Pasada la sexta ola de la covid y a la espera de que la maquinaria turística encarara la recta final hacia la Semana Santa, el parón típico informativo posnavideño -este año, y en clave internacional, interrumpido por la guerra en Ucrania- llevó a los titulares de los medios de comunicación la más que preocupante situación de las reservas hídricas de toda la vertiente mediterránea.
Unos titulares que, en contra de lo que repetían una y otra vez los expertos en la materia, siempre encontraban la manera de encajar la palabra sequía. Pese a la falta de lluvias de aquellos días, la comunidad científica subrayaba que, si bien el periodo sin precipitaciones estaba siendo anormalmente largo, sólo se podría empezar a calificar de sequía si la primavera, el otro gran periodo tradicionalmente lluvioso, junto al otoño, tampoco traía descargas considerables.
La primavera más lluviosa
La primavera, finalmente, trajo lo que tantos estaban esperando: la lluvia. Comenzó aquello, literalmente, como un regalo del cielo. Llovía un día sí y otro también y eso se tradujo muy rápidamente en un significativo aumento de las reservas de agua. Pero siguió lloviendo y, poco a poco, todos fuimos torciendo el gesto.
Finalmente, la primavera más lluviosa de cuantas se tienen registros ha llenado los embalses y, con ello, ha garantizado el suministro a la población y a los regantes. Pero ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos y la principal industria de la comarca de la Marina Baixa, el turismo, cuenta ya los días para que el tiempo se estabilice por completo y el sol que tanto buscan los turistas se instale de forma perenne en el cielo.
La primavera más lluviosa ha terminado de golpe con el riesgo real de sequía que vivía la comarca
Imágenes poco habituales
En cualquier caso, la mejor noticia de aquellos días grises y lluviosos es que los dos principales pantanos de la Marina Baixa, Amadorio y Guadalest, lucen a día de hoy una imagen muy poco habitual: la del agua llegando a su nivel máximo e, incluso, la de los aliviaderos parcialmente abiertos para desembalsar parte de esa agua y no poner en riesgo así las propias infraestructuras.
Las lluvias de marzo, abril y, en menor medida, las del pasado mes de mayo, ha devuelto, literal y metafóricamente, la vida a los pantanos de la comarca. El primero en llenarse fue el de Guadalest que, por la tipología de sus aportes, siempre registra subidas más acusadas que las de su vecino Amadorio, que experimenta históricamente un llenado más pausado.
El Amadorio se sigue llenando
Tanto es así que en el caso de la reserva ubicada entre Ortxeta y La Vila Joiosa, estos primeros días del mes de junio todavía están registrando una ligera subida en sus niveles y todo como consecuencia de aquellas precipitaciones que ya parecen lejanas, pero que llenaron los acuíferos subterráneos que, tantas semanas después, siguen aportando agua al embalse.
Una situación que obligó a los responsables de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), responsable de velar por la seguridad de los pantanos, sus presas y, sobre todo, de las personas y bienes que se encuentran por debajo de las cabeceras de los mismos, a abrir parcialmente los aliviaderos del Amadorio y de Guadalest para no rebasar los límites máximos de seguridad de las dos reservas.
Los dos principales pantanos de la Marina Baixa, Amadorio y Guadalest, lucen a día de hoy una imagen muy poco habitual
Un terreno traicionero
Son muchas las voces que, ante la reciente situación de urgencia que vivieron los pantanos y, con ellos, los grifos de toda la comarca, se preguntan cómo es posible que las autoridades no se planteen, sobre todo teniendo en cuenta que los expertos señalan que en el futuro los periodos secos se irán alargando en el tiempo, la creación de nuevos embalses.
La respuesta a esa pregunta, según diversas fuentes consultadas por AQUÍ grupo de comunicación, no hay que buscarla en las agendas políticas, sino en el propio suelo de la provincia de Alicante, mayoritariamente de tipo calizo y, por lo tanto, no indicado para la creación de reservas hídricas por su porosidad.
Los responsables de la CHJ se vieron obligados a decretar la apertura parcial de los aliviaderos
Suministro garantizado
Así las cosas, el agua del Amadorio y de Guadalest sigue y seguirá siendo, con la ayuda que puedan generar las desalinizadoras y los trasvases, la encargada de aliviar la sed de personas, animales y plantas de la Marina Baixa en el futuro próximo.
Un periodo en el que, al menos a corto plazo, no sólo ha quedado garantizado el agua para consumo humano, sino que durante los próximos meses también se contará con las reservas necesarias para hacer frente a todas las necesidades de riego, una situación que ha hecho respirar a los regantes y agricultores de la comarca.
Grandes fluctuaciones
Pero pensando en el largo plazo, el mayor problema al que se enfrenta la comarca de la Marina Baixa, como el resto del litoral mediterráneo, es que los pantanos de la zona tienen la ‘manía’ de vaciarse casi tan rápido como se llenan.
De hecho, aunque ver los embalses llenos no es muy habitual, no hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar una situación similar. La última vez que se produjo un lleno fue en la primavera de 2020, cuando las lluvias de esa estación pusieron fin, como ahora ha sucedido, a una carestía que se había extendido a lo largo de 2018 y 2019.
Curiosamente, esa fue la misma periodicidad que se produjo justo antes, cuando en 2017 se rozó el 90% de la capacidad de almacenaje poniendo, de nuevo, fin a otros dos años de ausencia de lluvias. De aquel periodo quedan imágenes de los aliviaderos abiertos y una gran cantidad de agua llegando al mar.
No sólo ha quedado garantizado el agua para consumo humano, sino que se podrá hacer frente a todas las necesidades de riego
El agua ‘perdida’ de Relleu
Existe en la comarca de la Marina Baixa un tercer embalse, también lleno estos días, cuya agua, pese a todo, no se podrá utilizar. Se trata del pantano de Relleu, el más antiguo de la zona con más de cuatro siglos a sus espaldas y que hoy en día no cuenta con las infraestructuras necesarias para poder hacer uso de sus reservas.
Fue precisamente la creación del pantano del Amadorio, que entró en servicio en 1957, el que condenó al olvido y al ostracismo al pequeño pantano de Relleu, que se desbordó esta primavera sin que, pese a lo vetusto y abandonado de su presa, se haya producido desgracia alguna sino todo lo contrario: los amantes de la fotografía han podido disfrutar de la oportunidad de retratar el salto de agua generado desde lo alto de la presa.
Capacidad mermada
Una imagen, la del pantano lleno, que es más espectacular que real, ya que el abandono que ha sufrido la infraestructura desde hace casi un siglo ha provocado que se hayan acumulado en el fondo del mismo una gran cantidad de sedimentos, que han reducido su capacidad real a poco menos de un hectómetro cúbico.
Una cantidad muy pequeña, sí; pero que no se perderá gracias a que, una vez filtrada en la tierra empapada por la lluvia, mucha de ella acabará también engordando las reservas del pantano del Amadorio.
El viejo pantano de Relleu, con 400 años de historia, se ha visto desbordado por las lluvias
Riego duplicado
Además de para los habitantes de la Marina Baixa y la industria turística, que espera un lleno total el próximo verano, con el incremento de uso de las reservas hídricas que ello implica, los grandes beneficiados por esta situación son los regantes que se abastecen del Amadorio y de Guadalest.
Tanto es así que ya en el mes de abril los agricultores pudieron utilizar parte del agua de esos pantanos a través de sus tomas de riego, para aliviar la sed de los cada vez menos campos de cultivo de la comarca. Unos aportes que se han duplicado puesto que antes de que se iniciara el periodo de lluvias eran de 70 litros por segundo y ahora superan los 150 litros por segundo.
Efectos en el bolsillo
Una buena noticia que, a su vez, se dejará notar en el bolsillo de los agricultores y de los consumidores, que, por circunstancias muy distintas, han visto como se ha incrementado exponencialmente el precio de la cesta de la compra y, al menos, no sufrirá por el precio extra que supone para los productores tener que comprar agua para el riego.
Así mismo, para evitar que la apertura de compuertas termine por hacer llegar parte de ese bien cada vez más precioso al mar, la CHJ y la Comunidad de Regantes han estado estas últimas semanas llenando las balsas de riego de la comarca que se sitúan por debajo de las cabeceras de los pantanos.
Los regantes celebran poder contar con agua de calidad durante el próximo verano
Agua de calidad
Todo ello, implica que los regantes podrán hacer uso del agua de esas balsas para saciar las necesidades de dos o tres tandas de riego o, lo que es lo mismo, ver colmadas sus necesidades para los próximos dos o tres meses, los más secos y calurosos del año.
Un agua, además, de extraordinaria calidad ya que, aunque las aguas depuradas que se utilizan en épocas de carestía es completamente segura para los cultivos y para el posterior consumo de esos productos, sus propiedades son muy inferiores a la que llega directamente de los pantanos.
El caudal ecológico
Un beneficio, el del consumo humano, que también se traslada al medioambiente, ya que las lluvias de la pasada primavera no sólo han humedecido las tierras de la comarca después de un larguísimo periodo de ausencia de precipitaciones, sino que permitirá que los pantanos aporten el llamado caudal ecológico a las cuencas de los ríos a los que topan.
Un aporte de agua que, aunque pueda pensarse que ‘se pierde’, es fundamental para mantener sano el ecosistema del río, algo que va mucho más allá de la propia cuenca del mismo y que se extienda a toda su zona de influencia y a las especies de flora y fauna que de ella depende.
Algo que también se traduce en la mejora de las funciones ambientales, la dilución de contaminantes, la amortiguación de los extremos climatológicos e hidrológicos o la preservación del paisaje.