La dirección del Doble Amor, con sede en la ciudad de Benidorm, ha informado del cese de operaciones inmediato de su lavandería industrial, que hasta ahora daba empleo a cerca de medio centenar de personas de toda la comarca de la Marina Baixa con discapacidad física, sensorial o intelectual.
Esta decisión, explica, ha llegado debido al encarecimiento de la energía y, en concreto, del precio del gas natural, con el que funciona toda la maquinaria con la que en este centro de trabajo se lavaban diariamente ropa, sábanas o manteles de una larga lista de establecimientos hoteleros y hosteleros de la comarca de la Marina Baixa.
La Lavandería Industrial Doble Amor estaba ya herida desde que la pandemia obligó al cierre casi total de la planta hotelera de Benidorm
Herida en la pandemia
La Lavandería Industrial Doble Amor (Lida) estaba ya herida, ahora se sabe que de muerte, desde que la pandemia obligó al cierre casi total de la planta hotelera de Benidorm y del resto de la comarca hace algo más de dos años.
Entonces, los ingresos no sólo cayeron drásticamente, sino que se redujeron casi al cero absoluto, lo que provocó que las cuentas de Lida, antes saneadas, comenzaran a acumular más anotaciones en rojo que en azul.
Endeudamiento
Como cualquier otra empresa del sector, los responsables de Lida decidieron aplicar un ERTE confiando en que, pasada la pandemia, las cosas volvieran a su devenir habitual, algo que las cifras turísticas de este mismo verano han corroborado, pero ni ellos ni nadie podía prever la desbocada inflación de la que vendría acompañada ese resurgir turístico.
Así, ahogado ya por las deudas acumuladas durante la pandemia, momento en el que, como explican desde Lida, no se podían apagar las máquinas por completo, por lo que siempre hubo cierto nivel de gasto; el centro se dispuso a afrontar el 2022 de la recuperación con la vista puesta en sanear los libros de cuentas.
Su factura del gas ha pasado de los 15.000 euros por depósito a los más de 45.000 actuales
Situación inasumible
Pero llegó la invasión rusa de Ucrania y los precios de la energía se dispararon. Según cuentan desde Lida, donde se llegaban a lavar cerca de diez toneladas de ropa al día y cuya facturación rozó el millón de euros en 2019, la factura del gas, su principal anotación de gastos, ha pasado de los 15.000 euros por depósito a los más de 45.000 actuales, una cifra que no se prevé que pueda bajar en el futuro a corto o medio plazo.
Eso, unido a que los ingresos durante los dos últimos ejercicios apenas pasaron de los 100.000 euros anuales, apenas un 15% de lo que reflejaban sus libros de cuentas en la época previa a la pandemia que todo lo trastocó, ha dejado a la entidad en una situación inasumible.
Sin capacidad de ajuste
El drama, en este caso, es doble precisamente por el fin social de esta lavandería, que se ha convertido durante las últimas tres décadas en una herramienta de integración y de independencia para sus cerca de medio centenar de trabajadores.
Desde la dirección se explica que cualquier otra empresa del sector podría tratar de hacer frente a la situación ajustando el número de trabajadores en plantilla, pero que ellos, al trabajar con personas con distintas discapacidades, precisan de un mayor número de empleados para hacer el mismo trabajo que la competencia, por lo que la vía de los ERTE, los despidos o los reajustes de personal es, sencillamente, intransitable. Tanto a nivel económico como, sobre todo, social.
Lida se encuentra inmersa, desde el pasado mes de julio, en un proceso de concurso de acreedores
Proceso concursal
Lida se encuentra inmersa, desde el pasado mes de julio, en un proceso de concurso de acreedores, pero el procedimiento judicial quedó varado en el vacacional mes de agosto, por lo que todavía se está a la espera de que se nombre a ese administrador que, confían desde la dirección del centro, pueda ayudar a encontrar fórmulas para reconducir la situación.
En cualquier caso, y con la prioridad absoluta de garantizar el futuro laboral de sus trabajadores, la dirección de Lida ha optado por darles a todos ellos las vacaciones de forma inmediata y comenzar la búsqueda para tratar de recolocarlos.
Doble repercusión
Las repercusiones de este cese de actividad pueden ser enormes ya que la lavandería, un centro que siempre fue rentable, no sólo servía para dar trabajo a ese medio centenar de personas, sino que también ayudaba, de forma fundamental, a cuadrar las cuentas del propio Doble Amor, un centro que atiende desde hace más de cincuenta años a personas con discapacidad y que, si bien cuenta con ayudas de distintas administraciones, ven ahora cómo se ha generado un agujero considerable en sus cuentas.