Entrevista > Justo Ferrer García / Encargado de la Unidad de Trabajos Forestales del Parque Natural de La Mata-Torrevieja (Redován, 6-noviembre-1957)
Desde siempre le han interesado las aves. Leía todo aquello que le llegaba a sus manos sobre ellas. Cuando empezó a trabajar en la Unidad de Trabajos Forestales del Parque Natural de La Mata-Torrevieja comenzó a profundizar más en el asunto, y fue como se le ocurrió llevar a cabo un libro que abordase de forma amena y sencilla, sin tecnicismos, estos animales.
¿Qué podemos encontrarnos en el libro ‘Empezando a conocer a las aves’?
El libro narra cada una de las facetas de la vida de las aves. Desde las cuestiones más generales hasta aspectos más concretos de las plumas, el vuelo, la natación, la migración, la alimentación, el cortejo, los nidos, los huevos y los polluelos. Se formulan cien preguntas que a cualquiera nos pueden surgir y le acompaña una fotografía de un ave, que nos servirán a modo de guía para identificarlas.
También hablas de escenas que has vivido tú mismo en primera persona.
Así es. Por ejemplo, cuento cuando en una ocasión vi pasar por delante del coche, en el parque natural, una culebra de escalera de más de un metro que huía de un alcaudón común, un ave un poco más grande que un gorrión, que defendía su nido y lo que hacía era picarle en la punta de la cola; la culebra salía disparada.
«El colibrí es la única ave que puede volar hacia atrás»
¿Alguna otra que quieras contarnos?
En otra ocasión también vi a un mirlo ahuyentar a una culebra bastarda, dando saltos a su alrededor y emitiendo cantos que alertaban a todo el barrio. La culebra se marchaba al haber sido descubierta.
¿Qué curiosidades podemos encontrarnos en el libro?
Una de ellas es que la mayoría de las aves vuelan todas hacia delante; algunas pueden planear sin mover las alas, unas pocas pueden detenerse en el aire aleteando, como el cernícalo, pero sólo una puede volar hacia atrás: el colibrí. Lo hace gracias a que tiene el ala igual por arriba y por debajo y las bate formando un ocho. El vencejo pasa casi toda su vida en el aire, nueve meses continuos sin parar, y solo se detiene para anidar. Incluso se aparean en el aire y duermen en vuelo a gran altitud.
Por ello, las plumas son fundamentales para estos animales.
Sí, en las plumas poseen unos garfios microscópicos, a modo de velcro, que enganchan unas fibras con otras. Encima de la cola posen una glándula que segrega una sustancia oleaginosa que les sirve para impermeabilizar las plumas.
«El chorlito piquivuelto tiene el pico girado hacia un lado»
Sus picos también cobran especial importancia.
Están adaptados a los alimentos que consumen. El quebrantahuesos come huesos en trozos que ha de coger para elevarlos en vuelo y soltarlos para que se rompan al caer. Los eider se sumergen en el mar para coger mejillones. El alimoche come boñigas de vaca para coger una pigmentación amarilla que les sirve para atraer en el cortejo.
Muchos de estos picos están curvados hacia abajo, algunos hacia arriba, pero sólo uno lo tiene girado hacia un lado: el chorlito piquivuelto, para coger los insectos de debajo de los cantos rodados.
«Hay algún ave, como los cucos, que no hacen nido»
¿Y respecto a los nidos?
Es sorprendente ver cómo cada especie sabe perfectamente cómo hacer su nido y los materiales a utilizar. El tucán empareda a la hembra durante cuatro meses. En el pingüino emperador, que trae la descendencia en el Antártico con un frío intenso, la hembra pasa el huevo al macho sin que caiga al suelo para empollarlo sobre sus patas, gracias a los vasos sanguíneos que posee; y la hembra se marcha al mar durante dos meses para alimentarse. Hay alguna, como los cucos, que no hacen nido.
Por último, en el libro hablas de la relación desde la antigüedad entre las aves y el hombre.
En el siglo XVIII se recolectaban grandes cantidades de huevos del gran pingüino, extinguiéndose un siglo después. Con el pato labrador pasó lo mismo. A lo largo de la historia se han cometido algunas barbaridades con las aves, aunque también hemos sido capaces de recuperar especies al borde de la extinción, como la paloma de Mauricio, que pasó de nueve ejemplares a más de trescientos en nueve años.
Un largo periodo de aprendizaje
Durante los más de diez años que ha durado el proceso de documentación y realización del libro, Justo ha tenido tiempo para aficionarse a la fotografía de la naturaleza. Así, casi todas las fotografías que aparecen en el libro las ha realizado él mismo.
Sólo hay dos fotografías que le han prestado dos amigos suyos, pues no las había conseguido todavía. También dos fotografías de sus hijos, ya que ha querido que aparecieran en el libro de algún modo.