Los volcanes son unos de las actores más devastadores de la naturaleza. Su conexión con el centro de la Tierra y la dependencia de un gran número de factores para provocar una erupción hacen de ellos una amenaza constante e imprevisible.
Cuando se produce uno de estos eventos en alguno de los volcanes más grandes del planeta su fuerza destructiva no conoce límites. Son fuerzas monumentales de una potencia tan desmesurada que tienen la capacidad de expulsar millones de metros cúbicos de lava al exterior, además de una ingente cantidad de partículas a la atmósfera, tapando la luz del sol y enfriando la temperatura del planeta.
Al expulsar millones de toneladas de estas partículas, estas son capaces de afectar al clima global, como ocurrió en 1991 con la erupción del monte Pinatubo, que causó en un descenso temporal en las temperaturas globales de 0.5 ºC. Su poder como refrigerantes naturales del planeta está más que demostrado, pero ni siquiera estos gigantes escapan a la acción del hombre y, por consiguiente, al cambio climático.
El efecto de los volcanes
No es ningún secreto que el deshielo puede provocar más erupciones cerca de los polos, con territorios como Islandia donde la actividad volcánica es notable como los más afectados. También afecta el hecho de que el océano esté cada vez más fragmentado en capas.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications sugiere que un aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero ayudaría a que las nubes volcánicas resultantes de grandes erupciones alcanzaran alturas más elevadas en la atmósfera de lo que lo hacen en la actualidad. Al expandirse con mayor rapidez debido a una mayor altitud, reflejarían una mayor cantidad de luz solar, lo que desembocaría en descensos de las temperaturas mucho más extremos.
En su investigación, el geofísico de la Universidad de Cambridge Thomas Aubry y sus compañeros combinaron simulaciones de erupciones volcánicas tropicales con un modelo climático global. Gracias a ello, simularon la respuesta que tendrían las nubes resultantes de cada erupción dependiendo del tamaño del volcán tropical –bien fueran de tamaño medio o de volcanes de grandes dimensiones– desde que se tienen datos hasta el año 2100, el escenario más pesimista de las proyecciones del informe del IPCC, donde la Tierra se habrá calentado un total de 6 ºC.
Más altura, más reflejo
Cuando los sulfatos, este tipo de partículas formadas a base de azufre en reacción con el agua, llegan a la estratosfera, son capaces de causar un pequeño periodo de enfriamiento global. Sin embargo, de cumplirse el escenario de aumento de temperatura global en 6 ºC, la troposfera se situaría 1.5 kilómetros por encima de lo que está en la actualidad. ¿Qué significa esto? Las erupciones en volcanes de tamaño medio no llegarían hasta la estratosfera, por lo que el efecto refrigerante no se conseguiría.
Sin embargo, la cosa cambiaría cuando se tratase de erupciones de tamaño masivo en alguno de los grandes volcanes tropicales de planeta. Estas sí que serían capaces de expulsar sulfatos hasta la nueva altura de la estratosfera, que a su vez estaría más fría, haciendo que los gases viajasen a una mayor altura y velocidad de la que lo hacen en la actualidad, aumentando el efecto refrigerante en un 15%, aseguran los investigadores.
A pesar de que se trata de un modelo realizado a base de las predicciones más pesimistas que maneja el informe del IPCC centrado únicamente volcanes tropicales, algunas de las consecuencias descritas ya se han demostrado con anterioridad, como es el caso de una estratosfera cada vez más fría, el aumento de altura de la troposfera y la aceleración en la circulación de partículas.
Queda, por lo tanto, comprobar estos efectos en modelos climáticos más realistas y analizar qué tendría un mayor impacto en la temperatura global, si bien el enfriamiento gracias a las grandes erupciones que mandarían más partículas a la estratosfera o el calentamiento fruto de las partículas que no llegan tras ser expulsadas en erupciones de tamaño mediano. En el futuro, los investigadores tratarán de integrar nuevas incógnitas a la ecuación, como el aumento de las erupciones tras los deshielos, para elaborar modelos más precisos que permitan conocer al detalle las consecuencias del cambio climático en la actividad volcánica.