Fue en la segunda mitad del siglo pasado cuando, con la ya archiconocida anécdota de la colocación de un paquete de tabaco sobre un plano del incipiente y rompedor Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Benidorm, el entonces incipiente destino turístico predilecto del Mediterráneo comenzó su transformación hacia una ciudad vertical.
Desde entonces, sin llegar a los extremos que se han alcanzado en otros puntos del planeta -seguramente, no por falta de ganas, sino de petrodólares-, aquel pequeño pueblo marinero ha ido mutando hacia una urbe cosmopolita, moderna y creciente en la que la verticalidad de sus rascacielos ha ganado la partida al modelo extensivo de otros puntos no tan lejanos.
El rascacielos tumbado
Tras décadas apostando por la altura, uno de los primeros grandes hitos arquitectónicos que rompieron con esa carrera hacia el cielo fue, precisamente, el primer edificio de todos: el Ayuntamiento. Rodeado de un frondoso bosque de acero, hormigón y cristal en forma de torres residenciales y hoteleras, la casa consistorial, inaugurada en 2002, es conocida también como ‘el rascacielos tumbado’.
Esa decisión no sólo tuvo motivaciones estéticas. Cuando se inició el proceso, la actual Plaza de Sus Majestades Los Reyes era una estructura inacabada y sin uso, pero que conectaba el parque de l’Aigüera con el entramado urbano que, a su vez, lo vinculaba con la playa.
Para mantener ese uso, se hizo imprescindible edificar de tal manera que se permitiera el paso, por lo que el Ayuntamiento sigue siendo, a día de hoy, una suerte de puente bajo el que cada día pasan miles de personas que van de un lado a otro de la ciudad.
Se han utilizado 4.000 plantas de especies distintas que han cubierto noventa y ocho metros cuadrados de superficie
Espacios verdes
Desde entonces han pasado veinte años y la ciudad ha seguido creciendo. Desde hace algo menos, quizás la última década, ese crecimiento se ha hecho evidente que debía seguir unos patrones de sostenibilidad muy distintos a los usados hasta entonces, por lo que poco a poco, las zonas peatonales y los carriles bici han ido ganándole terreno al coche.
El siguiente paso estaba claro: crear zonas verdes en una ciudad ya muy colmatada. ¿Cómo hacerlo en aquellas zonas donde ya no había espacio? La respuesta, como siempre, la encontraron en el pasado, en la historia: en la verticalidad.
«Con estos proyectos busco cambiar el ambiente de polución y estrés de las ciudades por paredes verdes» I. Solano
Un pulmón experimental
Así, y de manera experimental, una de las fachadas del propio Ayuntamiento, ese que rompió moldes por su horizontalidad, se ha convertido en un jardín vertical capaz de filtrar sesenta y cinco toneladas de gases nocivos al año, y producir el oxígeno equivalente al que consumen un centenar de seres humanos en doce meses.
Para ello, se han utilizado un total de 4.000 plantas de un número casi tan inabarcable de especies distintas que en la actualidad han cubierto ya noventa y ocho metros cuadrados de superficie. Su creador, Ignacio Solano, experto en botánica y CEO de Paisajismo, explica que “con este tipo de proyectos busco cambiar el ambiente de polución y estrés de las ciudades por paredes verdes basadas en las leyes de la naturaleza y la ecología”.
Una de sus principales innovaciones radica en el sistema de anclaje de cuatro capas utilizado
Filtro natural
Según los datos aportados por Actúa, una de las empresas más importantes del sector de los servicios urbanos, y que ha colaborado con Solano en la creación de este manglar en el centro mismo de la ciudad de Benidorm, el jardín vertical puede filtrar sesenta y cinco toneladas de gases nocivos al año captando, a la vez, más de doce kilos de polvo y procesar 21,2 kilos de metales pesados en doce meses gracias a un sistema pionero y patentado por la empresa de Ignacio Solano.
Un filtro natural para cuya confección se han utilizado las mismas técnicas y tecnologías que los usados en otros proyectos de jardinería vertical, como el archiconocido edificio Santalaia de Bogotá (Colombia), que cuenta con una cobertura vegetal de más de 3.100 metros cuadrados.
Tecnología innovadora
En el caso del jardín vertical experimental de Benidorm, cuyas ventajas en caso de extenderse a otras zonas de la ciudad son casi inimaginables, la principal innovación utilizada en su creación radica en las cuatro capas de anclaje que se han usado para fijar las plantas y que, a su vez, estas puedan aguantar las cada vez más extremas condiciones climáticas que vive la capital turística de la Comunitat Valenciana y del Mediterráneo.
Así, “la primera está formada por un rastrelado metálico, sobre el que se disponen los paneles impermeables que conforman la segunda. Sobre este panelado se fija una doble capa de material textil sintético, que sirve al mismo tiempo de soporte y de sustrato hidropónico para la última capa, que corresponde a la cobertura vegetal”.