Las casas-cueva ubicadas en la muralla del castillo de Petrer son, incluso a día de hoy, un espacio poco conocido para la inmensa mayoría de los habitantes del municipio. Se trata de tres viviendas subterráneas, excavadas en la propia muralla islámica de la fortaleza, cada una de ellas con varias estancias y dos de ellas con una planta superior, unidas entre sí.
Todo comenzó con el proyecto de restauración del castillo para solucionar el problema de las humedades y grietas que se observaban en el lienzo de las murallas. A lo largo de esa iniciativa se analizó también la posibilidad de rehabilitar las casas-cueva, auténticas joyas arquitectónicas.
Propiedad del ayuntamiento
Estas casas-cueva son propiedad del ayuntamiento desde mediados de la década de los 70, tras ser adquiridas o expropiadas a sus dueños, que las habían abandonado progresivamente después de más de medio siglo de ocupación.
Eran, en su momento, unas viviendas humildes, de personas sin recursos económicos que no tenían la posibilidad de construirse una casa de yeso y mampostería en las partes más accesibles de Petrer. Eso hizo que debieran ocupar un trozo del cerro del castillo o de la propia muralla -que pertenecía a principios del siglo XX al obispado de Orihuela- y fabricarse su hogar, excavando el terreno para realizar las habitaciones.
Era un espacio inútil
Toda esa zona elevada de la población era un espacio baldío y sin ningún tipo de provecho. El único, sí se puede señalar así, era el constante expolio del castillo para obtener materiales de obra que servían para la construcción de casas en la villa, como venía ocurriendo ya desde el siglo XVIII, momento que el castillo deja de tener un uso continuado.
Durante la mencionada restauración, realizada entre 1974 y 1983, concretamente en 1980, unas fuertes lluvias torrenciales provocaron el desprendimiento de rocas en la parte de la explanada del castillo.
Se procedió entonces a estabilizar la ladera de la fortaleza, mediante la construcción de unos muros de contención sobre la tapia sur, el relleno de cuevas y la restauración del lienzo derecho de la muralla exterior. El objetivo era recuperar el uso de las cuevas vivienda, como muestra de la arquitectura popular, y destinarlas a sala de exposiciones.
Sin embargo, las autoridades municipales optaron finalmente por utilizar estas dependencias para las agrupaciones culturales locales.
Son propiedad del ayuntamiento tras ser adquiridas o expropiadas a sus antiguos dueños, que las habían abandonado
Reforma en 2008
La última reforma de las casas-cueva se llevó a cabo a lo largo de 2008, comenzando con un decapado de los enlucidos de las paredes y techos de las estancias, para darles un tratamiento de impermeabilización, adecuado para contrarrestar los efectos de la lluvia, con las consecuentes filtraciones y humedades de las salas (sobre todo las superiores).
Se trataron también las paredes de las habitaciones, para evitar las condensaciones y mitigar la acción de la salinidad del entorno y otros agentes medioambientales. Por otro lado, en las habitaciones donde los deterioros por la humedad eran irreversibles se sanearon las paredes y se crearon unas cámaras de ventilación con rejillas de aire.
Se sustituyó asimismo el pavimento de losetas cerámicas y suelo de hormigón, se renovó el aseo existente en una de las habitaciones, se reforzó y redistribuyó la instalación eléctrica (para incorporar un sistema de seguridad) y se sustituyeron tanto las ventanas como las puertas.
Anteriormente era una zona sin apenas provecho, sólo el constante expolio del castillo para obtener materiales y hacer casas nuevas
Museo
Pocos años antes, en 2005, el director del Museo Arqueológico y Etnológico Dámaso Navarro, Francisco Javier Jover, y la entonces becaria del centro Alicia Luján, tomaron la iniciativa de idear un proyecto museístico de temática etnológica para esos 180 m2, distribuidos en veintiuna salas de reducidas dimensiones.
El proyecto se estructuró en un estudio histórico donde se incluían los datos conocidos sobre el origen, desarrollo y perduración de este pintoresco hábitat, junto con las disposiciones legales vigentes en materia de patrimonio cultural. También era una propuesta museográfica que abarcaba diversos aspectos de la vida cotidiana de los petrelenses de mediados del siglo pasado.
Objetivos
El reto era albergar la extensión etnológica del Museo Dámaso Navarro, indicando para ello cómo se daría acogida al público visitante, de qué forma exponer los objetos en cada una de las salas y qué tipo de montaje se tenía que diseñar en función de los aspectos relacionados con la interactividad de los sentidos.
Otra de las primeras funciones del museo fue la de revisar el inventario y catalogar aquellos objetos que no tenían ficha ni fotografía, confeccionando una selección de piezas susceptibles de mostrarse en público, separándolas en diferentes categorías. El resultado fue más que satisfactorio, con 260 piezas que seguidamente fueron limpiadas con sumo mimo.