Allá arriba, en lo alto del Puig o pico Campana, mientras allá abajo abarcamos el Mediterráneo, al este, y al oeste el interior de la provincia, todo lo montañoso que cabría imaginarle al brazo bético que hace muchos siglos llegó a conectarse con las Baleares, piensas. Que a este municipio no le iba mejor definición que la de Finestrat, de ‘finestra’, ‘ventana’ en italiano y en buena parte de las lenguas y dialectos derivados del antiguo occitano, como el valenciano finestratense o finestrense, y a su vez procedente de ‘fenestra’, palabra latina de origen etrusco.
Y que ahora, en cuanto pulmones y resto del cuerpo vuelvan más o menos a su ser, toca bajar, y la subida no fue sencilla. Mientras, queda seguir disfrutando con las vistas que ofrece este macizo de 1.410 metros de altitud, de calizas jurásicas salpimentadas con arcillas y yesos rojos triásicos, en especial hacia el sur, al veterano núcleo poblacional del municipio. Hoy al mar, a 7,8 km en línea recta, no lo tapa la habitual niebla, así que, sin extraviar prestancia, El Portell (portillo), lo que abajo se ve como un bocado, se deja en el camino algunas leyendas.
Como que esto es base extraterrestre, quizá cabeza de puente ‘anunnaki’, ‘anisaki’ o anisete, vete a saber. Incluso a la geología le puede aquí lo legendario: ¿al final, qué caballo le pegó la coz a la montaña, para así sembrar la isla de Benidorm, el del conquistador montpellerino Jaume I, el del apóstol galileo Santiago el Mayor o el del comandante franco Roldán (Orlando, el “furioso”)?
De fuente en fuente
Con cuidado: desde lo alto a la confluencia con el sendero vertical, tierras pedregosas, escarpadas, en rampas empinadas y resbalosas. Hay hasta cuerdas de seguridad. Luego, aunque por estrecheces, todo comienza a serenarse. Toca visita el ‘pou de neu’ (‘pozo de nieve’: nevero artificial donde se introducía nieve para disponer de hielo en épocas más cálidas) del XVIII. Las ruinas, recuperadas para el abundante senderismo, nos llevan al cruce del Coll de Pouet (cuello de pocillo o pocito).
Iniciamos la andada por el sendero PR-CV 289, y pasamos por el refugio José Manuel Vera, inaugurado el 14 de junio de 1979, según placa, en homenaje al homónimo espeólogo (1955-1976) fallecido en la malagueña cueva del Gato. Ahora, antes de retornar al comienzo, visitemos la intermitente Font o fuente de la Solsida (corrimiento de tierra). Y retornemos a los 15 caños de la Font del Molí (molino), cuyas aguas, que llegan por acueducto subterráneo de semilla árabe, están reguladas desde 1851 (las de ahora se rigen por la regulación de 1926).
La zona tuvo su ración catastrófica cuando el 24 de enero de 2009 el viento derribaba una torre de alta tensión. Unas mil hectáreas resultaban calcinadas, y hubo que evacuar a millar y medio de habitantes. La Generalitat declaraba en 1992 el lugar como de Interés Comunitario, y en 2006, junto al polopino Ponotx, el Puig Campana entraba en la red de Espacios Protegidos.
Se ha ido recuperando, y arces, encinas o fresnos, aparte de madreselvas, madroños, hiedras, lavandas o zarzaparrillas, o el característico pino carrasco y un autóctono, endémico, cistanche, crecen a la vista de rapaces y córvidos varios, más correteos de gatos salvajes o liebres y, aseguran, jabalíes y zorros. Buena compañía para acercarnos hasta el Finestrat poblacional, que fue alcazaba. Un pequeño dédalo de caminos nos conecta con él directamente o a través de la CV-758.
Callejero con historia
En buena parte cubierto, hay, a espaldas de la moderna Casa de Cultura, un aparcamiento para los visitantes, como en otras poblaciones interiores de las Marinas alicantinas. Lo suyo es dejar el automóvil y luego disfrutar de un laberíntico y montaraz casco histórico, donde vive buena parte del censo municipal (7.402 habitantes oficiales en el municipio en 2021, casi un 45% procedentes de otros países).
Fachadas blancas o de colores, calles estrechas, muchas en pendiente, alguna cubierta (el Carreró, que fue entrada a la muralla), casi todas escalando el promontorio, con terracitas. Y portones de madera, macetas en la rúa, botijos y jaulas en las ventanas, fuentes urbanas. Una bucólica estampa, a muy pocos kilómetros del litoral, con estaciones de descanso como la plaza de la Torreta, a la que saludan un moderno Ayuntamiento con aspecto antañón y la iglesia parroquial de San Bartolomé de Finestrat (fiestas patronales del 24 al 27 de agosto), consagrada el 24 de agosto de 1751, aunque posiblemente iniciada a mediados del siglo XVII.
Barroca (su austera fachada camina por primerísimos senderos neoclásicos), posee planta de cruz latina, interior en tonos pastel e historiado y esbelto campanario y típica cúpula alicantina que otean otras visitas. Como el parque con Museo Arqueológico y Etnográfico Font de Carré, edificio del XIX con anexo, y el parque núcleo del Castell (castillo), con auditorio al aire libre y la modernista ermita del Santísimo Cristo del Remedio (1925), que fue última estación de Vía Crucis, hoy ajardinado (cipreses, pinos y arbustos) Cinemascope de montañas y costa.
Gastronomía y moderneces
Probemos la renombrada gastronomía local, mixtura de mar, montaña y campo, donde escalan bancales de almendros, olivos y naranjas. Arroces de pescado, marisco, carne y verdura, bollos a la paleta (harina de maíz, melva o atún y espinacas), rollos ‘borratxos’, pasteles de boniato (moniato o batata) o ‘arrop amb talladetes’ (arrope con trozos de calabaza cocidos en jarabe de mosto). Los sirven también en la extensa zona de ocio de camino a la costa, entre urbanizaciones mil, que hay quien erróneamente adjudica a la colindante Benidorm. Hervidero de centros comerciales varios, inmenso aparcamiento y cines, sigue ampliándose.
Finestrat se extiende, en pendiente, hasta la misma costa. Si bien la denominada cala de Finestrat la comparte en realidad con las contiguas Benidorm y la Vila Joiosa, conurbando extensiones ciudadanas, el área, siempre amoldándose a la orografía, le aporta toque cosmopolita, con paseo marítimo remodelándose en 2021, a una porción litoral que, además de aliviar aguas de montaña, aún muestra, ante multitud de balconadas, calizos acantilados poblados de tamariscos, pinos y romero. Y un ápice de aliento salobre, de buen mar.