Cuentan que el califa Harún al-Rashid (763 -809) gustaba de cambiar los ropajes lujosos de mandatario por los más ligeros de simple ciudadano y mezclarse entre el pueblo. Conocía así, de primera mano, anhelos y pesares, costumbres y tradiciones, de las gentes sobre las que gobernaba. Algo muy semejante a lo que asegura la leyenda que hicieron los señores muslimes por Agost, que bajaban al pueblo a ver danzas y diversiones.
Así, las Danses del Rei Moro, celebradas desde el veintiocho de este mes hasta el uno de enero en esta localidad de 4.906 censados en 2021, arrancarían prácticamente con el primer gran desarrollo urbano de la población (antaño denominada Ahost), en la época musulmana. Pero si el rey Moro bajaba a ver danzas, es que ya las había, ¿no? Vestigios agostenses hay desde los íberos, y los romanos también asentaron aquí.
Tiempos de igualdad
Los romanos precisamente, en su expansión colonizadora por el Mediterráneo y más allá, aportaron una curiosa fiesta en honor a Saturno, dios de la cosecha y el agro, y romanización del titán griego Cronos, personificación a su vez, con hoz y guadaña, del tiempo. Las Saturnales, del diecisiete al veinticuatro de diciembre, representaban el retorno a la igualdad.
Amo y señor eran semejantes, se hablaba en libertad y sin temor a las consecuencias, ni guerras ni ejecuciones, ni más arte que el culinario. Era el tiempo de la carnalidad, como homenaje a lo cosechado. No hay que imaginar mucho para comprender que los carnavales cristianos iban a provenir justo de aquí, pero también otras muchas celebraciones tras mil y una mixturas con festejos de parecidos espíritus.
Como los carnavales, estuvieron influidos por las saturnales romanas
Locos e inocentes
Las Festes (fiestas) dels Folls o dels Bojos (de los locos), sembradas en lo recóndito del tiempo, maceradas luego con la aportación de las saturnales, y a partir de la llegada de la cultura occitana, gracias a Jaime o Jaume I de Aragón o El Conqueridor, El Conquistador (1208-1276), extendidas por Aragón, Cataluña y la hoy Comunitat Valenciana, iban a centrarse sobre todo en el veintiocho de diciembre, Día de los Santos Inocentes para la Iglesia.
Se conmemora un episodio nada festivo: supuestamente, la matanza de menores de dos años en Belén (hoy en Palestina, en pleno centro de Cisjordania, por los montes de Judea) ordenada por Herodes I el Grande (74 al cuatro antes de Cristo), quien temía que uno de aquellos bebés fuese el profetizado “rey de los judíos”. La realidad es que ninguno de los legajos conservados registra tal barbaridad, recogida en el Evangelio de Mateo (siglo primero-año 74).
La Dansa más antigua nació en 1400 en Culla
Canónicos y apócrifos
Posible añadido posterior, ya que hoy los historiadores bíblicos piensan que este primer ‘libro’ del ‘Nuevo Testamento’ se escribió entre el 70 y el 110, la historia también la recogía el evangelio apócrifo (es decir, fuera de canon canónico de la Biblia, aprobado definitivamente en el 419) de ‘La infancia de Jesús’. Lo cierto que describía muy bien el celo de Herodes por conservar el poder.
Lo doloroso fue dando paso a lo festivo, a lo jovial, a las posibles bromas infantiles. Carnaval y el veintiocho de diciembre, además de otras fechas, adoptaron las saturnales. Si bien la Iglesia las condenaba sermón en grito, calladamente digamos que las cristianizó, como las Danses dels Tapats (tapados, disfrazados) que iban a extenderse y diversificarse por territorios occitanos. Mientras que las inocentes bromas del veintiocho se extendían allende los mares, aquí nacía la especificidad.
En 1668 ya hay una posible referencia a la fiesta agostense
Las primeras danzas
El modelo más antiguo consignado se registra en la castellonense Culla, en l’Alt Maestrat, hacia el 1400. En realidad, bailes en honor al Rei Moxo (el rey Mocho o rey Pájaro, también rey de Burlas, o Rei de la Fava, del Haba). La fiesta llega en 1409 a Elche, donde adopta el nombre de Rei Moro. Incluso arribaron desde 1833 a la albaceteña Caudete (aunque continúan sintiéndose alicantinos, vinaloperos, con fiestas muy afines).
Las celebraciones se extendieron por la provincia alicantina: Benilloba, Camp de Mirra (Folls), Guardamar (Innocents), Ibi (Amantats, Enfarinats), Tibi (Carasses, Mucarasses). Y Agost: en 1668, se constata el berrinche eclesial por una fiesta que tiene todos los números para ser la de las Danses del Rei Moro. El aire ceremonial de los festejos, en todo caso, remite incluso hoy a una antigüedad cuanto menos medieval.
Con sabor medieval
‘Danseros’ (danzantes, jóvenes antaño en edad de ir a la mili) que recogen a las ‘ballaores’ (bailadoras, novias o vecinas) hasta la plaza del pueblo. ‘Tapats’ por en medio de los bailes (el uso de las caretas de ‘tallar la mel’, cortar la miel). Llamar ‘toronges’, puro valenciano arcaico, a las ‘taronges’ (naranjas).
La propia danza, la ‘taranina’, en círculo y a su vez jugando con cruces entre danzantes y vueltas (sí, recuerda a la sardana, aunque mucho menos estática), a ritmo de ‘dolçaina i tabalet’ (dulzaina y tamboril), impregna los festejos de ese sabor a Edad Media, o algo muy ancestral. ¿De cuando el rey Moro se mezclaba con sus súbditos?