Entrevista > Juanvi Martín y Pedro Jaime Zaragozí / Historiador y arqueólogo
La historia de la humanidad ha estado íntimamente ligada a la presencia del agua y a la capacidad de nuestros antepasados de dominarla y hacer uso de ella. Así, cuando las tribus nómadas de la prehistoria fueron capaces de canalizar el líquido elemento y regar a su mejor conveniencia sus cultivos, se crearon los primeros asentamientos más o menos permanentes hasta, pasando por siglos y siglos de mejoras arquitectónicas y de ingeniería, llegar al momento actual en el que sólo hace falta abrir un grifo para disponer de toda el agua que precisemos.
La Marina Baixa no ha sido ninguna excepción a esa verdad universal y buena muestra de ello la encontramos en la importancia capital que tuvo la creación, en 1666, por orden de Beatriz Fajardo de Mendoza, señora de las Baronías de Polop y Benidorm, de la Séquia Mare, una infraestructura que sirvió, hace ya más de 350 años, para repoblar la mayor parte de la zona costera de la actual comarca, despoblada por la imposibilidad de contar con el agua necesaria para mantener una actividad agrícola suficiente.
«El descubrimiento data de 2015 pero ya en 2013 Juanvi Martín se dio cuenta de que aquí podía haber algo»
Un yacimiento fundamental
Altea, que el pasado mes de enero celebraba el 405 aniversario del otorgamiento de su Carta Pobla, es uno de los municipios que se vio claramente beneficiado de esa infraestructura de la que todavía hoy se sigue aprendiendo y descubriendo nuevos secretos, como la fuente del Poador del Pontet, convertida ya en un importante yacimiento arqueológico que ha servido para “completar y confirmar los conocimientos que teníamos sobre el pasado hídrico del pueblo a través de los documentos con los que contábamos”, tal y como explica el historiador local Juanvi Martín.
Tras el descubrimiento casual -como suele suceder frecuentemente en el ámbito de la arqueología- de los primeros restos de la fuente en el año 2015, se han ido sucediendo “distintas campañas de excavación e investigación” que han permitido sacar a la luz una fuente que “hasta no hace tanto tiempo era donde los alteanos venían a coger agua para sus casas, ya que no había agua corriente en ellas”.
Nueve años de investigación
Especialmente interesante, en ese sentido, es conocer el “proceso que nos ha llevado hasta el punto actual, cuando ya contamos con un yacimiento completamente visitable en el centro del pueblo”, tal y como explica el arqueólogo municipal, Pedro Jaime Zaragozí.
“El descubrimiento tuvo lugar en 2015, pero fue un poco antes, en 2013, cuando Juanvi, que ya se encontraba estudiando todo nuestro sistema de regadío y acequias, se dio cuenta de algo muy particular y es que la acequia tiene una fábrica distinta a su recorrido en el resto del pueblo”, recuerda Zaragozí.
«En estos años hemos realizado un total de quince campos de voluntariado en la zona»
Una primera pista escondida
Esas diferencias, como sigue explicando el arqueólogo, se sustancian en que “además de ser más amplia, cuenta con unas piedras que en su parte superior tienen una forma muy particular que, como ahora sabemos, fueron fruto de haber estado poniendo sobre ellas cántaros de manera continua” y que, efectivamente, son claramente visibles y distinguibles a simple vista.
La mayor dificultad para interpretar ese hallazgo radicaba entonces en que “en 2013 sólo esa parte de la fuente era visible y se encontraba entre miles y miles de cañas”. Aquello quedó relativamente olvidado hasta que “en 2015, excavando un poco para hacer las parcelas de los huertos urbanos e instalar, precisamente, el riego por goteo, los trabajos sacaron a la luz los primeros restos reales de la acequia”, recuerda Zaragozí.
Un hallazgo espectacular
Tras ese segundo descubrimiento’, “Juanvi y yo decidimos que teníamos que excavar para ver qué es lo que teníamos. Así, ya en 2015, realizamos la primera campaña de excavación realizando un sondeo en el extremo sur de la fuente y otro para intentar documentar qué es lo que había”.
Unos trabajos que, como recuerda el arqueólogo municipal, dieron rápidos frutos, ya que “en esa primera campaña fuimos capaces de documentar buena parte de lo que teníamos en la fuente”.
Con esos primeros datos, “sería al año siguiente cuando, con otra campaña arqueológica, descubrimos la fuente al completo, aunque no esperábamos que fuera una cosa tan espectacular como es”.
«Las historias que nos deja el Poador del Pontet nos recuerdan que, incluso en estos tiempos, nos hacemos falta»
Colaboración internacional
Con todos estos datos y un más que prometedor indicio de poder encontrarse ante un yacimiento con muchas más sorpresas, Altea contó con la colaboración de “ONGs y grupos internacionales gracias a las que hemos podido realizar hasta dieciséis campos de voluntariado, que es una barbaridad”, destaca Zaragozí. “Algunos de ellos se han dedicado a trabajos arqueológicos y otros, la mayoría, a conservar el yacimiento y el entorno”.
Unas campañas en las que, como destacan todos los involucrados, se contó con una importantísima presencia de voluntarios venidos de “cerca de una veintena de países”, como recuerda el edil del área, José Orozco, que sonríe al recordar que “venías a ver cómo iban los trabajos y veías a chicos y chicas hablando en un montón de idiomas. Fue algo muy bonito”.
Lugar de reunión
Descubiertos los restos, piedra sobre piedra, quedaba el que, quizás, podía ser el trabajo más complicado: interpretar y entender la importancia que la fuente del Poador del Pontet pudiera haber tenido para el desarrollo urbano y social de Altea, un pueblo, como todos los de la zona, tan dependiente de un recurso escaso como el agua.
Es entonces cuando, de nuevo, cobra protagonismo la figura del historiador Juanvi Martín, que no duda en calificar el yacimiento como “un regalo. Piensa que lugares como este son los que hacen pueblo: espacios públicos a los que la gente no sólo venía a por agua o a lavar, sino que era donde se juntaban, donde hablaban y donde ‘comentaban la jugada’”.
«Este tipo de lugares donde la gente se reúne y habla forman parte de nuestra civilización»
Historias de amor
Y, como todos los puntos de encuentro, la historia del Poador del Pontet guarda centenares o miles de pequeñas anécdotas que, con el paso de los años, se han ido perdiendo. Sin embargo, Martín ha conseguido rescatar una de ellas. “Cuando no había agua corriente en las casas, eran las mujeres jóvenes las que tenían que venir a recogerla llenando cántaros o cualquier recipiente para tener agua a casa. Y, por supuesto, si venían las chicas jóvenes… pues también venían los mozos”.
El historiador recogió uno de esos recuerdos de primera mano, ya que “un vecino, ya muy mayor, me contó que un día unos amigos fueron a la que después sería su mujer y le dijeron: Joan está en el Pontet, ¿no vas a venir? Ella contestó que ya había recogido el agua y que no le hacía falta bajar, pero como su pretendiente había preguntado por ella, vació los recipientes para tener la excusa para volver a bajar a por agua”.
«Nos hacemos falta»
Juanvi Martín explica que “esta historia lo único que nos recuerda es que en estos tiempos tan raros que vivimos, nos hacemos falta. De hecho, este tipo de lugares, donde la gente se reúne y habla, forman parte de nuestra civilización y nuestra cultura y, por eso, digo que este es uno de los mejores regalos que podemos tener: un lugar de convivencia, de solidaridad y, por supuesto, de amor”.
Martín, que sigue tratando de desentrañar todo lo que las piedras y el agua tienen que contar sobre la historia de Altea, afirma que el Poador del Pontet “es uno de esos sitios mágicos que había y hay en todos los pueblos. Poder recuperar un yacimiento de esta envergadura nos facilita entender cómo vivían nuestros antepasados”.
«Pensamos que en el sector que falta por investigar podría haber hasta tres estructuras más»
Recuperar un espacio social
El historiador alteano reconoce que “estos descubrimientos quizás no sean tan espectaculares como un templo o una estructura de época prehistórica; pero es algo que han vivido nuestros antepasados. Quizás, un bisabuelo nuestro haya venido aquí a por agua. No estamos tan lejos de que esta fuente haya estado en funcionamiento”.
En ese aspecto, Martín explica que “sabemos que, a finales del siglo XIX, o sea, hace unos 130 o 140 años, la gente venía aquí a coger agua. La modernización del sistema de distribución de agua hizo que se abandonara y que, con el tiempo, quedara enterrada durmiendo, como se suele decir, el sueño de los justos y, por lo tanto, es justo que ahora salga de nuevo a la luz para recuperar un espacio social”.
Un futuro prometedor
Aunque ya está abierto al público, el Poador del Pontet sigue siendo un punto de especial interés arqueológico, ya que, como explica Pedro Jaime Zaragozí, “desde el primer momento se plantaron dos zonas de investigación. En esta primera, ya concluida, apareció la fuente; pero tenemos otro sector que, desde el principio, suscitó nuestro interés porque tenía otro tipo de restos visibles”.
Esos restos han revelado, por el momento, la existencia de “otro tipo de canalización que drenarían los sobrantes de agua de la fuente a otro sitio. Aunque todavía no hemos profundizado, pensamos que podría haber hasta tres estructuras más”.
«Sabemos que a finales del siglo XIX, o sea, hace unos 130 o 140 años, la gente venía aquí a coger agua»
Un abrevadero y un lavadero
Aunque para saber exactamente ante qué nos encontramos habrá que excavar, Zaragozí lanza una teoría. “Si vamos a buscar referencias de fuentes y lavaderos en otros pueblos, lo normal es que existan tres estructuras: una fuente, que es de la que se abastecen los humanos; un abrevadero para animales y, por último, un lavadero”.
Por todo ello, los investigadores piensan que “es muy probable que aquí, donde ahora mismo sólo tenemos la fuente, haya un total de tres estructuras. Siempre hemos pensado, y esperamos descubrirlo pronto, que la siguiente debe ser el lavadero y esa será la línea de investigación de la próxima campaña arqueológica… aunque, como siempre digo, en arqueología nunca se sabe y siempre te puedes encontrar algún tipo de sorpresa”.
Unas sorpresas que, incluso, podrían develar “antecedentes más antiguos, ya que un punto de agua como este, que era un punto de nacimiento de agua natural, es muy probable que haya sido aprovechado durante siglos y, por ello, estamos ansiosos por comprobar qué es lo que nos depara”.