Los actos anuales en conmemoración a la oriolana Virgen de Monserrate constatan, año tras año, que en ocasiones leyenda y realidad vienen tan juntas que no podemos prescindir de ninguna. Honrada siempre el ocho de septiembre, según la Iglesia católica el día de la Natividad de María pero también el día de las vírgenes ‘encontradas’, la imagen aparece ligada al santuario que la acoge.
Aseguran las crónicas que la talla la trajo el mismísimo San Trifón (232-250), nacido en la desaparecida ciudad griega Lámpsaco, citada incluso en la ‘Ilíada’, y a la sazón discípulo del apóstol Santiago el Mayor (5 antes de Cristo-44 después de Cristo). No existen hoy muchas más referencias a la presencia de Trifón en España, pero al santo griego se le considera protector contra plagas de insectos y roedores.
Una invasión tras otra
Ya tenemos una primera clave: la Orihuela de la época, quizá ya Uryula o Aurariola, es una sociedad fundamentalmente agraria. Eso sí, aún no tenemos nombre definitivo para la imagen, y todavía es una Virgen traída, no encontrada, o con denominación específica.
Mientras, aún tendrían que llegar dos ejemplos de turismo salvaje: musulmanes, sobre todo desde interior; y vikingos (el 858), desde la costa remontando un río Segura entonces muy distinto. Los primeros penetraban en la Península en el 711. Y aquí que llegaba el caudillo visigodo (los visigodos reinaron en la Península desde el 418 al 720) Tudmir o Teodomiro (se ignora cuándo nació, pero posiblemente falleció en el 743) con ganas de pactar.
Algunas crónicas atribuyen a San Trifón la llegada de la imagen
Un pacto nada respetado
El caso es que Teodomiro, quien manda sobre la mayor parte de las hoy provincias de Alicante y Murcia, decide firmar el cinco de abril del 713 un acuerdo para que se le respeten la mayoría de sus posesiones (lo que se conoce como el pacto de Teodomiro), con el segundo valí (gobernador) de Al-Ándalus (o sea, la Península Ibérica), Abd al-Aziz ibn Musa (quien fallece, según algunas referencias, en el 716).
Pero tal acuerdo no fue de altos vuelos, sino que comenzó a practicar pronto el vuelo rasante, así que la por entonces, según algunos historiadores, conocida como la Virgen de la Puerta (estaba en una salida de la hoy ciudad, ahora un municipio con 78.940 habitantes según censo de 2021). A la imagen, establecida ya su traída por San Trifón (¡en el 613!) o, en su defecto, por los visigodos, había que salvarla.
Se enterró en la sierra por si la dañaban los árabes
El milagro de la campana
Lo suyo era esconderla bajo una campana, allá por la sierra oriolana. Pero las pistas para que volviera a este mundo acabaron por llevárselas los claveros (los guardianes de las claves o llaves) al otro, al de sin retorno. El municipio era reconquistado un diecisiete de julio de 1242, festividad de las santas sevillanas Justa y Rufina (nacidas respectivamente el 268 y el 270 y asesinadas el 287), a las que Orihuela dedicó una iglesia Monumento Nacional desde 1971.
El caso es que todo el mundo se puso a buscar a la Virgen de la Puerta, y nadie la encontró. Al final, se rindieron y aún se encontraría en lo más hondo de la sierra si no fuera porque en 1306 un pastor escuchó una campana. Hasta ahí la historia, en este acontecer, porque luego la lírica y la imaginería nos devuelven la imagen de la Virgen tañendo una campana a su vez alzada por dos ángeles.
La comunidad aragonesa quiso denominarla Del Pilar
A la búsqueda de un nombre
Otra versión nos habla de un sonido de campana procedente del lugar, escuchado por el vecindario oriolano durante tres días seguidos, pero el caso es que, población u ovejero, la Virgen, como señalan los documentos conservados, había sido por fin encontrada, en una sierra (monte serrado, Montserrat, Monserrate). La entonces abundante comunidad aragonesa en la incipiente urbe incluso quiso llamarla Virgen del Pilar.
De entre las varias propuestas, triunfó la de Nuestra Señora María Santísima de Monserrate de Orihuela. La Cueva del Hallazgo (‘angelitos’ incluidos) se integró en las mimbres del templo que levantó en su honor, primero ermita y más tarde el actual Santuario de Nuestra Señora de Monserrate, en pleno Rabaloche, al pie de la sierra y al lado del colegio Virgen de la Puerta.
Fiestas litúrgicas y profanas
Las fiestas litúrgicas, patronales, celebradas en este templo barroco y neoclásico a la vez, con última reconstrucción en el siglo dieciocho, no se ofrecen sin embargo a la talla original, la del siglo trece, labrada en olivo “incorruptible”, sino, tras la Guerra Civil, una de 1940 obra del imaginero alicantino, de Pilar de la Horadada, José Sánchez Lozano (1904-1995), quien ya había realizado varias versiones para encargos particulares, antes de la contienda.
El espíritu es el mismo, se entiende, el que cada año consigue que un buen pico de la población oriolana se desplace al lugar desde el seis al dieciocho para asistir a misas, procesión, novenario y romería; pero también, por la parte profana, conciertos para toda la familia. Y que historia y leyenda sigan juntas.