Entrevista > Luis Mesón / Pintor (Madrid, 17-junio-1953)
Los artistas madrileños Luis Mesón y Arturo Mesón, después de exponer en más de una ocasión en la Casa de Cultura de l’Alfàs del Pi, han decidido colaborar con diferentes ONG y asociaciones locales destinando parte de su obra a fines sociales.
Para ello, han seleccionado 30 de sus creaciones y las han donado a la Asociación Voluntariado Social de l’Alfàs, la ONG Aborigen View, Cruz Roja, la Asociación Benéfica Corazón Exprés, la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí y al Rotary Club Internacional de l’Alfàs del Pi.
Tras residir sólo tres años en l’Alfàs del Pi, Luis Mesón explica en esta entrevista con AQUÍ en l’Alfàs los motivos que le han llevado a tomar esta decisión, así como el camino vital recorrido.
¿Qué les ha llevado a su hermano y a usted a tomar la decisión de donar 30 de sus cuadros a estas ONG?
Los dos hemos pintado desde pequeños. Los artistas somos un poco autistas. Vivimos en un mundo absurdo y necesitamos vías para expresar algo personal. Yo soy el mayor de los dos y él siempre me ha tenido a mí como referente de una forma inconsciente.
Lo de la donación tiene un sentido porque hace más de 40 años yo entré en una dinámica en la que más que arreglar mi propia vida quise ampliar mis horizontes. Por poner un ejemplo, algo parecido a lo que hace el chef José Andrés.
«Yo no me considero artista, sino una persona necesitada de expresar»
Tiene usted, por lo tanto, experiencia en el campo del asociacionismo.
Hay un ingrediente que me impactó y que sigue hasta hoy: el voluntariado. Yo quería no hacer cosas por mí, sino hacer un esfuerzo por cambiar el mundo que te rodea y que ves que en algunos casos está muy necesitado.
El voluntariado tiene también cierta dosis de egoísmo ya que, como me han reconocido muchas personas que dedican su tiempo a los demás, uno busca sentirse bien consigo mismo a través de hacer el bien. ¿Se ha hecho usted esta misma reflexión alguna vez?
Sí, desde luego. Constantemente. Eso es cierto. Es algo que le han preguntado en más de una ocasión a una persona que es mi referente y él siempre responde que egoísmo es cuando tú te beneficias a costa de alguien, es decir, cuando sacas beneficio de robarle algo a otra persona. Si es algo que forma parte de la naturaleza no es egoísmo.
En cualquier caso, ayudar a los demás forma parte de la naturaleza humana casi tanto como tratar de destruirnos.
Ayudar a los demás es parte intrínseca de la naturaleza humana. Yo no soy padre, pero es algo que se puede ver en la propia naturaleza, en los animales y, por supuesto, también en el ser humano: ver cómo un padre o una madre vuelca sus esfuerzos en sus retoños.
«Los artistas somos un poco autistas. Vivimos en un mundo absurdo y necesitamos vías para expresar algo personal»
Se suele decir, quizás de forma ya automática y exagerada, que los artistas son personas más sensibles que la media del resto de la sociedad. ¿Es esa condición la que le lleva a ser más consciente de las debilidades de los demás?
Yo soy consciente de lo que a mí me pasa. No puedo meterme en la cabeza de otro. Para empezar, yo no me considero artista, sino necesitado de expresar. La mayor parte de mi vida laboral la he dedicado a la prensa y la sección de ilustración e infografía. Ahí he visto de todo. Desde el ‘egazo’ del que está por encima al trabajo en equipo. Esa es la parte que me ha interesado.
Yo he sido jefe de sección y siempre he considerado que eres un gestionador. Si formas parte de un equipo, tu conciencia tiene que ser la del trabajo en equipo. Gestionar eso me ha parecido siempre muy interesante y es algo que he vivido mucho en el voluntariado. La tendencia, y yo la he sufrido, es no delegar. Eso no puede hacerse así.
Pero cada uno debe centrarse en lo que mejor sabe hacer.
Todos tenemos un don. El que es artista puede tener el don de expresar, pero alguien que haga bocadillos de forma espectacular también tiene la capacidad de elevar al resto del equipo y su energía.
¿Qué tipo de pintura hace usted?
Siempre tiré al pop-art por influencia. Cuando empecé a pintar, me emocioné con los impresionistas. Posteriormente, descubrí los comics con el Capitán Trueno y a los nueve años me encontré con Tintín. Con todo aquello se iban abriendo nuevos mundos.
Todo eso me llevó después al surrealismo de Dalí. Fue ya siendo adulto cuando descubrí al Equipo Crónica, del que hoy en día queda un miembro vivo. En ese momento fue cuando me dije a mí mismo que eso es lo que me gustaría pintar.
«Tengo una escena de mi infancia grabada y es ver a mis padres y a mis hermanos dibujando en la mesa»
¿Llegó a sentir el famoso síndrome de Stendhal en alguno de esos descubrimientos?
¡Sí! Lo viví en un viaje que hice a Florencia. Veníamos de Roma y recuerdo que al llegar a Florencia fue una especie de agobio y de síntomas que describen ese síndrome.
¿Su hermano también ha tirado por el pop-art?
No. A él le dio por el hiperrealismo. Recuerdo que cuando éramos pequeños, en una ocasión, cogió un billete de mil pesetas y se puso a copiarlo. Desde mi perspectiva, no lo entendía; pero él quería capturar la realidad…
O comenzar una carrera delictiva…
(Ríe) ¡Algo de eso puede haber! Estudió exactas y acabó trabajando en el Banco de España. Podría haber ahí un punto de inflexión y haber tirado por el lado oscuro, pero finalmente optó por el lado menos oscuro.
Esas influencias de Tintín o el Equipo Crónica, ¿fueron las grandes responsables de que volcara su arte en la prensa y no en la búsqueda de la exposición?
(Piensa) Yo no me considero pintor, aunque haya vendido unos cuantos cuadros y en alguna ocasión, cuando los he vendido, he pensado para mí mismo ‘¡ah, coño! Pues sí soy pintor’. Tengo un familiar que también se dedica a la pintura y al que considero un genio. Él sí tiene una mente de pintor, pero también lo ha dejado por la frustración que le provoca que el mundo del arte esté prostituido.
«El que es artista puede tener el don de expresar, pero alguien que haga bocadillos de forma espectacular también tiene la capacidad de elevar al resto»
¿Comparte esa visión?
Yo no lo veo tan así, pero en mi entorno hay gente que lo ha vivido y dice que es absurdo que haya cuadros que valgan una millonada. Es algo que les parece, y coincido en ello, obsceno. Yo no me he ganado la vida como pintor porque tampoco lo he intentado.
Siendo su hermano y usted artistas, ¿tuvieron influencia artística en casa?
Mi madre era la artista en casa. Ella tenía un don. Tengo una escena de mi infancia grabada y es ver a mis padres y a mis hermanos dibujando en la mesa. Yo recuerdo lo que hizo mi madre y lo que hizo mi padre, pero no lo que hicimos nosotros.
Mi madre era un personaje humilde y que rayaba con lo sencillo. Es algo que cuando era joven lo interpreté mal por culpa de mi ego. La menospreciaba. A mi madre la descubrí cuando empecé a madurar y fue un proceso que seguí hasta que se fue. En ese tiempo, he descubierto que el suyo era un don que ya me gustaría a mí tenerlo.
¿Además de esa sencillez, qué le transmitió en términos artísticos?
La necesidad de expresar sin tener que buscar el éxito. Que la consideración de que uno sea pintor viene dada por el entorno, pero siempre a posteriori.
«Fue el concejal de Cultura, Manuel Casado, el que me propuso esta idea y me pareció estupendo»
Antes ha dicho que los artistas son una especie de autistas con necesidad de expresarse. ¿A qué se refiere?
Recuerdo que, de pequeño, cuando estábamos comiendo, yo siempre estaba con un cómic. Mis padres no me reñían por ello. Me dejaban. Mis padres me han contado después que yo iba pinchando en el plato, pero lo hacía en vacío… y todos se reían conmigo.
Ahora han donado sus cuadros a la Asociación Voluntariado Social de l’Alfàs, la ONG Aborigen View, Cruz Roja, la Asociación Benéfica Corazón Exprés, la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí y al Rotary Club Internacional de l’Alfàs del Pi. ¿Por qué a estas?
De hecho, me los vas a tener que repetir para que me lo aprenda. Yo vine a vivir aquí hace tres años sin conocer a nadie. Vinimos porque mi hermana y mi cuñado llevan viviendo aquí toda la vida y llegó un momento en el que sentí la necesidad de salir de Madrid. Así pues, no conozco a nadie aquí y, por supuesto, tampoco las asociaciones.
Ante esto, fue el concejal de Cultura, Manuel Casado, el que me dijo que, si me parecía bien, podía buscar unas ONG y asociaciones. Yo iba a donar los cuadros de todas formas.
¿Y por qué a ONG y no, por ejemplo, a la propia Casa de Cultura?
Porque sé lo que pasa en esos casos. Cada vez que haces una exposición, donas un cuadro que va a un fondo y ahora mismo, después de tantos años, debe tener un almacén enorme. Probablemente, haya cientos de cuadros. Ante esa situación, pensé que, para que estuvieran almacenados, prefería quedármelos y esperar a que se dieran las circunstancias adecuadas para que una donación tuviera sentido.
Ante esto, fue, como decía, Manuel Casado el que me propuso esta idea y me pareció estupendo. Son cuatro o cinco cuadros por asociación y son ahora ellos los que los tienen que mover para poder sacar lo que puedan.
«Viví lo que es sufrir el síndrome de Stendhal en un viaje que hice a Florencia»
Iba a preguntarle, precisamente, qué espera que hagan esas asociaciones con los cuadros.
Lo que ellos piensen que es lo más beneficioso. Yo, cuando hice la entrega, me desapegué de esos cuadros.
¿Le han preguntado por cuánto se podrían vender para recaudar fondos?
(Ríe) Sí. En el propio acto de entrega y yo contesté que, para que sirva de algo, que, al menos, cien euros y el alcalde, que estaba ahí presente, se sorprendió y me dijo que habría que pedir más. Quizás, como es para un fin humanitario, la gente que lo compre no va a pensar tanto en el valor del arte, sino en el apoyo que hará a la ONG.
Pero insisto, desde el momento que hice la entrega, yo estoy desapegado y no estoy pensando ni pendiente de lo que ocurre con ellos. Confío en el ser humano.