Entrevista > Vicente Jorro / Responsable del área de remo del C.N. de Altea
Existen leyendas que aseguran que los pescadores vascos consiguieron, en su incesante e incansable tarea de la pesca de la ballena, llegar a Terranova a bordo de sus traineras. Aunque suene a ‘bilbainada’, y de las gordas, lo cierto es que esas embarcaciones, hoy evolucionadas al mundo de la competición, fueron el origen de un deporte que, al menos en Euskadi, goza de una salud y una popularidad tremendas.
Salud envidiable
En Altea, con menos ruido y, sobre todo, menos recursos; el remo también goza de una salud envidiable. Vicente Jorro, entrenador y responsable del área de remo del Club Náutico de Altea, no sólo puede presumir de éxitos competitivos sino, sobre todo, de haber conseguido que los cursos recreativos hayan llenado todas sus plazas obligando a abrir nuevos turnos.
Para el siguiente paso, el que coloque al remo entre los deportes con mayor tirón popular, se tienen que dar algunas circunstancias que escapan del control de Jorro y sus deportistas. Apoyo mediático y, sobre todo, cobertura televisiva que atraiga a patrocinadores se antojan como claves del asunto. No saben si eso llegará, pero eso no les resta ilusión en su labor diaria de pelea con el mar.
Jorro, que está al cargo del equipo de competición, sueña con alcanzar grandes éxitos con sus regatistas; pero tiene muy claro cuál es el objetivo principal de cualquier actividad que se desarrolla en un club náutico como el de Altea: abrir la puerta del mar a la ciudadanía. Sin duda, con el remo, lo está consiguiendo.
La mayoría de las personas, cuando se habla de deporte náutico, piensa en la vela. ¿Comparte esa sensación, en cuanto a visibilidad, de ser el ‘patito feo’?
(Ríe) No, porque, aunque lo que comentas es muy cierto, lo tenemos asumido. En los estatutos de los clubs náuticos figura que se deben fomentar los deportes náuticos y, sobre todo, la vela. No sabría decir las razones. Quizás, porque en su momento era un deporte más elitista y se consideró que era necesario fomentarlo más.
«Ahora mismo, la vela y el remo son dos deportes que, en Altea, están a la par»
En cualquier caso, en Altea sí existe una gran tradición de remo que, además, se ha mantenido en el tiempo.
Efectivamente, aquí es un deporte que tiene mucho auge porque, como has dicho, es tradicional. Buena parte del remo que practicamos en toda la costa española, en cada lugar con sus particularidades, nace de una embarcación autóctona que venía de la pesca.
Eran los propios pescadores los que, coincidiendo con las fiestas de Sant Pere o de la Virgen del Carmen, organizaban una regata festiva que, con el tiempo, se fue regulando por la federación y haciendo competitivo. Así es como ha llegado a nuestros días.
Esa buena salud del remo en el Club Náutico de Altea, ¿iguala fuerzas con la vela?
Ahora mismo son dos deportes que, en Altea, están a la par, aunque es cierto que aquí, como en todos los clubes, se invierte más dinero en la vela.
Quizás el gran ejemplo de visibilidad para el remo lo encontremos en Euskadi, donde existe un potente circuito de traineras, las competiciones son retransmitidas por televisión y los propios remeros son deportistas con mucho prestigio. ¿Qué falta en el Mediterráneo para llegar a ese nivel?
Es una buena pregunta, porque se pueden dar diferentes argumentos. Creo que, como tú mismo has dicho, el elemento fundamental que nos diferencia con el remo del Cantábrico es, precisamente, la televisión.
El hecho de que allí aparezca en la tele este deporte pone en marcha una correa de transmisión que hace que los patrocinadores se acerquen ya que van a tener visibilidad. Y eso, a su vez, se traduce en dinero.
«Altea puede estar orgullosa de Emily Jane, la primera mujer proveniente de la zona mediterránea que ha ganado una Bandera de La Concha»
Y esa bonanza presupuestaria, a su vez, genera la posibilidad de contar con los mejores remeros.
Así es. Nos encontramos con plantillas en las que se hacen fichajes, con médicos, con psicólogos… Pero lo que no podemos perder de vista es que, en realidad, todo viene de lo mismo: las traineras también son, aunque ahora construidas con materiales de nuevas tecnologías, la evolución de embarcaciones de pesca que han llegado desde su origen marinero a la alta competición.
Es la misma evolución que hemos tenido aquí; pero es verdad que ellos, gracias a haberle dado una mayor difusión al deporte, han conseguido generar un movimiento social muy importante. Sólo hay que ver una regata de la Bandera de La Concha, que aglomera fácilmente a 200.000 personas. De hecho, se la llama la olimpiada del remo.
Sé que usted, y una de sus regatistas, han estado presentes precisamente en esa gran competición que es la Bandera de la Concha…
He estado en varias ocasiones junto a nuestra remera Emily Jane, que estuvo fichada. Creo que Altea puede estar orgullosa de esa circunstancia porque, de la zona mediterránea, ha aportado a la primera mujer que ha ganado una Bandera de La Concha proveniente de fuera del Cantábrico.
Gracias a ella y a sus dos victorias he podido vivir desde dentro esa regata, que es una experiencia que no olvidaré nunca.
«Buena parte del remo que practicamos en toda la costa española nace de una embarcación autóctona que venía de la pesca»
Regresando a la cuestión histórica del remo en Altea, la embarcación de pesca más típica en el pasado era el llaut que, si bien sí podía ser impulsado a remo, montaba aparejo de vela latina. ¿Sería este tipo de barco el origen del remo que aquí se practica?
En efecto, el origen debemos buscarlo en el llaut. Era un barco provisto, como has dicho, de vela latina; pero también tenía sus toletes para remar cuando no había viento. Lo que sucede es que las primeras competiciones, que se hacían con motivo de Sant Pere o la Virgen del Carmen, no se hacían con el llaut que tenemos hoy en día, sino con el que se usaba para la pesca.
Para ello, se desarbolaba todo el aparejo, se pintaba el barco… en definitiva, aprovechaban para ponerlo bonito y las regatas se hacían con ese mismo barco. En aquel momento, claro está, no había federaciones ni reglamentos y, por lo tanto, lo que hacían era poner una boya de corcho, jugarse su dinerillo y hacer su fiesta.
«He podido vivir desde dentro la Bandera de La Concha en dos ocasiones y es una experiencia que no olvidaré nunca»
¿Cuándo se podría datar el salto entre ese remo tan festivo y los primeros pasos hacia una competición más parecida a la que conocemos hoy en día?
Diría que entre los años 50 y 60 del siglo pasado. En la Cofradía de Pescadores todavía se guardan fotos y trofeos de aquella época, cuando comenzaron a organizarse las regatas del Falucho Mediterráneo de las Falanges del Mar, llegándose a hacer ya campeonatos de España.
En ese momento es cuando ya nos encontramos con unos llauts hechos para competir, montados para ocho tripulantes con patrón y que se hacen de forma exclusiva para estas regatas.
Sin embargo, aquello decayó pronto.
Está relacionado, una vez más, con la realidad social del momento. Todavía se arrastraba una importante crisis social y económica, derivada de la posguerra, y mucha gente optó por emigrar. En nuestro caso, muchas personas se fueron a Francia o Suiza y esas regatas dejaron de celebrarse.
¿Por qué no se perdió del todo el uso de esos barcos?
Es una historia bonita. Aquellos barcos eran de madera y, al caer en desuso, acaban rompiéndose y pudriéndose. A principios de los años 80, la Federación Valenciana de Remo, junto a la conselleria de Deportes de la Generalitat Valenciana, tuvieron la genial idea de conseguir uno de estos barcos para restaurarlo.
«Como muchos otros clubes hemos tenido un bajón debido a la pandemia. Por fortuna, estamos recuperando la confianza y la actividad está remontando»
Y eso ¿cómo lo consiguieron?
Encontraron uno en el Club Náutico de Benidorm. Estaba en muy malas condiciones, pero pudieron restaurarlo para hacer un molde. Con ello, la Federación y la Conselleria encargaron una primera partida de ocho llauts hechos ya en fibra de vidrio.
Para que veas que no podemos hablar, como decíamos al principio, de ‘patitos feos’ en cuanto al trato que en Altea recibe el remo; ya en ese momento fuimos pioneros porque el Club Náutico compró una de esas ocho primeras unidades y la Cofradía de Pescadores adquirió otro.
¿Cómo está el estado de salud del remo alteano hoy en día?
Es cierto que, como muchos otros clubes, hemos tenido un bajón debido a la pandemia. No creo que sea sólo por miedo, sino porque muchos deportistas tienen gente mayor en su casa y han querido proteger a su entorno. Por fortuna, estamos recuperando la confianza y la actividad está remontando.
Es entendible porque no dejan de ser barcos grupales.
Aunque no hay un contacto directo, no deja de ser una embarcación en la que van ocho personas; y en este tiempo hemos pasado por momentos en los que no sabíamos muy bien por dónde coger esta pandemia y a qué atenernos.
«Tenemos los cursos de remo de recreo prácticamente llenos y, seguramente, tengamos que abrir más turnos»
En cualquier caso, y esto es lo positivo, la afición no se ha perdido y la gente está de vuelta.
Nosotros trabajamos, además de la línea competitiva, la recreativa. A día de hoy, tenemos los cursos de remo de recreo prácticamente llenos y, seguramente, tengamos que abrir más turnos para poder hacer frente a toda la demanda.
Además del ámbito competitivo y recreativo, está también el terapéutico. Grupos como Anémona han apostado por el remo como deporte para sus asociadas. ¿Qué es lo que aporta?
No soy ningún experto en ello, pero estas asociaciones se han volcado en el remo porque está aconsejado por los especialistas médicos como una actividad muy beneficiosa en sus tratamientos.
Efectivamente, son asociaciones que están comprando embarcaciones y que están fomentando el remo en ese nivel y, por supuesto, los clubes no nos podemos centrar sólo en la competición. Nuestro objetivo real es el de abrir las puertas al mar, conseguir que la gente pueda salir a disfrutar del mar haciendo deporte de una manera moderada, sin pensar en objetivos competitivos.