El Tossal de Manises (‘colina de los azulejos’), allá arriba, rodeado de civilización, ha vivido mucho. Sobre todo escenas de familias, como cuando en la larga posguerra española venían estas desde Alicante ciudad (a cuyo municipio, del que fue origen, pertenece el Tossal) o Sant Joan y Mutxamel.
Llegar hasta aquí en carromato (era la época) suponía un día entero de fiesta. Había chiringuitos de madera. Y se montaban verbenas.
La chavalería se paseaba entonces el otero para recoger las conchas de esos caracolillos que, con incorrección política, denominaban caracoles judíos (en otras zonas, gitanos o bordes). La especie se llama, para los científicos, sphincterochila, y se dan prácticamente en todo el Mediterráneo. Saben a rayos, así que no se comen.
También se encontraban palos, piedras singulares y otros juguetes ecológicos del momento. No había dinero, pero alegría que no faltase.
Paisajes aéreos y contestanos
Entonces se veía desde allí el Mediterráneo y todo. Cuando en 1964 llegó la empresa de fotografías aéreas Paisajes Españoles (creada en 1955) a la colina, apenas le tapaban el horizonte marino algunas torres.
Los carromatos fueron sustituidos por el utilitario nacional Seat 600, nacido en 1957 con licencia de la italiana Fiat. Modelo y metáfora de la clase media española, el resultado es que el Tossal de Manises continúo familiar.
Siempre lo fue. Antes que testigo de legendarias batallas y héroes inmortales, al lugar le gustó el sentirse asentamiento hogareño. Comenzó a desarrollarse en el siglo cuarto antes de Cristo. Por entonces, del pueblo íbero (algo más gentilicio que étnico) por aquí tocaban los contestanos. La Contestania correspondía a la actual provincia alicantina y parte de Albacete, Murcia y Valencia.
Los carromatos al lugar fueron sustituidos por los utilitarios familiares
Facilidades para establecerse
Pues ya tenemos a una población contestana que eligió un lugar al abrigo de los vientos, con vistas inmejorables y facilidades para establecerse: básicamente lo que se potenció cuando desde los sesenta del pasado siglo se vendieron chalés y apartamentos a peso.
Además, se trataba de un puerto natural bien resguardado. Y había agua. Nos encontrábamos con una albufera (hoy conocida como la Albufereta) regada por agua venida vía el barranco de Maldo.
Este líquido elemento provenía sobre todo de la hoy pedanía alicantina de Tángel. Pero el agua aún no iba a gozar de mayor aprovechamiento. El vivir ibérico no poseía una cultura del baño (aunque no podamos descartar lógicos remojones marinos). Iba a ser otra la civilización que la aportase. Bautizó al lugar como Lucentum (no ‘ciudad de la luz’, como París, sino ‘rayos de luz’).
Los romanos trajeron las termas y la cultura del agua
Conquista romana
Hacia el 218 antes de Cristo, Roma, desde Emporiae (Ampurias o Empúries), ‘puerto de comercio’, comenzó a conquistar la costa ibérica. Como este lugar que, según algunos historiadores, bautizaron Akra Leukḗ (‘promontorio blanco’) los griegos.
En cuanto a los romanos, del siglo primero antes de Cristo hasta el primero después de Cristo, el asentamiento se convirtió en una próspera ciudad con todos sus aditamentos. Vivir, trabajar (el comercio motivaba conquistas), rendir culto, divertirse.
La avanzada cultura romana permitió que en Lucentum hubiera alcantarillado, posible anfiteatro, desde luego que un foro, con los edificios principales, y dos termas, que se sepa: las de la Muralla (el sitio se había fortificado ya hacia el siglo tercero antes de Cristo) y, más céntricas, las de Popilio. Eran modelo estándar: ‘apodyterium’ (vestuario: hombres y mujeres en horarios distintos), ‘caldarium’ (sala caliente) y ‘frigidarium’ (sala fría).
Lucentum se extendía más allá del actual yacimiento
Nuevo emplazamiento
Se considera a las termas de Valentia Edetanorum (‘valor de los edetanos’, otro pueblo íbero: dos terceras partes valencianas y el sur castellonense), ciudad del 138 antes de Cristo (la actual Valencia), como las más antiguas de la Península, pero estas no le iban mucho a la zaga. No obstante, tanta agua iba a causar problemas. Oficialmente, el empuje comercial y urbano de Ilici (Elche) acabó con Lucentum, pero, ¿y los mosquitos?
Registro hay de que no fue problema baladí: se intentó incluso solucionar. Por ejemplo, anegando el terreno al pie de la vertiente noroeste, lo que generó más mosquital. En realidad, hasta 1928 no se desecó la Albufereta. Los romanos construyeron en el barrio hoy de Benalúa (hasta el siglo octavo), y los árabes fundaron su al-Laqant (de Lucentum) en el 718 en el céntrico monte Benacantil.
Recuperación definitiva
La Lucentum romana, extendida en realidad más allá del Tossal de Manises, acabó por iniciar un periodo de largo reposo. Incluso llegó a ser cementerio musulmán entre los siglos décimo y undécimo. Un sueño con desperezos: el más preocupante, la presión de un brutalismo arquitectónico que pervertía, desde los sesenta, las elegantes líneas del proyecto urbanístico de Pedro Muguruza (1893-1952), que soñó incluso con balneario en Playa de San Juan.
Muguruza quiso crear un Museo de Lucentum y se consiguió además declarar el sitio Monumento Histórico-artístico en 1961, pero los bocados turísticos continuaron prácticamente hasta los ochenta.
Finalmente, en 1998 tocará oficialmente la recuperación del Tossal. Y con él un relanzamiento turístico y vivencial de la Albufereta, pero esto ya es otra historia.