Quien le iba a decir a uno que echaría de menos los tiempos en los que había que coger turno y esperar a ser atendido.
Nueva (a)normalidad
Es cierto que ha llegado la ‘nueva normalidad’ tan anunciada en la pandemia. Pero no a la forma de actuar de los ‘mortales’. Las fiestas, la hostelería, las calles, las playas… todo ha ido recuperando la normalidad que existía desde antes de la covid-19.
¿Todo? Pues desgraciadamente todo no. La atención al usuario desde las administraciones públicas, o mejor dicho la total desatención que en ciertos temas vivimos durante aquellos peores momentos, parece que ha venido para quedarse.
Parece que cierto extracto de la sociedad, especialmente aquellos relacionados con Hacienda, Seguridad Social, parte de la Sanidad, etc. han visto que para qué estresarse si no era necesario. Y han pasado de ser ‘servidores públicos’ a simplemente ‘públicos’, porque eso sí, el sueldo lo cobran igual.
Volverse loco
Y ahora para todo toca pedir hora, pero no de cualquier forma, porque ni siquiera sigue funcionando correctamente la atención telefónica, sino por sus más que deficientes páginas webs. Primero la tienes que localizar, que no siempre es fácil ver dónde hay que pedir cita; luego saber meter todos los datos correctamente, que muchas veces lo que uno necesita y lo que ponen no coincide; y por último que nada falle, porque de lo contrario vuelta a empezar… y a desesperarse. Si lo consigues, toca ver cuándo te pueden recibir.
Todo esto, ¿en pro de qué se hace? Porque desde luego para facilitar las cosas al usuario no. Eso sí, cuando llegas está todo mucho más tranquilo, menos gente, menos estrés y menos opciones.
No todos pueden acceder
Hace poco el Estado por fin se ha dado cuenta que una cosa es lo que se pretende, que todo el mundo viva ‘conectado’ a internet, y otra la realidad. Ni las personas cambian y aprenden de un día para otro, ni todo el mundo tiene las posibilidades de acceso.
Por ello han tenido que poner un autobús, sí asómbrense, algo físico, para poder llegar a todos los potenciales beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital ya que (sorpresa) la mayoría de los que pueden tener acceso a él no lo han hecho, bien por desconocimiento o por la complejidad de la tramitación.
Eso sin contar con algo tan lógico como que quien no tiene ni para comer difícilmente va a tener Internet, un ordenador o un Smartphone.
Rumbo a no se sabe donde
Creo que de alguna forma se está ‘perdiendo el norte’. Se quiere avanzar en una dirección, que por otro lado tampoco está claro donde nos lleva, sin tener en cuenta que el mundo puede querer cambiar pero las personas no cambian de un día para otro.
Existe una realidad, que es que a la ciudadanía en general les cuesta entender todo el funcionamiento online, lo que algunos quieren llamar analfabetismo digital. Incluso en los tiempos más duro de la pandemia se vio que existía esa carencia en las personas que se supone son ‘nativos digitales’.
Ni todos tenían la posibilidad de acceso a la Red, ni todos sabían manejar los programas que se les proponía. Ni mucho menos. Y hablamos de niños, adolescentes y jóvenes universitarios. De hecho, la brecha digital se convirtió en un auténtico problema, eso sin contar que los propios educadores tampoco sabían bien cómo manejarlo.
Los grandes beneficiados
¿A quién está beneficiando todo esto? Pues por un lado de forma clara a las grandes compañías telefónicas, tecnológicas y a aquellas que han conseguido que muchos de los que luchaban contra la globalización ahora sean consumidores habituales de Amazon, Google, etc.
Y por otro a las personas más pudientes, que suelen ser quienes cuentan con más y mejores medios, y más posibilidades de estudios. Como ejemplo todas las ayudas que ahora se dan y que se deben pedir por internet… ¿Quiénes tienen más posibilidades de pedirlas? ¿Siguen un criterio lógico de necesidad, como se supone que debería ser con dinero público?
Todo o nada
Al menos yo no entiendo, si hablamos sobre la lógica y no sobre la comodidad, porque lo que llega nuevo debe sustituir a lo antiguo y no ser complementarios entre sí. Pero, si tiene que ser así respondamos a varios de los principales problemas antes.
No se puede obligar a que ahora toda la gestión se haga por internet, cuando una parte de los ciudadanos no tienen la posibilidad de tener los aparatos necesarios, la conexión ni el conocimiento.
Pero en cualquier caso, si se quiere hacer así, pongamos todos las normas claras. Porque hacer páginas webs y portales es muy fácil, y más con tanta subvención como existe para ello. Pero luego tienen que funcionar correctamente, ser totalmente intuitivas y tener una alternativa de teléfono (que se atienda) o dirección, que muchas veces se ignora dejando internet como única vía de acceso, aunque lleve a punto muerto.
Subvenciones sin control
Y es que lo de hacer páginas o similares gracias a las subvenciones es fácil, pero parece que nadie ha explicado que estas no se manejan solas y que la información la tienen que meter los humanos.
Mensualmente desde AQUÍ Medios de Comunicación entramos en cientos de páginas web, bien para completar nuestras agendas de cultura que luego les ofrecemos, o bien como consulta de datos para reportajes y entrevistas.
Es constante encontrarnos con páginas en las que la información está atrasada, no corresponde, enlaces que no llevan a ningún lado, etc. Incluso entrando en los portales de transparencia, esos que se pusieron en lo público como obligatorio, la información es nula o escasa, o en el mejor de los casos son enlaces a otros enlaces que a su vez llevan a otros enlaces y que al final no conducen a nada o son dificilísimos de entender.