale todo.
Esta iniciativa tiene cierta similitud con el baño adaptado en las playas. En definitiva, se trata de abrir nuevas opciones y horizontes que, de otra manera, estarían vetados para los usuarios.
Exacto. A mí no me gusta el término de ‘personas con discapacidad’, sino el de ‘personas con diversidad funcional’. Al final, todos tenemos distintas capacidades. Yo no puedo hacer un Ironman y hay gente que sí. Lo digo porque considero que, en muchas ocasiones, los límites los está imponiendo la sociedad, y creo que lo que tenemos que empezar a hacer es ayudar a capacitar.
De alguna forma, si no la entiendo mal, aumentar la autonomía de las personas.
Trabajar la propia autonomía es una de las cosas que más me gustan, pero cuando no llega hay que intervenir. Kiara, la persona con la que hicimos la primera salida en la Serra Gelada, sí tiene una pequeña movilidad, pero necesita un andador. Por ello le resulta imposible acceder a la montaña, y es evidente que no se puede modificar un parque natural para hacerlo adaptado.
Uno de los aspectos que potenciamos es que, si el usuario quiere, se pueda bajar de Joëlette en cualquier momento y disfrutar un rato de la ruta. De hecho, con Kiara aparcamos la silla en la cima.
Supongo que también habrá momentos en que no quede otro remedio que dejar la silla de lado por las circunstancias del terreno.
Eso podría suceder, si finalmente la hacemos, en la ruta del Forat. Allí tendríamos que dejar la silla aparcada y entrar de alguna otra manera porque, sencillamente, no cabe.
Supongo que los usuarios tienen muy claro que quieren realizar la actividad, pero que, a la vez, puede existir cierto grado de preocupación en su entorno más directo por verlo como una actividad de riesgo. ¿Es así?
Por fortuna, las familias suelen apoyar en todo este tipo de iniciativas; pero es verdad que, en muchas ocasiones, es esa sobreprotección la que crea ciertos límites. Yo animo a los allegados a que permitan que estas personas sean libres y decidan, experimenten y vivan por sí mismas esas experiencias que, al final, son muy enriquecedoras y motivadoras. Les van a servir para empoderarse.
Lo que hay que hacer es apoyarlos en todo lo que se pueda, y por fortuna cada vez más son las familias las que aplauden cualquiera de esas iniciativas. Por el momento tengo la suerte de no haberme encontrado entornos sobreprotectores sino todo lo contrario, gente que acompaña en todo.
Entiendo que las personas que realizan esta actividad tienen inquietudes diversas en este sentido.
Así es. De hecho, una de las usuarias compite en distintas modalidades deportivas y quiere hacer un barranco, Kiara se va a ir ahora a hacer ‘rafting’… son gente muy dinámica y sus familias les acompañan en todo, algo que se agradece muchísimo.
«Los usuarios tienen que confiar en el equipo, porque subir con la silla impacta mucho»
¿Los usuarios deben hacer algún tipo de preparación especial antes de afrontar la actividad?
Básicamente, deben tener confianza en el equipo que les va a llevar porque es cierto que subir con la silla es algo que impacta mucho. Al fin y al cabo, nada depende de ti en ningún momento y depositas tu confianza y hasta tu vida en ese grupo.
«Lo que se siente en la silla no es vértigo, pero sí una sensación similar»
Se trata de no tener demasiado miedo. Para describir lo que se siente en la silla no hablaría de vértigo pero sí de una sensación similar. Ahora bien, es cuestión de probarlo porque la adrenalina siempre acaba siendo adictiva.
¿Se trata siempre de una experiencia individual o se puede hacer en grupo?
Actualmente, Cumbres sin Barreras dispone de dos sillas, y por lo tanto el número máximo por salida sería de dos usuarios. Por supuesto, pueden participar la familia o los amigos. También se ofrece el servicio, por ejemplo, a colegios con un aula inclusiva.
«La duración de las rutas es muy similar a lo que se pueda tardar andando»
¿La actividad tiene una duración determinada?
Depende únicamente de la ruta que se vaya a realizar. Más o menos, es una duración muy similar a lo que se pueda invertir para hacer ese mismo recorrido andando. Por ejemplo, en Serra Gelada subir a las antenas dura una hora y media, y hacer la circular del Puig Campana pueden ser unas cuatro horas.
Si me permite la broma, estamos hablando de pasear por la montaña pero con la dificultad añadida de ejercer de ‘sherpas’ de otro. ¿Cuántas personas conforman el equipo en una salida de este tipo?
(Ríe) Así es. Una vez más, depende del itinerario y de las propias personas, pero te puedo decir que tengo compañeros que veo capaces de hacer la ruta completa entre dos. Lo normal es que el grupo sea más grande y vayamos turnándonos.
Si tuviera que encontrar una motivación común a todos los usuarios, ¿cuál sería?
El afán de superación. Vivir esas nuevas sensaciones y acabar con límites y barreras. Dejar atrás los mensajes de ‘no puedes’. Son ganas de demostrar que sí se puede. Que es posible alcanzar una cima, proponerse y conseguir un reto, llegar a un sitio que siempre les ha sido negado… Es interés por experimentar, ver y sentir.
¿El que prueba, repite?
Sin ninguna duda. No solamente eso: Kiara nos dijo que contáramos con ella para cualquier tipo de carrera y a finales de octubre va a participar en un evento de ‘trail’ solidario en Alcoy. No solo repiten… ¡es que van con todo!
¿Sucede lo mismo, aunque no sé cuál es el término correcto, con los guías?
(Ríe) ¡Me ha gustado el que has usado antes de ‘sherpa’! Sí, sucede lo mismo. Es una sensación y una experiencia superbonitas. No ya por la actividad en sí, sino también por el trabajo en equipo y el vínculo que se crea. Al final, es precioso poder compartir algo que te apasiona, la montaña, con alguien que pensaba que no podía hacerlo. Es… no tengo palabras para describirlo.
¿Cómo se puede solicitar esta actividad?
En la página web de Decathlon hay un apartado llamado ‘Mi experiencia deportiva’. En este caso, no es preciso tener puntos y únicamente se pide una aportación simbólica de doce euros que va íntegramente destinada a Cumbres sin Barreras.