Entrevista > Luis Bagué / Escritor y profesor universitario (Palafrugell, Girona, 4-diciembre-1978)
De origen catalán pero criado en Mutxamel, municipio en el que continúa residiendo a pesar de que casi a diario debe coger el coche para trabajar en la Universidad de Murcia como profesor de Literatura.
El nombre de Luis Bagué Quílez le puede sonar por alguna de las muchas obras de poesía que ha escrito y que le han hecho ganar multitud de premios. Quizás le suene más por sus críticas literarias que firma en El País. Pero incluso aunque no le suene de nada, merece la pena conocerle pues es uno de los grandes referentes intelectuales de nuestro pueblo.
Siendo gerundense, ¿por qué acabaste en Mutxamel?
Mis padres eran profesores de Lengua en Secundaria y quisieron mudarse a esta zona, tanto por su mejor clima como por una serie de circunstancias familiares. En primer lugar recalamos en Elche, donde llegué teniendo siete años. Y desde los diez años vivo en Mutxamel.
«Los cuentos de Cortázar marcaron mi adolescencia»
Te iba a preguntar que de dónde te viene la devoción por la literatura, pero supongo que ya no hace falta.
Sí, de casta le viene al galgo (risas). Mis padres siempre han sido muy lectores y además mi abuelo fue profesor de francés. En mi casa teníamos una biblioteca bastante grande y para mí leer siempre fue un acto muy natural, porque siempre tenía los libros a mano.
¿Cuáles fueron los primeros libros que recuerdas?
Recuerdo haber leído los cuentos de Julio Cortázar cuando tenía doce años. Me marcaron muchísimo. A mí los libros infantiles del cole, salvo algunas excepciones como ‘El pirata garrapata’, en general me aburrían bastante. Así que al leer ‘Bestiario’, concretamente un cuento sobre alguien que vomitaba conejitos con un planteamiento más trágico que cómico… enseguida me di cuenta que era algo distinto a todo lo que conocía hasta entonces.
Empecé con cuentos y novelitas cortas, sin ningún orden ni concierto, leyendo incluso a veces cosas inapropiadas para mi edad como ‘Los muertos’ de James Joyce. Luego me fui aficionando a algunos autores tipo Martin Amis o Paul Auster.
¿Y cuándo empezaste con la poesía?
Pues curiosamente tarde. Siempre se dice que la poesía es el género juvenil y luego se pasa a la narrativa, pero a mí me ocurrió al revés. En el instituto yo escribía cuentos, y no fue hasta COU por una causa muy concreta.
En una semana de la cultura de mi instituto un profesor, llamado Pepe Satorre (fallecido recientemente por covid), llegó con un saco de libros poéticos. A raíz de ahí empecé a leer poesía contemporánea como ‘los poetas de la experiencia’ o Luis García Montero. Esto también fue un camino inverso, pues fui desde los actuales hacia atrás en la historia.
Sin duda esto resultó decisivo. Antes yo tenía una imagen muy romántica de la poesía, la veía como si toda fuera el autor becqueriano que escribe llorando sus sentimientos. En otras palabras, la veía aburrida. Y fue a partir de estas lecturas cuando descubrí que los poetas podían meter pantalones y semáforos en sus libros, es decir, problemas cotidianos de la vida.
«Me inicié en la poesía gracias a un profesor de mi instituto»
¿Cuál fue tu primera publicación?
No fue un libro, sino una serie de poemas con los que gané el primer premio de un concurso que organizó la Universidad de Alicante (UA) y que salieron publicados en una pequeñita colección. Aquello fue como poner un pie en el Parnaso (risas). Mi primer libro de poesías ‘Telón de sombras’ lo publiqué unos pocos años más tarde.
Estudiaste Filología Hispánica en la UA, y ahora eres profesor de literatura en la Universidad de Murcia. ¿Sobre qué campos han ido tus investigaciones?
Habitualmente sobre poesía española contemporánea y sus relaciones con los audiovisuales. Por ejemplo, los préstamos que la poesía toma de la publicidad, su diálogo con el cine y las artes plásticas, etc.
«Con los años he ido acortando la distancia entre lo que quiero expresar y lo que realmente expreso»
Has publicado ya ocho libros. ¿Alguno al que tengas especial cariño?
Habitualmente uno suele pensar más en lo último escrito. En este caso es ‘Clima mediterráneo’, quizás, el libro que me haya reportado más satisfacciones.
También tengo especial preferencia por un ensayo de 2016 llamado ‘La menina ante el espejo’ sobre poesía y arte. Cuando uno escribe cosas académicas parece como si siempre tuviera que hacerlo de una determinada manera, pues el formato está bastante constreñido. Sin embargo, en este caso lo escribí con total libertad, me tomé todas las licencias que quise como poner a hablar entre sí a dos personajes de un cuadro o añadir un inciso dramático. Esto me permitió respirar un poco fuera del corsé de lo académico.
Para quien no te haya leído aún, ¿cómo definirías tu poesía?
Es complicado de responder, pues creo que ha ido evolucionando bastante. Ha sido un largo periodo de aprendizaje, con pasos adelante y atrás. Mi primer libro lo publiqué en 2002, pero realmente el primero que siento cercano a lo que hago ahora fue ‘Página en construcción’ de 2011. Diría que a partir de ahí mis escritos empiezan a parecerse un poco más a lo que yo soy y quiero decir. Porque siempre hay una distancia enorme entre lo que uno desea expresar y lo que finalmente dice, pero pienso que la he ido acortando un poco con el tiempo.
Mi poesía se centra en elementos cotidianos actuales, trata problemas sociales con una cierta voluntad de denuncia y juega con la ironía. Huye de ser excesivamente severa o aleccionadora, pues una de las maneras de abordar conflictos, sin soltar un sermón, es saber utilizar el humor. Es algo que reconozco he tardado en saber hacer, pues no es fácil incorporar elementos humorísticos sin que te quede como un simple chiste.
¿Qué problemas sociales sueles denunciar?
Pues son diversos. Por ejemplo en ‘Clima mediterráneo’ hablo de las grandes migraciones en el Mediterráneo. En realidad es una especie de historia personal de dicho mar en la que me remonto casi a los orígenes de la civilización, hablando también de mis abuelos o de la Guerra Civil. Me gusta mezclar ciertos elementos que se prestan a denuncia.
«Tenemos un problema de acceso a la poesía porque casi no hay libros del género en las librerías»
¿Cuáles dirías que son tus poetas referentes?
Como te he contado antes, yo empecé a escribir por García Montero. Luego me han interesado mucho algunos autores del 50 como Ángel González. También otros un poco más oscuros, como Aníbal Núñez, poeta de una poesía un tanto más hermética e intelectual, pero combinando también ciertos elementos de denuncia medioambiental y humor que aportan savia nueva y hacen que la lectura sea más fresca.
También eres crítico literario. Una especie casi en peligro de extinción…
No te creas. Los críticos tradicionales sí estamos en peligro, pero cada vez proliferan más en blogs o similares. De hecho, yo creo que al final éstos son incluso más leídos que nosotros.
Para mí la crítica es una parte complementaria. Cuando escribes montas un reloj y en este caso lo desmontas para ver los mecanismos, pero realmente funciona con los mismos engranajes. Procuro, eso sí, no poner malas críticas. El espacio que tengo para mis reseñas es muy pequeño por lo que cualquier mínimo “pero” se comería todo lo demás.
Lo que a mí siempre me ha interesado como crítico es poner el foco sobre algunos autores que nunca suelen aparecer. Porque la inmensa mayoría de las veces nos remitimos siempre a los maestros indiscutibles, cuando muchos jóvenes están escribiendo cosas interesantes y merecen que se les preste atención. Por eso yo entiendo que mi función no es tanto criticar sino descubrir.
¿Dirías que son buenos tiempos para la literatura?
Creo que hay de todo. En poesía hemos vivido el curioso fenómeno de la aparición de los escritores youtubers… que a mí no me parece mal. Esto simplemente lo que hace es parcelar un tanto el gusto. Por ejemplo, en el ámbito de la música pop uno sabe que si pone los 40 Principales no va a escuchar lo mismo que en Radio 3. Sé que hay gente que quiere demonizar este tipo de poesía, pero yo creo que podemos convivir perfectamente.
En efecto hay quien la demoniza y la niega como poesía, pero también quién dice que esto es una oportunidad de universalizarla para que llegue a más personas.
Yo soy como Forest Gump: “Poeta es quien escribe poesía”. Pero tampoco acabo de estar de acuerdo con la segunda parte, encuentro un poco ingenuo pensar que quien empiece leyendo a estos autores acabará con Derek Walcott o John Ashbery. Digamos que hay muchos saltos intermedios (risas). Igual que quien oye ‘Los 40’ no necesariamente luego va a escuchar a Schubert o Mozart.
«Mi poesía denuncia problemas sociales utilizando ironía y humor»
¿Cómo se podría hacer llegar más la poesía al público?
Yo creo que el problema es sobre todo de acceso. Cuando uno va a la librería probablemente encontrará a alguno de estos youtubers, pero ningún libro de un autor de cuarenta años que esté escribiendo poesía. Y quizás, si lo hubiera, es posible que le gustase.
De hecho en estos tiempos de tanta prisa que vivimos se lee mucho más rápido una poesía que una novela. Esa atención dispersa que ahora tenemos con todo se presta mucho más al género poético que a un novelón que si pierdes el hilo tienes que retroceder unos cuantos capítulos para reubicarte.
¿Tienes algún nuevo libro entre manos?
Sí, es algo que empecé antes de la pandemia y lo terminé después. Se tratan temas de historia del arte como elemento para ironizar, y otros poemas más dependientes de mis experiencias vitales. Como he sido padre, por supuesto hay algunos poemas dedicados a mi niño, aun tratando de no caer en el ternurismo o en una visión demasiado pedagógica.