Puede que pocos lo recuerden pero en España existía un ejemplo perfecto con el que criticar el sistema educativo del país ibérico y su empeño en meter a presión datos inconexos, cifras, fechas y nombres antes que en enseñar los hechos de forma comprensiva y lógica. Se trataba de la lista de los reyes godos, una extensa enumeración que los alumnos debían aprenderse de memoria y recitar cual papagayos en orden cronológico. Pero ¿quiénes eran estos reyes godos? ¿Cuántos había y por qué eran tan importantes como para amargar a varias generaciones de estudiantes españoles?
A romano muerto, visigodo puesto
Para conocer el origen de estas inestables y cambiantes casas reales que gobernaron a trozos en la península durante unos dos siglos hay que remontarse a los momentos previos a la caída de Roma del año 476. Desde el siglo III, Hispania sufrió diversas invasiones de pueblos de origen germano, procedentes del centro y el este de Europa, entre los que se encontraban los suevos, los vándalos y los alanos. Para mediados del siglo IV, una debilitada Roma no fue capaz de mantener a raya a los invasores y tuvo que recurrir a unos viejos aliados germánicos: los visigodos, que cruzaron los Pirineos con un amplio ejército de mercenarios. Esta práctica era bastante común entre los romanos y, a cambio de su ayuda militar, se les permitía colonizar tierras en las que asentarse y se les introducía en la jerarquía de poder.
La progresiva pérdida de influencia en las provincias romanas y la definitiva caída de la Ciudad Eterna propiciaron un vacío de poder que fue rápidamente ocupado por los nobles y terratenientes locales, entre los que se encontraban muchos caudillos visigodos. El siglo VI estuvo caracterizado por los enfrentamientos constantes y la inestabilidad. Los suevos, alanos y vándalos que quedaban en la península habían formado sus propios reinos y parecían dispuestos a resistir todo el tiempo posible mientras que los visigodos, que optaron por continuar con las costumbres y el estilo de vida romano, fueron ganando peso en la península y haciéndose con casi la totalidad del territorio.
El establecimiento del reino visigodo, sin embargo, no fue inmediato. Tuvieron que pasar años para que la cultura hispanoromana y la visigoda se mezclaran y convivieran como una sola. La formación del reino hispanovisigodo, con capital en Toledo, tuvo lugar en el año 507 tras la derrota que estos sufrieron frente a los ostrogodos y los francos en la batalla de Vouillé.
Monarquía electiva
Una de las principales particularidades de la monarquía visigoda (aunque no es el único caso que existe en la época) era que el rey se elegía en una asamblea entre los miembros de la nobleza de estirpe goda. Así, cada vez que un rey moría la corona no pasaba directamente a su hijo o su pariente varón más cercano, sino que se votaba a un nuevo monarca que podía, o no, estar emparentado con el anterior. Desde que Recaredo I consiguiera la unidad religiosa del reino bajo la fe cristiana, la Iglesia se sumó a este sistema cerrado y gozó de gran poder.
Como es lógico, la situación derivó rápidamente en una barra libre de corruptelas, sobornos, compra de votos y asesinatos mediante los cuales se buscaba entronar a este o aquel candidato. De los 33 reyes godos que gobernaron en la península, cerca de la mitad murieron asesinados y mientras que en unos casos esto se hizo de manera discreta, con una hoja silbando en las sombras de la noche, en otros desembocó directamente en una guerra abierta entre los partidarios de unos u otros. Estos enfrentamientos constantes, además de la inestabilidad inherente que provocaban en el reino, terminaron por ser la condena de la Hispania visigoda.
Se va un rey, entra un califa
En el año 709 falleció Witiza, el penúltimo rey visigodo. Sus más allegados esperaban que la corona pasase a su hijo, Ágila, pero un rival del fallecido monarca llamado Rodrigo consiguió ganar suficientes apoyos y sentarse en el trono de Toledo. Ágila y los suyos rechazaron la autoridad de don Rodrigo y decidieron buscar aliados que les ayudaran a recuperar lo que, para ellos, era suyo por derecho. Craso error.
El joven destronado escribió al califato Omeya, que acababa de conquistar el norte de África y estaba expectante al otro lado del estrecho de Gibraltar, para que se unieran a él y así vencer a don Rodrigo. Los ejércitos árabes, con Táriq ibn Ziyad al mando, cruzaron el estrecho y llegaron a la península pero lo hicieron con sus propios planes. Aprovecharon las divisiones internas y su superioridad numérica para avanzar por toda Hispania, derrotaron y mataron a Rodrigo en la batalla de Guadalete (711) y dos años más tarde estaban sitiando Zaragoza. Comenzaba así, con la desaparición de la monarquía visigoda, una nueva etapa para Hispania en la que las distintas culturas convivirían y combatirían dependiendo del momento y el lugar y que definiría para siempre la historia del país.
La lista de los reyes godos
Como curiosidad, esta es la famosa lista de los reyes godos que tantos estudiantes españoles tuvieron que sufrir y memorizarse:
- Ataúlfo (410-415)
- Sigerico (415)
- Walia (415-418)
- Teodoredo (418-451)
- Turismundo (451-453)
- Teodorico II (453-466)
- Eurico (466-484)
- Alarico II (484-507)
- Gesaleico (507-511)
- Amalarico (511-531)
- Teudis (531-548)
- Teudiselo (548-59)
- Ágila I (549-555)
- Atanagildo (551-567)
- Liuva I (567-572)
- Leovigildo (570-586)
- Recaredo I (586-601)
- Luiva II (601-603)
- Witerico (603-610)
- Gundemaro (610-612)
- Sisebuto (612-621)
- Recaredo II (621)
- Suintila (621-631)
- Sisenando (631-636)
- Chintila (636-639)
- Tulga (639-642)
- Chindasvinto (642-653)
- Recesvinto (649-672)
- Wamba (672-680)
- Ervigio (680-687)
- Égica (687-702)
- Witiza (702-709)
- Rodrigo (709-711)