Afrontamos el que, para la mayoría de familias, será el último fin de semana antes del arranque del curso escolar y, para despedir como se merece el largo periodo de vacaciones de los más pequeños, una gran idea puede ser dedicar parte del mismo a descubrir alguno de los muchos secretos que la Costa Blanca nos puede ofrecer.
Una de esas perlas mediterráneas que merece la pena ir descubriendo en distintas visitas son los muchos faros que, a lo largo de los siglos, se han ido construyendo en nuestras costas y que ahora, automatizados y sin fareros que los atiendan, son visitables en muchos casos.
Además, dar un paseo por las linternas de la Costa Blanca puede servir también para dejar volar la imaginación de niños y mayores imaginando cómo era la vida en los faros antes de la llegada de la automatización e, incluso, aquel lejano tiempo en el que las incursiones de corsarios y piratas suponía una preocupación constante para los pueblos costeros.
Faro de Punta del Albir (L’Alfàs del Pí)
Durante los últimos años, seguro que muchos de habéis reconocido en Instagram cierta loma que desciende mientras un faro resurge de fondo. Se trata de la ruta asfaltada que conduce hasta el Faro del Albir, situado en el Parque Natural de Serra Gelada y convertido hoy en un centro de interpretación de vida marina.
Construido en 1863 junto a la antigua Torre Bombarda, antaño un puesto vigía para alertar a los vecinos de los ataques de piratas, el faro del Albir reluce en mitad de los acantilados como una joya de otro tiempo, tan mágica como atemporal.
Faro de Santa Pola
Tras recorrer unos metros entre pinos y caminos de grava, el faro de Santa Pola se despliega en el cabo homónimo revelando todo su encanto.
Construido en 1858 sobre la antigua torre de la Atalayola (hoy camuflada en las inmediaciones), este faro es la perfecta excusa para asomarse a su imponente mirador, el cual revela una fantástica panorámica de la Huerta de Elche, la ciudad de Alicante y la isla de Tabarca, especialmente al atardecer.
Faro de la Isla de Tabarca (Alicante)
Cuando dejas atrás el pueblecito de Tabarca para cruzar al lado oriental de la isla, te invade la sensación de haber llegado a un lugar donde se evapora el tiempo.
Rodeado de agaves inclinados y gaviotas temerarias, el faro de la isla de Tabarca destaca entre los ocres áridos y el azul Mediterráneo como un superviviente, incluso un espejismo.
Construido en 1850, este faro acoge hoy un laboratorio biológico que sirve como refuerzo a la Reserva Marina de Nueva Tabarca, enfocada a la conservación del ecosistema isleño. Además, el mismo se ilumina poco antes de la puesta de sol para apagarse antes del amanecer.
Faro del Cabo de la Nao (Jávea)
El Cabo de la Nao de Jávea se adentra en el mar como una lengua caprichosa y exuberante, destacando la presencia de su faro, considerado como el primero de España que instaló un sistema de giro por acetileno.
Incluido dentro de la microreserva de la Nao, este faro supone la perfecta base desde la que obtener una panorámica única de lugares como el peñón de Ifach de Calp o la isla del Descubridor.
Faro del Cabo de San Antonio (Jávea)
Jávea es tierra de faros, especialmente gracias a una costa abrupta dominada por los cabos de la Nao y el de San Antonio.
En este segundo, la visita a su faro se convierte en la mejor premisa para iniciar una corta ruta por el Parque Natural del Montgó hasta recalar en esta estructura ubicada a 170 metros de altura e inaugurada en 1855.
Además de sus bellas vistas panorámicas, es considerado como el punto de Alicante más cercano a la isla de Ibiza.
Faro del Cabo de la Huerta (Alicante)
Inaugurado en 1856 y provisto de una luz con un alcance de hasta 10 millas, el faro del Cabo de la Huerta de Alicante se encuentra en el barrio costero limítrofe con la zona de Playa San Juan e incluso posee contacto visual con el faro de Santa Pola.
Un mirador perfecto de las calas de la zona, envuelto entre brisa y pinos que le confieren una solitaria ubicación en un lugar estratégico.