En los últimos años Altea ha ido sumando nuevas playas a su costa. Se inició de la mano de la primera fase del proyecto de transformación del Frente Litoral; fue el turno de la playa de l’Espigó, que se extiende desde donde antes se ubicaba el insalubre ‘charco’ en dirección hacia la desembocadura de l’Algar.
Ahora, mucho más recientemente, los vecinos de la Villa Blanca han visto aparecer, literalmente bajo sus pies, la playa de El Bol, que da continuidad a la de l’Espigó en dirección opuesta, es decir, hacia el Club Náutico. Una playa que, apenas meses después de ser creada, ya se ha quedado pequeña y está siendo ensanchada.
Temporales más agresivos
La creación de los dos nuevos arenales (que no son de arena, sino de canto rodado, como el resto de los que existen en el municipio) respondió, de inicio, no sólo a una cuestión estética y de uso turístico, que también; sino, sobre todo, a que según todos los expertos este tipo de formaciones son las que más y mejor pueden proteger la primera línea de costa de los furiosos ataques de los temporales del Mediterráneo.
Unos temporales que, como se ha podido comprobar en muchos puntos del litoral valenciano, están siendo cada vez más devastadores. Al aumento de ese poder destructivo contribuyen muchos factores, aunque dos destacan por encima del resto: el urbanismo depredador y el cambio climático.
La actuación permitirá que haya una anchura mínima de 30 metros en toda la extensión de la nueva playa
Ganar metros a la tierra
Para lo de la emergencia climática no hay remedio. O, al menos, no al alcance de una administración local, que debe confiar, como lo hacemos todos los ciudadanos, en que la comunidad internacional se tome en serio este peligro existencial de una vez por todas. Para lo del urbanismo, en cambio, sí.
Altea ha optado por este modelo de Frente Litoral y ahora, una vez culminada la obra y habida cuenta de que el Mediterráneo se enfada cada vez más frecuentemente y con mayor virulencia, se ha decidido que la playa de El Bol tenga una anchura mínima de 30 metros en todos sus puntos.
El material con el que se rellenará el arenal provendrá de varias parcelas de la zona de la desembocadura del río Algar
Lista para el verano
Con esta medida, como es evidente, lo que se consigue es incrementar el espacio existente entre las primeras construcciones (incluido el propio paseo) y viviendas y la orilla del mar, dándole así una mayor protección costera al tramo de la playa y también, por extensión, a la de La Roda.
Esta actuación, que se inició el pasado mes de abril, se realizará con medios propios del ayuntamiento de Altea, que destinará a estos trabajos un importe de algo más de 1,1 millones de euros con la intención de que todo esté listo para la próxima temporada alta de verano, por lo que se ha impuesto un plazo de ejecución de tres meses.
Con esta medida se pretende mejorar la protección que la playa de El Bol ofrecerá a la costa alteana durante los temporales
Piedra del Algar
Aunque pueda parecer paradójico, uno de los grandes problemas a la hora de plantear esta solución no era otro que el de decidir de dónde sacar toda esa cantidad de grava y canto rodado necesario para ampliar de forma efectiva la nueva playa alteana.
En una ciudad en la que toda su costa está formada por este tipo de piedra, también era importante no extraerla de lugares que pudieran producir un desequilibrio en las corrientes costeras, por lo que finalmente, y tras la realización de varios estudios, se ha optado por extraer la piedra de una serie de parcelas ubicadas en la zona de policía del Río Algar, previo procedimiento público de ocupación temporal por mutuo acuerdo con los propietarios.
Siguiendo los pasos de l’Espigó
Esta no es la primera vez que Altea debe ensanchar sus playas. De hecho, en el año 2016 ya tuvo que realizar esta misma operación poco después de haber creado la penúltima playa que conforma hoy en día el catálogo de arenales del municipio: la de l’Espigó, cuyo nombre, en otra coincidencia del destino, también se eligió por votación popular, como sucedió este año con El Bol.
Tal y como ha sucedido siete años después, fue al poco de su creación cuando se hizo evidente, a raíz de un fuerte temporal que sacudió la costa alteana, que el nivel de protección conseguido con esa playa era insuficiente, por lo que se decidió actuar sobre ella y ganar metros de anchura en la misma.