Hay una línea. Para desplazarse por autobús. La 23 enlaza, desde la plaza de San Roque o la Rambla, con Alicante (arranca en la avenida Óscar Esplá, también parada con destino a Mutxamel) y pasa por el hospital de Sant Joan d’Alacant. Tiene la primera salida a las seis y veinticinco de la mañana (las siete menos diez los sábados, y las siete domingos y festivos).
La última, a las diez y media de la noche. Entre autobús y autobús, con buen tráfico, de diez minutos a poco más entre semana, un cuarto de hora los sábados y veinticinco minutos domingos y fiestas de guardar. Podrían existir más, pero se confía en los transportes particulares. Y eso con el claro toma y daca laboral entre Mutxamel y la capital. Más de quienes viven aquí y trabajan en Alicante.
La huerta alicantina
La relación entre ambas ciudades ha sido siempre mucho más estrecha de lo que parece, también desde Sant Joan d’Alacant con Mutxamel y Alicante. Al cabo, este municipio se encuentra inscrito, junto con Agost, Aigües, Busot, El Campello, La Torre de les Maçanes, Sant Joan, San Vicente del Raspeig y Xixona, en el l’Alacantí, también bautizado como campo o comarca de Alicante.
En concreto, Mutxamel se inscribe en el llano aluvial de l’Horta d’Alacant, como Sant Joan o las pedanías alicantinas de Orgegia y El Palamó (Villafranqueza). Antes, con la línea de tranvía de la huerta, la cuatro, desde el veintitrés de abril de 1902 al uno de septiembre de 1963, la que se quiere resucitar ahora, hubo otra conexión. Pero como en el autobús, para mutxamelers y alicantinos nos dejaba a Sant Joan como localidad de paso.
Esta población se inscribe en l’Horta d’Alacant
Las conurbaciones
No deja de resultar significativo, como ya se vio aquí en marzo, en el artículo de mi compañero David Rubio ‘Esperando al tranvía desde 1969’, saber que buena parte de “sus primeros pasajeros fueron mujeres cigarreras que residían por esta zona y trabajaban en la antigua fábrica de tabacos de Alicante”. De nuevo, la clave de Mutxamel como ciudad dormitorio de Alicante.
Quien elegía vivir aquí, podía disfrutar de ambiente urbano por la Rambla, pero con la posibilidad de despertarse con el canto del gallo o perder la mirada por la huerta circundante. Ahora cambia un poco la cosa, con los últimos ensanches mutxamelers. De hecho, Mutxamel, como Sant Joan, El Campello o Sant Vicent (cada vez más unida con Agost), parece sumidas en una lenta, callada e imparable conurbación con la capital.
En el primer tranvía viajaban trabajadoras de la fábrica de tabacos
Zonas de promisión
Todavía circula este chiste futurista: “Yo vivo en Alicante”. “Qué bien, con el mar al lado, irás mucho a bañarte”. “No mucho, yo es que vivo en el barrio de Xixona”. En Mutxamel, las zonas últimamente más queridas para vivir por los alicantinos que se transmutan en mutxamelers son lo más cercano al núcleo urbano de la pedanía en multipropiedad de Monnegre, sobre todo por los alrededores del aeródromo. O la urbanización-pedanía de Bonalba.
La primera, por cierto, está acompañada por uno de sus flancos por la carretera CV-819, que nos lleva hasta Xixona. Y si cogemos Bonalba, surgida entre finales del siglo pasado y principios del presente en torno a la construcción de un campo de golf, toca la CV-733, que nos transporta hasta Aigües (conectada con la CV-775) y Busot (con la CV-774). Por la opción monnegrense, polígono industrial.
Al tomate no le basta con la mano de obra local
Tiempos de EREs
También está quien vive en Alicante o su pedanía Playa de San Juan, u otras localizaciones del área metropolitana, y trabaja en Mutxamel. La correspondencia laboral, vivencial, entre Mutxamel y Alicante después de todo es biunívoca, interrelacionada, aunque menos por la parte capitalina. Hay que comer. Tener dinero para disfrutar, por ejemplo, del preciado tomate mutxameler.
Los expedientes de regulación de empleo que se sucedieron a partir de la crisis bursátil de 2008 afectaron, además de a la construcción (incluso a cuadrillas de albañiles, que no contratábamos por falta de poder adquisitivo), al agro. Y allí destapamos, nunca mejor dicho, el tomate del asunto, en concreto el mutxameler, de fina piel, carnoso, acostillado, grande y de buen sabor, como nos recuerda su publicidad, necesitado de mano de obra.
El tomate mutxameler
Además de sembrarla y recolectarla, a la fruta de aquí, vendida ya incluso internacionalmente, toca el empaquetarla y luego distribuirla. Pero hay más: la economía mutxamelera se presta a mucho, en un municipio donde se producen embutidos, helados, juguetes, muebles o comida para ejércitos. Los contratos por temporada, por ejemplo para las industrias heladeras y jugueteras, abundan, y no basta con los trabajadores locales.
De esta forma, la interdependencia se revierte. Quizá la mejor metáfora lo represente el canal del Gualeró, sembrado en el siglo catorce, que se alimentó de las aguas del mutxameler Assut Nou, también azud de Sant Joan, Busot o del Pas. Regaba los campos de l’Horta alicantina, y no desapareció. Soterrado pero aún existente, no deja de ser un cordón umbilical más entre Mutxamel y Alicante. Además del tranvía, cuando vuelva.