Llíria volverá a llenarse de celebración en torno al día veintinueve. La Fira i Festes de Sant Miquel, en este municipio de 23.648 habitantes en 2021 (inscritos en la comarca de Camp de Túria), antigua Edeta (capital de la ibérica Edetania: dos terceras parte de València y sur de Castellón), constituye desde 1446, con la feria concedida por Juan II de Aragón y Navarra (1398-1479), una de esas citas festeras ineludibles.
Habrá actos tan espectaculares como la Baixà del arcángel, el veintiocho, desde el monasterio a la barroca iglesia arciprestal de la Asunción de Nuestra Señora, del siglo diecisiete, y la Pujà de la imagen, el treinta. Mientras, música, diversión, la Banda Primitiva de Llíria (1819) y la Unió Musical de Llíria (1903) tocando juntas en un escenario, atracciones, dulces… Lo más curioso es que todo lo disfrutado aquí abajo germinó, según las historias sacras, en el Cielo.
Guerreros del Cielo
La Iglesia primitiva estratificó el Cielo piramidalmente, reproduciendo allí lo que ocurría aquí abajo. Un Dios justiciero, ‘pantocrátor’ (todopoderoso), más del Antiguo Testamento que del Nuevo, guerrero, se rodeaba de unas huestes cósmicas que, además de imponer ley y orden, traían y llevaban: eran al tiempo mensajeros de las cortes celestiales e intermediarios divinos. Incluso había grados: serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potencias, principados, arcángeles y ángeles.
A San Miguel arcángel (también Mija-El, Mikaiyáh, Mijaiá, Mījā’īl, Mijael, Michael o Michahel) las religiones judía, cristiana (anglicanos, católicos, coptos, ortodoxos…) e islámica le adjudicaron el papel de jefe de los ejércitos divinos. Aunque las primeras comunidades cristianas suavizaron este ceño fruncido otorgándole también la capacidad de cuidar y sanar enfermos. En Frigia (casi la actual península turca de Anatolia) comenzó a venerársele.
Además de guerrero, también cuidaba y sanaba los enfermos
Primeras apariciones
Desde la antigua Bizancio, Constantinopla en el 330 (y Estambul a partir de 1876), el culto llegaba al sur italiano hacia el siglo cuarto. Dos supuestas apariciones del arcángel detonaron las sucesivas expansiones de la devoción. La primera fue en el Gárgano (macizo montañoso que conocemos como ‘la espuela de Italia’) a finales del siglo quinto, un ocho de mayo (la primera ‘fiesta de la aparición’).
La segunda posee fecha más precisa: el veintinueve de septiembre (la ‘segunda fiesta’, la de Llíria) del 590. El papa San Gregorio Magno (540-604) lo vio aparecer, después de una epidemia de la recalcitrante peste, sobre el mausoleo de Adriano (el castillo de Sant’Angelo). Gregorio fue un gran benefactor de la orden benedictina o regla de San Benito, fundada por Benito de Nursia (480-547), cuyo libro de preceptos data del 516.
Los benedictinos expandieron la fe por todo el Mediterráneo
Expansión del culto
Fueron precisamente los benedictinos quienes extendieron la advocación por el Mediterráneo y más allá. En España, el culto entró por el norte de la actual Cataluña y de allí por la hoy Comunitat Valenciana. Varias fuentes decían que el Reial Monestir de Sant Miquel había sido fundado en 1319 como herencia de Jaume I el Conqueridor (1208-1276), quien tomó Llíria de manos musulmanas en 1238, la víspera de San Miguel.
Sin embargo, las más subrayan el 1326, a cargo de Jaume II (1267-1327). Y no como monasterio, sino como beaterio, esto es, una comunidad de ‘devotes dones eremiticades’ (beatas). En todo caso, incluso si aceptamos también una fundación a cargo del mismísimo Jaume I en persona, representa, en las alturas del monte San Miguel, un baluarte espiritual rococó que fue declarado Bien de Interés Cultural el treinta y uno de agosto de 1983.
El monasterio fue en realidad beaterio del siglo XIV
Los tres santuarios
El complejo religioso conforma una de las puntas monumentales de la tríada dedicada a San Miguel fuera de Italia. Las otras serían el santuario de San Miguel de Aralar en Huarte-Araquil (Navarra), de 1032 sobre ánima de un templo prerrománico del siglo noveno; y el monte Saint-Michel en Normandía, el de las mareas que se tragan caminos de ida y vuelta, erigido entre los siglos octavo al noveno sobre espíritus druídicos.
Anotemos como curiosidad que este último goza aún de construcción espejo en la británica Cornualles, el Saint Michael’s Mount (posiblemente sembrado antes, en el siglo octavo, recordando que en el quinto se les apareció San Miguel a unos pescadores), y volvamos a Llíria. Aquí, el arcángel preside las fiestas mayores del municipio y asegura la leyenda que incluso llamó a sus compañeros de armas celestiales para echar alguna mano.
Peregrinos escultores
Aunque se sabe, por supuesto, que la talla gótica policromada, carbonizada en 1936, era de manos humanas, las consejas populares hablan de cuando aparecieron por el lugar tres enigmáticos peregrinos que, a los tres días, se fueron sin dejar más rastro que tres imágenes: un Cristo del Hospital, una Virgen de los Desamparados y, naturalmente, un San Miguel.
La influencia social y geográfica del Reial Monestir sobre comarcas, además de la propia, como las valencianas Camp de Morvedre, Foia de Bunyol-Xiva, l’Horta de València y las riberas Alta y Baixa y Los Serranos, más la castellonense de l’Alt Palància, ha conseguido que cada vez más ciudadanía haya ido alimentando unas multitudinarias y espectaculares romerías.