Si existe algún elemento determinante en las fiestas levantinas, al margen del pespunte o no religioso, este es el fuego. Podríamos añadir la nocturnidad, que lo realza. Pero el fuego se desliza por todas las celebraciones de la Comunitat Valenciana, en unas con la mayor o menor timidez de un ‘castillo de fuego’ o petardos a pie de calle, en otras cobrando protagonismo. Como ocurre a principios de septiembre en Agullent con su Nit de les Fogueretes.
Farolillos caseros o comprados en la calle Mayor, con un trozo de esportín (disco de esparto usado en la almazara para prensar las olivas; la palabra deriva de esportón, el capazo de esparto utilizado para vendimiar), sujetados con cañas. También ‘fallas’: los propios esportines, recortados y recosidos, impregnados de aceite, que sirven a los adultos para crear, girándolos, círculos de luz.
El milagro de la lámpara
La singular romería del tres de septiembre, declarada por la Conselleria de Turismo en 2010 de Interés Turístico Local y en 2017 de Interés Turístico de la Comunitat Valenciana, posee ya solera: arrancaba en el 1600, en uno de los múltiples brotes de la peste que asolaron intermitentemente estos territorios hasta el siglo XIX, que fueron especialmente duros en la ciudad de València en 1647 y 1652.
Entonces, se produjo el ‘miracle de la llàntia’: en la ermita dedicada al valenciano San Vicente Ferrer (1350-1419), cuya convincente oratoria aún se recordaba en los anales agullentinos, se vio a un monje arrodillado ante el altar, con un más que razonable parecido con el predicador y filósofo dominico. Había que avisar al pueblo, pero, al volver, el santo había desaparecido, dejando en su lugar una lámpara de aceite.
La conmemoración celebra el fin milagroso de una epidemia
El farol de San Vicente
Aquel farol (la ‘llàntia’ milagrosa) sirvió, asegura la tradición, para que al untar a los enfermos de peste con su aceite estos sanaran. La ermita antigua, La Vella, de reducidas dimensiones, sembró cimientos y estructuras en el siglo quince, aunque fue reconstruida (1976-1979). La Nova, cercana a esta, asomadas ambas al camino de Bocairent, es un complejo religioso levantado en 1745 sobre el espíritu de otra anterior desterronada por un terremoto. Restaurada en 1992, tiene albergue.
La fiesta conmemorativa acontece en un pequeño municipio de 2.369 residentes, según censo de 2021, en pleno Vall d’Albaida, a tiro de piedra de Benissoda y otro, con más fuerza, de Ontinyent. El Ayuntamiento le echa aún más azúcar al goloso dulce: “Ubicado a menos de una hora de Valencia y de Alicante. Una distancia suficiente para recuperar la esencia de los pueblos de interior, con un fuerte vínculo con la naturaleza, el patrimonio y las tradiciones”.
Fuego y aceite constituyen los principales elementos de la fiesta
Otras hogueras conmemorativas
Bien, ¿hay más hogueras así en la Comunitat Valenciana? Como estas ninguna: cada fiesta posee su singularidad, pero puestos a buscarle claves, o tres pies al gato, desplacémonos ahora hasta la Foia de Castalla, subcomarca de la Hoya de Alcoy o l’Alcoià. En Onil, un municipio de 7.569 habitantes, según censo de 2021, se celebran las fiestas Mayores en honor a la Virgen de la Salud (el veintitrés de abril).
¿Qué se conmemora? Los festejos comenzaron en 1643 para rogar el fin de la peste bubónica. Desde entonces, unas hogueras acompañan los principales actos. ¿Qué representan? Nada menos que la quema de ropas y enseres infectados. Tiempos en que la medicina no había podido avanzar más y solo les quedaba a los humanos el recurso expectante del ruego. El fuego purificador era dolor. Luego, sembró alegría como agradecimiento a la pandemia desaparecida.
San Vicente predicó aquí en el año 1410
El recorrido procesional
En tierras agullentinas este fuego, espectacularizado década tras década, con la participación no solo de la población autóctona sino también los abundantes turistas, viene siempre unido al aceite. No solo se empapan espartos y almas festeras: también es costumbre ungirse con unos óleos a los que, una vez bendecidos, la tradición adjudica capacidades sanadoras.
Tras partir de la plaza Mayor, donde el Ayuntamiento (a las espaldas de la manzana de edificios en las que se inserta, una esquina de la iglesia de San Bartolomé del siglo quince) y también donde una azulejería en hornacina nos recuerda que San Vicente predicó aquí en 1410, la lumínica romería marchará hasta la Font Jornada, parque con barranco y senderismo.
El camino festero recobrado
Desde allí, queda tomar el camino de Sant Vicent-Bocairent que nos enlaza ambos ermitorios. Por supuesto, esta romería, a la que muchos historiadores le adjudican ser la más veterana de la Comunitat Valenciana, forma parte (principal) de un ciclo festero que abarca prácticamente toda una semana. Además de los actos religiosos, no pueden faltar danzas autóctonas mucho más que centenarias.
Aparte del hecho de que este año supone el reencuentro popular del municipio con su Nit de les Fogueretes tras el parón de la pandemia actual. La covid dejó a Agullent ayuna en 2020 y 2021 de tan espectacular romería nocturna. Tras recuperar los Moros y Cristianos de abril en honor a San Vicente, cabe esperar, un año más, la repetición del milagro.