Entrevista > José Miguel Martínez / Pescador
José Miguel Martínez es el último pescador profesional que queda en Benidorm, una ciudad que no hace tanto tiempo vivía de lo que le daba el Mediterráneo y que hace menos de un siglo que dejó atrás aquella tradición centenaria para liderar, como antes lo hiciera en el sector de la almadraba, la industria del turismo europeo.
Sentado en el puerto, Martínez sonríe y es feliz entre redes y aparejos. Verle trabajar resulta una experiencia casi distópica. Si nos abstraemos del entorno, podemos imaginarnos perfectamente cómo era la vida en un Benidorm que ya no existe; pero al mirar un poco más allá y observar el ir y venir de turistas que deambulan para subirse a una ‘golondrina’ que les lleve a visitar la isla, esa sensación se diluye sin remedio.
Un oficio con futuro
Olvídense de cualquier tópico. ‘El Tabarquí’, que es como se le conoce, no es un tipo uraño, de pocas palabras y peleado con la tierra. Esa imagen del pescador que sólo es feliz cuando bajo sus pies siente el vaivén de las olas no van con él.
José Miguel Martínez es un tipo hablador, sonriente y, sobre todo, enamorado de su profesión y de su pueblo. Heredero de una tradición popular y también familiar que trata que no muera con él, aunque eso, como explica en esta entrevista a AQUÍ en Benidorm, no es fácil.
Es usted el último de una especie, la de los pescadores de la Villa de Benidorm. Resiste en un puerto que no tiene infraestructuras pesqueras, teniendo cerca otros como los de La Vila o Altea que, quizás, le harían la vida más fácil. ¿Por qué?
En primer lugar, porque es una tradición familiar. Además, esta es mi profesión. Es algo que me gusta. Como digo, ha sido el oficio de mi familia y nos defendemos bien. Además, creo que es importante mantener las tradiciones de un pueblo y yo me siento orgulloso de poder hacerlo de esta manera.
«Este es mi puerto y estoy cómodo aquí, pero es verdad que permanecer en él implica más gastos»
Pero insisto en que el puerto de Benidorm no resulta, al menos para el observador inexperto, el lugar ideal para que un pescador profesional siga manteniendo su actividad.
Este es mi puerto y estoy cómodo aquí, pero es verdad que permanecer en él implica más gastos porque no tenemos lonja y eso me obliga, por ejemplo, a tener un furgón adecuado para poder mover el pescado. En cualquier caso, llevo ya más de veinte años y mi idea es jubilarme aquí.
Su familia, así lo ha dicho, tiene una larguísima tradición marinera. Sin embargo, cuando usted decide tomar el relevo era la época en la que todo aquello se estaba desmoronando y los padres preferían que sus hijos buscaran un futuro más cómodo en el turismo. ¿Cómo sentó en casa su decisión?
Efectivamente, en aquella época sucedía todo aquello, pero mi padre estaba encantado de que siguiera con esa tradición. Es algo que pienso muchas veces porque los tiempos han cambiado y yo, con mis hijos, no lo tengo tan fácil.
Explíquese.
En aquel momento, la legislación era más permisiva. Yo era un niño y salía a pescar con mi padre en el barco y si te veía la Guardia Civil no pasaba nada porque, al fin y al cabo, ibas con tu padre. Hoy en día, eso es imposible. Se aplica la legislación a rajatabla.
«Yo era un niño y salía a pescar con mi padre en el barco. Hoy en día, eso es imposible»
¿Sus hijos no pueden embarcarse con usted?
No, y eso me hace preguntarme cómo puedo fomentarles la afición si no pueden subir al barco. Lo tienen completamente prohibido.
Pese a ello, ¿les anima a buscarse un futuro como pescadores?
Tanto a mi hijo como a mi hija les he dicho que intenten sacarse las titulaciones porque, al fin y al cabo, tienen un barco y el día de mañana, si finalmente quieren dedicarse a esto, van a necesitar tener un mínimo de conocimientos sobre el negocio que tienes en marcha.
¿Se ha arrepentido alguna vez de su decisión?
No, en ningún momento.
Si hubiese optado por otro oficio, ¿cree que podría haber sido igual de feliz?
Creo que sí. Eso es algo que va con el carácter de cada persona. Yo considero que tienes que ponerle todo tu empeño a aquello que te quieras dedicar. Es importante dar lo mejor de ti mismo y tratar de ser feliz con lo que uno hace. La actitud es algo fundamental. Para todo.
«Tanto a mi hijo como a mi hija les he dicho que intenten sacarse las titulaciones porque, al fin y al cabo, tienen un barco»
Ha usado hace un momento la palabra afición. Se suele decir que uno nunca trabaja si a lo que dedica su vida es su pasión. ¿Tiene usted esa sensación?
Por supuesto que sí. Lo que ocurre es que, y vuelvo a poner el ejemplo de mis hijos, es un oficio que no puedes saber si te gusta si no puedes probarlo. Mi hijo va a cumplir veinte años. ¿Cómo va a saber si le gusta el mar si nunca ha podido salir a pescar conmigo?
¿Cómo recuerda esa etapa de aprendiz junto a su padre?
Fue una suerte. Mis primeros mareos, las primeras capturas… Son recuerdos bonitos que ahora son imposibles de tener porque, antes de poner un pie en el barco, tienes que estar titulado. Todo ello hace que sólo haya dos vías: o tener mucha vocación o verte obligado.
La imagen del Club Náutico y del puerto de Benidorm cuando usted empezó era muy distinta a la actual e, imagino, que también lo era la vida diaria. ¿Cómo lo recuerda?
Era más complicado porque los barcos estaban mucho más expuestos al mal tiempo que ahora. Lo que ocurre es que esto era una familia. Cuando yo era pequeño y venía mal tiempo, recuerdo que todos los hombres bajaban al puerto para sacar los barcos. Daba igual si el tuyo estaba en el mar o en tierra.
«Fue una suerte poder hacer mis primeras salidas con mi padre y vivir con él mis primeros mareos, las primeras capturas…»
Lo dice con mucho cariño.
Sí, era una época muy chula. Recuerdo la playa que había aquí. No estaba permitido bañarse, pero toda esa familia de la que te hablaba estaba siempre aquí. Siendo niño, te podías quedar completamente solo… eso es algo que nuestros hijos tampoco van a conocer.
El ‘boom’ turístico de los años sesenta supuso que Benidorm, como otras muchas ciudades costeras, le dieran la espalda al mar o, al menos, que sólo les interesara de él la orilla. Ahora, parece que eso se está revirtiendo. ¿Cómo ha vivido ese proceso?
En lo que se refiere a las aficiones náuticas, yo no he notado mucho cambio. Ten en cuenta que yo me he criado en el puerto y es aquí donde he tenido a todos mis amigos. Muchos de ellos también han tenido barcos de vela y salen a pescar de forma lúdica. Además, en los colegios se solían fomentar los cursos de vela.
Todo ello ha hecho que la tradición marinera se mantenga. Cada uno, haciendo lo que le gusta. Hay gente que sale a pescar, otros salen a navegar… tengo un amigo, por ejemplo, al que le gusta mucho la naturaleza y sale a hacer fotos.
«El momento que me ha dejado más impactado fue una vez, con el barco anterior, que casi me ‘comí’ la isla por un banco de niebla»
Me ha dicho antes que tiene usted una hija. Este oficio, hasta no hace mucho, era un coto casi exclusivamente masculino. Al menos, en lo que se refiere a la actividad sobre el barco. ¿Eso está cambiando? ¿Cree que su hija y su hijo lo tendrían igual de fácil o difícil si quisieran seguir sus pasos?
Debería ser así. Y más hoy en día, porque estamos todos comprometidos con la búsqueda de la igualdad. En esta zona, quizás no tanto, pero en Tarragona hay muchas mujeres que van al mar igual que los hombres.
Pero eso debe ser extensivo a todo. Quizás no quiera salir a pescar, pero sí dirigir un barco o una flota como armadora. Las oportunidades deben ser iguales para hombres y para mujeres.
Hace ya muchos años que se viene hablando del agotamiento sistemático de los caladeros en todo el mundo. Además, la bahía de Benidorm pertenece al Parc Natural de la Serra Gelada. ¿Cómo es la situación de la pesca?
Efectivamente, esto es un parque natural, pero nosotros podemos salir a pescar respetando la legislación del parque. Nuestra actividad diaria depende de la temporada. Hay una época en la que vamos sólo al pulpo, otra, que es la actual, en la que buscamos el pescado azul. En verano, vamos a por el pescado de roca. Tenemos tres temporadas.
El de pescador es un oficio duro, sacrificado y, en muchas ocasiones, peligroso. En ese sentido, ¿el Mediterráneo es un mar muy traicionero?
Ya lo creo. Comparado con la imagen que a todo el mundo se le viene a la cabeza de los grandes temporales del norte, cuando hay mala mar en el Mediterráneo, es mucho más corta y los barcos sufren mucho más.
«A lo que más miedo le tengo es a lo que no veo, es decir, cuando hay bancos de niebla»
¿A qué le tiene miedo?
A lo que más miedo le tengo es a lo que no veo, es decir, cuando hay bancos de niebla. Eso es algo que aquí se da bastante en primavera.
¿Recuerda algún momento en el que lo haya pasado especialmente mal?
El que más me ha impactado fue con el barco anterior al actual, que era mucho más pequeño y sólo llevábamos un compás y la emisora. Fue, precisamente, a causa de la niebla. Iba yo solo en el barco y, tras salir, puse rumbo a la isla pensando siempre que la vería cuando llegase a una distancia determinada. Sin embargo, se me apareció cuando estaba ya a sólo cinco o seis metros. Tuve que meter atrás a toda y no me la comí de milagro. Eso es algo que me dejó impactado.