Antaño no llegaron tan amables como los enredos entre Serkan y Eda. Entre el Imperio otomano (surgido en 1299 desde el más pequeño de los Estados turcos tras imponerse a los restantes en la hoy moderna nación europeo-asiática) y otros pueblos mediterráneos, no había precisamente una relación cordial. Los otomanos querían dominar Occidente: conquistar y someter. Al frente del Imperio español se encuentra Felipe II, ‘El Prudente’ (1527-1598), y este hará honor a su apodo sembrando las costas de fortificaciones defensivas.
Una de ellas (bastante desterronada pero aún visible y declarada Bien de Interés Cultural en 1997) se encuentra ubicada en la mismísima sierra de Bernia, y hasta la leyenda le adjudica alguna que otra batalla que quizá sucediera en realidad en otros castillos. En todo caso, la ubicación de la pequeña fortaleza no estaba precisamente erigida al azar, en una imponente formación caliza de 1.128 metros de altura extendida por cinco áreas municipales: Altea, Benissa, Calp, Callosa d’Ensarrià y Xaló, acompañando perpendicularmente a la costa.
Otomanos en la costa
El Imperio español, al que hoy se le adjudica también el sobrenombre de Monarquía Universal Española, abarca prácticamente desde el siglo XVI, tras el comienzo de la colonización española, hasta el XIX, con la caída de las colonias. Llegó a englobar hasta unos 20.000.000 de km², prácticamente extendido, según hemisferio, a los cuatro puntos cardinales, bajo el lema del ‘imperio donde nunca se pone el sol’.
Con Felipe II (quien llegó a ser rey de Inglaterra e Irlanda entre 1554 y 1558, al casarse con María I, 1516-1558, penúltima monarca de los Tudor) disfrutará, por cierto, de un arranque poderoso. En el corral mediterráneo, eso sí, se topará con otro enérgico gallo de pelea. El enfrentamiento entre ambos imperios, español y otomano, estaba cantado. Se suceden las batallas, y el soberano español se decide a rescatar antiguas fortificaciones romanas o árabes, e incluso a sembrar obra nueva. Como en la sierra de Bernia.
Está alojada en una montaña extendida a cinco municipios
Rutas montañosas
Técnicamente, la fortificación se encuentra situada en territorio municipal de Callosa d’Ensarrià, pero una buena manera de llegar es desde Altea la Vella, haciendo el sendero circular PR-CV 7 (también se accede desde Les Cases de Bèrnia, en Xaló). El recorrido (casi 9 km en total, de no mucha dificultad pero a ratos resbaladizo y en pendiente) arranca en la Font del Garroferet y sigue por la urbanización Alhama Springs (antes de pasar la bifurcación al PR-CV 436 o de la ermita de Pinos) y la Font de la Barca.
El Fort (así figuraba en la cartelería), el fuerte, nos espera allí arriba. A pesar de que, como veremos, fue desmantelado, aún queda lo suficiente en pie como para admirar arcadas, recovecos, capilla. Construido alrededor del patio de armas, lo diseñaba en 1562 Juan Bautista Antonelli, en realidad Giovanni Battista Antonelli (1527-1588), reconstructor del castillo alicantino de Santa Bárbara y responsable de la torre vigía de la Santa Faz, en el mismo municipio, o del embalse de Tibi.
Alcanzable desde Altea la Vella por el sendero PR-CV 7
Leyendas bélicas
Es obvio que, aparte de su labor defensiva, su planta renacentista, muy semejante al castillo-fortaleza de Santa Pola, obra también de Antonelli, además formaba parte de aquel Internet de la época que conectaba fortificaciones varias, torres incluidas, para avisar de si arribaban otomanos por la costa. Y esto iba a despertar un sinfín de leyendas, como la que le adjudicó los restos al enemigo bautizándolo como Castell dels Moros.
Quizá las leyendas venían ya incluidas en el terreno, porque Antonelli construyó sobre el ánima de una fortificación muslime (quizá de ahí el sobrenombre popular), luego acristianada, de la que existen posibles referencias desde 1263. Y aquí quiere la tradición que hubo encarnizada batalla sarracena, que acabó con el primer fortín, aunque muchos historiadores hablan más bien de una destrucción a cargo de los propios cristianos, para que no fuera utilizado en su contra.
La fortaleza se desmanteló para que no la utilizaran los moriscos
Despedida y cierre
Como señalaba Nicolás Van Looy aquí, en ‘Sierra de Bernia, el balcón de Altea al mar Mediterráneo’ (febrero de 2000 en este mismo periódico), “la historia de aquel fuerte fue corta. Ya en 1613, bajo el reinado de Felipe III ‘El Piadoso’, tras la expulsión de los moriscos de 1609 y dado su dificilísimo aprovisionamiento, se desmanteló la instalación”. Por suerte, el desterronamiento no fue a conciencia, pero era obvio que Felipe III (1578-1621) no iba a permitir que los musulmanes forzosamente convertidos al cristianismo se parapetaran allí.
Los otomanos sufrirán, durante el mandato de Selim II, popularmente Selim ‘El Beodo’ (1524-1574), importantes derrotas, como la acontecida el 7 de octubre de 1571 en la ciudad griega de Lepanto (Naupacto). El castillo de Bernia ya sobraba, aunque su alcaide, Juan Bautista de Urteaga, escribirá en enero de 1612: “Este castillo de Bernia se viene a caer por fallarle los reparos para que Vuestra Majestad le tiene señalados doscientos ducados al año (…) que ha cinco años que no puedo sacar un solo real para esto”.