El mar en Santa Pola siempre trae sorpresas: pescados para cocinar o preparar salsas como el ‘garum’, culturas (fenicia, griega, romana, árabe…), tres Vírgenes que llegaron a nuestras orillas y otra que repite todos los años; y también puntual cada primero de septiembre un desembarco moro, paradójicamente en honor de una de las tres vírgenes. Así comienza prácticamente una de las fiestas más populosas santapoleras.
La Virgen de Loreto es la advocación mariana que preside este desparrame de actividades, hasta el día ocho. Moros y Cristianos (hasta el tres), conciertos, deportes (incluidas regatas), pasacalles, pólvora, procesiones… Y el mar siempre allí presente, no solo impregnando de salitre: también participando en más de una de las actividades programadas.
Las cuatro vírgenes marineras
La Virgen de Loreto forma parte del terceto de celebraciones marianas veraniegas: la Verge del Cap o Virgen del Cabo (la Virgen del Rosario) comienza el miniciclo, en junio. Le sigue en julio la del Carmen y finalmente, en septiembre, la de Loreto. Pero, un momento, ¿no es el 10 de diciembre el día para este culto?
En muchas otras localidades, el ocho de septiembre es el día de la conmemoración. No es Santa Pola la única localidad, tanto española como hispanoamericana, que la festeja en septiembre, orbitando o directamente ubicándola el día ocho, el de la Natividad de María y también el de las vírgenes ‘encontradas’.
Forma parte del terceto de imágenes que llegó del mar
La veneración de diciembre
De todas formas, en eso Santa Pola también es ecuánime: la procesión nocturna con antorchas, más todo el ciclo de celebraciones religiosas de diciembre, se dedica a la ‘venida de la Virgen de Loreto’. Habrá que recordar, como ya se hizo desde estas páginas con el artículo ‘La Virgen que quiso quedarse’ (diciembre de 2021), que la leyenda, y posiblemente la historia, nos cuentan que la imagen llegó a las costas santapoleras justo en pleno temporal.
Fue en 1643, y el marinero que la transportaba desde Cádiz se encontró con que la tempestad le impedía abandonar el puerto santapolero. Se sumó así a las imágenes marianas llegadas a nuestras costas por el empuje del mar: la del Remedio alcanzaba la costa por el cabo (a cuyos pies tiene ermita) en 1880, en forma de azulejos. La tercera, eso sí, no se quedó aquí sino que marchó a tierras ilicitanas.
También se festeja, conmemorando su venida, en diciembre
Arcabuces en la costa
Aconteció en la playa del Tamarit cuando apareció, en la madrugada del veintiocho de diciembre de 1370, la Virgen de la Asunción, sobre la que iba a orbitar el Misteri d’Elx. ¿Y la que nos visita todos los años? La del Carmen, desde el siglo diecinueve, el dieciséis de julio. Aunque algo de llegada oceánica tiene si, como apuntan los cronistas, la tradición quedó sembrada por el colectivo de buscadores de esponjas de mar.
En el caso de Nuestra Señora de Loreto, resulta ahora inconcebible su adoración veraniega, la de septiembre, sin la llegada del invasor historicista desde el mar, sin arcabuces ni batallas. Cómo imaginar los festejos sin las batallas de Moros y Cristianos, defendiendo el castillo construido en 1557, como su casi espejo en la sierra de Bernia, por Juan Bautista Antonelli, en realidad Giovanni Battista Antonelli (1527-1588). Y es que la imagen se encuentra justo ahí, en la capilla.
Los desfiles arcabuceros no comenzaron hasta 1981
Arriban los Moros y Cristianos
Sin embargo, más si tenemos en cuenta la fecha de llegada de la Virgen a nuestras costas, y que el culto a la Virgen del Lauretum (tierra poblada de laureles) partía desde Italia para extenderse primero por todo el Mediterráneo en el siglo trece, la realidad es que la pólvora y los arcabuces llegaron poco menos que ayer mismo. De hecho, casi oficiosamente desde 1981 y ya oficialmente a partir de 1983, al crearse la actual asociación festera.
Y aunque parezca mentira, el Desembarco en la playa de Levante apenas cuenta con una veintena de años. Sin embargo, es tal la imbricación entre fiestas, población, ánima religiosa y mar que parece que lleven aquí antes de lo que históricamente les correspondía a los invasores. Y eso que cuando empezaron no poseían los medios de ahora. Según los recortes de prensa, el primer año oficial los ‘invasores moros’ se encontraron con un castillo defendido con globos de agua.
Las dos partes del programa
Las conmemoraciones de septiembre han llegado a un buen acuerdo entre el jolgorio cívico y el gozo religioso: la primera parte de las fiestas viene a ser la profana, la del jolgorio callejero; la segunda (los dos días finales) se dedica a Nuestra Señora de Loreto.
En las guías se resalta también un espectacular desfile multicolor, el día seis, que para muchos supone también la bisagra entre ambos aspectos en el fondo hoy indivisibles de las celebraciones. La ofrenda del siete y la procesión del ocho quedan coronadas la noche de este último día, al igual que la del seis, con un castillo de fuego en la playa de Levante. Quizá no sea más que una ofrenda a un mar que nos da tanto.