Como ocurre con las fallas eldenses, a veces las crónicas, quizá porque la historia suele ir recomponiéndose como un rompecabezas, ponen la tilde en la acentuación más ambigua. Durante mucho tiempo se han despachado estas celebraciones como inspiradas en las Fogueres de Sant Joan alicantinas. El motivo era la creación en 1958 de la Junta Central Fallera gracias a una iniciativa popular que arranca en 1949.
Se trataba de una idea de “los vecinos de la calle Trinquete (por entonces oficialmente del General Saliquet)”, según recoge la propia Junta, aún muy activa, pese al parón pandémico. Pero 1949 no fue el año de creación, sino de recreación, puesto que ya existían monumentos de cartón dispuestos para arder antes de la Guerra Civil, en junio, a San Pedro. ¿Realmente no había especificidad?
Cambio de patronos
Aunque se siguen llamando en guías y referencias Fallas de San Pedro, en la actualidad se celebran en San Crispín y San Crispiniano, dos mártires que vivieron y fallecieron en el siglo tercero. El veinticinco de octubre del 290 morían decapitados, tras torturarlos. Es precisamente ese el día de conmemorar a los patrones de zapateros y peleteros (su profesión), y de las fallas eldenses. Paradójicamente, estas celebraciones bajo su patronazgo son septembrinas.
Este 2022 del retorno abarcan precisamente del veintidós al veinticinco de septiembre, y el prepandémico 2019 celebraron el trigésimo aniversario del nuevo patronazgo. ¿Y San Pedro? Para festejar a Simón Pedro (siglo primero antes de Cristo-67 después de Cristo), discípulo de Jesús y, según el Nuevo Testamento, primer Papa (“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”), la iglesia católica nos pone fecha: el veintiséis de junio.
1949 no fue el año de creación, sino de recreación
Unos orígenes más antiguos
Ese día se rememora su martirio (y el de San Pablo de Tarso, 5 al 10-58 al 67). Justo la fecha sobre la que orbitaron en la ciudad del calzado, según el baúl de la historia, las Fallas originales. Y encontramos también que, si bien las crónicas nos hablan de un comienzo en 1933, bastantes historiadores trasladan los inicios hasta los mismísimos años veinte.
La Junta Central Fallera nos lo focaliza más: en 1929, “además de hogueras en la noche de San Juan, se plantaban fallas en Elda por iniciativa vecinal, especialmente en el Barrio Nuevo y de La Prosperidad”. Las de la noche de San Juan son las típicas del Mediterráneo español: la quema de enseres viejos y maderas adjunta a la celebración del nacimiento de Juan el Bautista (siglo primero antes de Cristo-31 al 36 después de Cristo).
Oficialmente ya existe arte efímero a quemar en 1929
Empezaron tras el solsticio
También se trata de festejar el renovador solsticio (cuando el sol parece aquietarse: ‘sol’ y ‘statum’ o estático) de verano, que ahora acontece realmente entre el veinte y el veintiuno de junio. Detalle a tener en cuenta, por la cercanía a San Pedro, puesto que, tras el cambio a San Crispín y San Crispiniano, quedan las Fallas alrededor del equinoccio (‘aequus nocte’, noche igual) de otoño: el veintidós de septiembre.
El cambio de fechas convierte además a las Fallas de Elda, con la activa participación de sus 52.551 habitantes (en 2021), en la última manifestación de este tipo en la Comunitat Valenciana. Las guías añaden que son las únicas fallas u hogueras a orillas del Vinalopó o afluentes.
Se olvidan, por ejemplo, del veintiuno al veinticuatro de junio, de la Hoguera de la plaza de San Juan (‘La Quemá’) en Aspe (21.088 residentes), sobre el tributario Tarafa.
En 1977 se trasladan los festejos a septiembre
Caída y recuperación
Vale, les Fogueres de Alicante (337.304 habitantes) comenzaron en 1928, las Fallas eldenses un año después… oficialmente, pero con un arranque más bien impreciso y, como en el caso de Alicante, ligado tanto a la iniciativa burguesa, en pleno despegue industrial, como a un vecindario dispuesto a sumarse a la iniciativa. Así, ya las del Barrio Nuevo y Prosperidad.
Pero si bien las alicantinas consiguieron recomponerse tras la Guerra Civil, en Elda la posguerra parecía haber acabado con el festejo, hasta que, en 1949, desde la calle Trinquete, volvían. Pero en 1945 ya se habían recuperado los Moros y Cristianos, iniciados oficialmente entre 1838 y 1840 aunque luego enterrados: para que una no devorase a la otra, en 1977 llegaba el traslado de las Fallas. Fue para bien en ambos casos.
Falleras y pregoneros
Hoy se han convertido en parte de ánima vivencial eldense; en unas celebraciones de fuego, cartón y pólvora que desde 1985 cuenta incluso con Fallera Mayor (la antes Reina de las Fallas) y con nueve comisiones según último recuento (El Huerto, Estación, Fraternidad, Huerta Nueva, José Antonio o ‘Las 300’, Ronda San Pascual, San Francisco de Sales, Trinquete y Zona Centro).
Y que además ha contado con pregoneros como dos de los principales factores de las Fogueres de Sant Joan alicantinas, cuya Comisión Gestora también presidieron: en 1959 el pintor y escultor Gastón Castelló (1903-1986), creador del monumento de cartón arquetípico a quemar en Alicante; y en 1967 el modisto y festero interprovincial a ultranza Tomás Valcárcel (1903-1999). ¿Espejo o admiración?