Para quienes disfrutaron en el Museo Británico revisando momia a momia, y no les duelan prendas en contemplar reliquias humanas, en la girola de la catedral de València tienen una cita ineludible. Como que en su honor, incluso antes de llegar aquí, se celebra una fiesta que llegó a formar parte de una de las rutas peregrinas más importantes de Europa.
El objeto de veneración es el mismísimo brazo izquierdo incorrupto de San Vicente Mártir, patrón del cap i casal y, desde 1951, de todo su término municipal. Constituye además el elemento principal de una procesión especial que, tras efectuarse el veintidós de enero de 2004, no volverá a darse hasta dentro de cien años. Llegó aquí la extremidad el dieciséis de octubre de 1970, desde Italia, con vistas a una residencia permanente.
Muerte en la ciudad
Anotemos antes, para quien tenga curiosidad, que el miembro derecho puede venerarse en la portuguesa catedral de Braga. ¿Pero quién fue el mártir y por qué su adoración aquí? Señalemos que, como afirma el sobrenombre, lo martirizaron y ajusticiaron, precisamente en València, según la tradición un veintidós de enero. Aunque su patronazgo se extienda hoy por la Península, cruzando incluso el océano.
Lo que se sabe hasta ahora de Vicente de Huesca, de quien desconocemos todavía su fecha de nacimiento (únicamente la de su muerte, en el 304), es que fue diácono, o sea, sacerdote al que se le concede el tercer grado de la jerarquía eclesiástica, tras episcopados (Papa, cardenal, patriarca, arzobispo y obispo) y presbíteros. Evangelizaba junto a San Valero, obispo de Zaragoza, quien falleció en el 313.
Su brazo derecho puede venerarse en la catedral de Braga
Martirio frente a destierro
Al futuro San Vicente Mártir le tocaron tiempos convulsos: la primera división del Imperio romano, con Diocleciano (244-311) y Maximiano (250-310) de corregentes desde el uno de abril del 286, y el primero, asustado ante el empuje social del cristianismo, lanzado a una cruenta persecución de quienes practicaran este credo infiltrado incluso en las clases altas y en el ejército. Como con el legionario luego conocido como San Sebastián (256-288).
Vicente de Huesca tuvo además mala suerte porque, apresados él y Valero de Zaragoza, este último, según algunas referencias afectado también de algún impedimento físico, quizá una notable tartamudez, salvó la vida, aunque acabó en el destierro. Pero en San Vicente, fogoso en el verbo, se cebaron las huestes dioclecianas. Se le puso en una cruz de San Andrés (en aspa) y luego lo sometieron a padecimientos que hoy parecerían salidos de la saga cinematográfica ‘Hellraiser’.
El martirio que sufrió fue narrado por el poeta riojano Prudencio
Los sufrimientos del diácono
Garfios de acero en la piel, huesos rotos y astillados, lo desollaron vivo para luego colocarlo en una parrilla a asar, aunque mientras tuvo aliento siguió defendiendo su fe. Moribundo, lo arrojaron a una mazmorra y, una vez fallecido, a un basurero por donde hoy la iglesia de San Vicente Mártir, antaño ermita, de la pedánea Benimàmet. El templo, levantado en 1536, fue rehabilitado en el 2005.
La descripción de barbaridades, por cierto, resulta más extensa. Es la última de las siete pasiones del poemario ‘Peristephanon’, dedicado a los mártires y escrito por el vate riojano Aurelio Clemente Prudencio (348-410). El caso es que el mártir de origen oscense acabó allí físicamente, pero su historia, especialmente tras el Edicto de Milán (313), que iba a impulsar especialmente al cristianismo, sentaba una devoción.
La Fiesta del Bautismo cobró su forma actual desde 1985
Participa Jaume I
En el cap i casal, las referencias a la fe en el santo llegan incluso a los tiempos anteriores a la llegada de Jaume I El Conqueridor (1208-1276). La actual iglesia de Cristo Rey, en las cercanías de la estación ferroviaria València-Nord, fue antaño el templo mozárabe (cristianos en territorio de Al-Ándalus) de San Vicente de la Roqueta, entonces extramuros. Allí se depositaron los restos del santo, hasta que hubieron de trasladarse para su protección.
Cuando llegó en 1238 a la ciudad Jaume I, según consta en diversas referencias, encomendó el patronazgo del futuro cap i casal a San Vicente Mártir, y así quedó hasta nuestros días, con la inclusión de diversos festejos litúrgicos y civiles en los que la Fiesta del Bautismo constituye una adición muy singular, con el Grup de Bults de Sant Esteve.
La comitiva de los ‘bults’
De San Vicente a San Vicente, el valenciano Vicente Ferrer (1350-1419), bautizado según varios cronicones un veintidós de enero (quienes defienden que nació el veinticuatro de octubre de 1349 en vez del veintitrés de enero de 1350: cosas del cambio de calendario juliano a gregoriano), fue un gran admirador de su homónimo.
No habrá de extrañar, por ello, el que la Real Asociación de la Pila Bautismal de San Vicente Ferrer organizase desde 1962 una comitiva, la citada Fiesta, que cobrará los pespuntes actuales a partir de 1985. El grupo representa en realidad a quienes participaron en el bautismo del beato valenciano, con trajes de la época. Y así la celebración nos permite una mayor inmersión en la historia encerrada allí en la girola de la catedral.