Una de las muchas cosas que la pandemia ha borrado de nuestras vidas en estos últimos dos años han sido los festejos populares. Las fuertes restricciones sanitarias que hemos padecido nos han privado de mascletás, desfiles, fuegos artificiales, etc.
Sin embargo, ésta no ha sido la primera vez que las Hogueras de San Juan se han visto obligadas a renacer luego de un forzoso parón provocado por una experiencia traumática. Ya durante la Guerra Civil también fueron suspendidas por dos años. Pero ni siquiera las bombas pudieron acabar con el ánimo de aquellos foguerers que se conjuraron para evitar que nuestras fiestas desaparecieran definitivamente.
En 1939 solo fue plantada una única hoguera frente al Mercado Central
Las Hogueras pre-bélicas
Cuando estalló la guerra, las Hogueras apenas sumaban nueve años de historia. En realidad, esta tradición local se originó bastante tiempo atrás. Ya hay constancia de que en el siglo XVIII los vecinos sacaban muebles viejos a las calles para quemarlos durante la noche de San Juan.
No obstante, esta costumbre estuvo prohibida y perseguida por las autoridades políticas municipales durante muchas décadas, pues alegaban que daba una mala imagen de Alicante. No fue hasta 1928 cuando por fin el Ayuntamiento accedió a celebrar las primeras Hogueras de San Juan de forma oficial, y se constituyeron las primeras nueve comisiones fogueriles.
Las fiestas de 1936 se celebraron apenas unas semanas antes del golpe de estado contra el Gobierno de la República producido el 18 de julio que supuso la división de España en dos bandos y la consecuente guerra entre ellos. Fue una bonita despedida de la normalidad, sin que los alicantinos pudieran saberlo, antes del inicio de un auténtico infierno.
Una ciudad arrasada
La contienda bélica fue especialmente dura para Alicante. Alrededor de 500 personas fallecieron a causa de los múltiples bombardeos aéreos que sufrió la ciudad por parte de la aviación sublevada, mientras que otras 300 fueron ejecutadas debido a sus ideas políticas a manos de las autoridades o los milicianos republicanos. Amén de los muchos alicantinos que perecieron en el frente.
El 1 de abril de 1939 las tropas franquistas tomaron los muelles de nuestro puerto, el último suelo republicano que aún quedaba en España. Muchos alicantinos considerados contrarios al nuevo régimen fueron detenidos y/o ejecutados, mientras que otros tantos huyeron al exilio. Gran parte de los edificios de la ciudad estaban además destruidos a causa de las bombas, y el hambre propio de la Posguerra comenzó a hacer mella entre la población.
El día de la Cremà se disputó un amistoso Hércules-Valencia
Nueva Comisión Gestora
Ante este terrible panorama se hallaron los foguerers alicantinos cuando se acercaron las fechas festeras. El 7 de junio se produjo una reunión entre presidentes de hogueras y barracas, quizás la más importante de la historia. Si bien era evidente que en tales penosas condiciones se hacía inviable celebrar unas Hogueras en todo su esplendor, al menos acordaron que se organizarían algunos actos simbólicos con el fin de mandar un mensaje a la población de que las fiestas no iban a desaparecer.
Para empezar, hubo que renovar casi íntegramente la Comisión Gestora (hoy llamada Federación) ya que su presidente Ángel Pascual Devesa había sido encarcelado por militar en Izquierda Republicana.
La nueva junta directiva estuvo compuesta sobre todo por personas públicamente afines a la Dictadura como el secretario general de la agrupación local de la Falange, el director del periódico franquista ‘Gaceta de Alicante’ (hoy llamado ‘Diario Información’) o el jefe provincial del Servicio de Propaganda. Como presidente fue nombrado el vicealcalde Ramón Guilabert.
La única hoguera del 39
La citada Comisión decidió que aquel año solo sería plantada una única hoguera frente al Mercado Central. El artista encargado de aquel trabajo fue Francisco Muñoz, quien fuera uno de los principales constructores foguerers en los años 30.
Se llamó ‘La fuga’ y fue concebida como un homenaje a las muchas penurias que habían pasado los alicantinos durante la guerra. También tenía un fuerte mensaje propagandístico a favor del nuevo régimen. De hecho, en la parte superior se colocó un ninot de Juan Negrín (el último presidente republicano) portando una maleta llena de dinero y un jamón. Con ello se le pretendía caricaturizar como un hipócrita que pedía al pueblo seguir resistiendo por la República mientras él disfrutaba de todo tipo de lujos.
Lo cierto es que, a pesar de su mordaz crítica política hacia Negrín, esta hoguera no acabó por gustar demasiado a las nuevas autoridades franquistas ya que de algún modo homenajeaba también a los alicantinos que habían partido hacia el exilio (los cuales en su gran mayoría eran republicanos). No fue censurada, pero Francisco Muñoz debió de sufrir una especie de veto pues apenas volvió a construir hogueras desde entonces.
Aquel año se celebraron también algunos pocos eventos como un concierto de bandas en la Explanada, una obra de teatro en el Cine Ideal o un amistoso entre el Hércules y el Valencia (ambos equipos entonces en Primera División) que acabó con victoria local por 2-1. Se retomó además la feria taurina.
Se disolvió la Comisión Gestora por una nueva más afín al régimen franquista
Vuelta a la normalidad
A lo largo del siguiente año las comisiones se dedicaron a recaudar dinero entre los vecinos de los diferentes barrios para poder plantar en las Hogueras de 1940. No fue nada fácil en plena Posguerra, pero finalmente consiguieron fondos suficientes para construir 21 hogueras (diez menos que en 1936).
El esfuerzo de aquellos foguerers permitió que la tradición se recuperara y que no se viera nunca más interrumpida hasta 80 años después. Ahora nos toca a nosotros, es nuestra generación la encargada de dar el do de pecho si queremos que aquello por lo que tanto lucharon nuestros abuelos se mantenga por muchos años más.