El núcleo de la Tierra se formó muy pronto en los 4.500 millones de años de historia de nuestro planeta, en los primeros 200 millones de años. La gravedad arrastró el hierro más pesado hacia el centro del joven planeta, dejando los minerales rocosos y de silicato para formar el manto y la corteza.
La formación de la Tierra capturó mucho calor dentro del planeta. La pérdida de este calor y el calentamiento por la desintegración radiactiva en curso han dirigido desde entonces la evolución de nuestro planeta. La pérdida de calor en el interior impulsa el flujo vigoroso en el núcleo exterior de hierro líquido, que crea el campo magnético de la Tierra. Mientras tanto, el enfriamiento en el interior profundo ayuda a impulsar la tectónica de placas, que da forma a la superficie del planeta.
A medida que la Tierra se fue enfriando, la temperatura en el centro del planeta acabó cayendo por debajo del punto de fusión del hierro a presiones extremas, y el núcleo interno empezó a cristalizarse. En la actualidad, el núcleo interno sigue creciendo a un ritmo de aproximadamente 1 mm de radio cada año, lo que equivale a la solidificación de 8.000 toneladas de hierro fundido cada segundo. En miles de millones de años, este enfriamiento acabará por hacer que todo el núcleo se vuelva sólido, dejando a la Tierra sin su campo magnético protector.
Se podría suponer que esta solidificación crea una esfera sólida homogénea, pero no es así. En la década de 1990, los científicos se dieron cuenta de que la velocidad de las ondas sísmicas que viajaban a través del núcleo interno variaba inesperadamente. Esto sugería que algo asimétrico estaba ocurriendo en el núcleo interno.
En concreto, las mitades oriental y occidental del núcleo interno mostraban variaciones diferentes en la velocidad de las ondas sísmicas. La parte oriental se encuentra bajo Asia, el océano Índico y el océano Pacífico occidental, y la occidental se encuentra bajo América, el océano Atlántico y el Pacífico oriental.
El nuevo estudio ha investigado este misterio, utilizando nuevas observaciones sísmicas combinadas con modelos geodinámicos y estimaciones de cómo se comportan las aleaciones de hierro a alta presión. Descubrieron que el núcleo interno oriental situado bajo el mar de Banda, en Indonesia, está creciendo más rápidamente que el occidental, situado bajo Brasil.
Este crecimiento desigual es como si se tratara de hacer un helado en un congelador que solo funciona en un lado: los cristales de hielo se forman únicamente en el lado del helado donde el enfriamiento es efectivo. En la Tierra, el crecimiento desigual se debe a que el resto del planeta absorbe el calor más rápidamente en algunas partes del núcleo interno que en otras.
Pero, a diferencia del helado, el núcleo interno sólido está sometido a fuerzas gravitatorias que distribuyen el nuevo crecimiento de manera uniforme a través de un proceso de flujo interior sigiloso, que mantiene la forma esférica del núcleo interno. Esto significa que la Tierra no corre peligro de volcarse, aunque este crecimiento desigual queda registrado en las velocidades de las ondas sísmicas en el núcleo interno del planeta.