Dicen que no existe nadie más francés que el cómico Louis de Funès (1914-1983), registrada su fe de vida en Courbevoie, municipio de la región Isla de Francia, por donde el barrio de La Défense. Pero Louis Germain David de Funès de Galarza y Soto no solo era hijo de abogado sevillano e hija de notario coruñés, sino que incluso diversas fuentes localizan su nacimiento en tierras españolas.
Bien, pues algo parecido podemos anotarle al alicantino Paco Hernández (1892-1974), nacido en Alicante capital y fallecido en la misma ciudad, en la calle General Aldave, cerca del Auditorio de la Diputación (el Adda). Pero puede decirse que fue mutxameler a modo, digamos, residencial (aunque ya comprobaremos su ánima viajera). De ahí que incluso se le dedicase una calle en la población, por donde el convento de San Francisco.
En el Casco Antiguo
Si revisamos las biografías de grandes intérpretes teatrales de la hoy Comunitat Valenciana, veremos que anotaban con orgullo el pertenecer o haber formado parte del elenco de la compañía de Paco Hernández. Esta, aunque tocó prácticamente todos los palos, incluido el drama sacro, se dedicó sobre todo al sainete. Y en una variante específica: el sainete valenciano.
Pero sepamos un poco más de este actor y autor (y hasta constructor foguerer, de una docena de monumentos antes de la guerra) que encumbró, aseguran las crónicas, la dramaturgia en valenciano. Nacido un 9 de febrero en Alicante ciudad, en pleno casco antiguo, la Vilavella o Villavieja, pronto recibió el picotazo del gusanillo de las tablas, lo que iba a conseguir que Hernández saliera por vez primera de nuestras fronteras, no solo las provinciales.
Con diez años, ya triunfaba sobre los escenarios
Estrella infantil
No llegaba a los diez años y ya se había convertido en la estrella infantil de la alicantina sociedad Echegaray. La compañía se creaba en honor a José Echegaray (1832-1916), dramaturgo neorromántico de gran calado popular (aunque no crítico), político (cuando se buscaba a personalidades para ejercer tal oficio), eminente matemático y físico, y premio Nobel de Literatura (1904), aparte de abonado a los escenarios alicantinos.
Se había fundado en 1884 sobre las cenizas, literalmente (un incendio destruyó su atrezo), de la Ruiz Alarcón, que se iniciaba en 1881 en honor al autor de origen mexicano Juan Ruiz de Alarcón (1572-1639). La Echegaray, que fue diluyéndose en los comienzos del siglo XX, con bastantes intermedios, le dio la fama y cuerda a Hernández, y, con ella y sus gorgoritos como tenor, marchó con su familia a triunfar en escenarios argentinos.
Llegó a construir una docena de hogueras antes de la Guerra
Actividades mutxameleres
De retorno a tierras alicantinas, tras representar en su carrera al otro largo del charco, junto a actores como la cómica valenciana Consuelo Mayendía (1888-1959), el madrileño Emilio Carreras (1858-1916) o el malagueño Pepe Moncayo (1863-1941), se establece en Mutxamel, primero en la calle Francisco Sala Marco. Inquieto y polifacético, siempre interesado en lo artístico y creativo, compagina la ebanistería con las labores de director artístico y primer actor en el Grup de Teatre d’Aficionats Mutxamelers (1916-1921).
Ejercerá también de decorador y embajador cristiano en los Moros y Cristianos. Esta imbricación con Mutxamel no la abandonará ni siquiera cuando retorna a la ciudad de Alicante, años después de casarse (1924) con María Marco Torregrosa (de biografía hoy disuelta en la historia), que trabajaba en Tabacalera (donde el actual centro cultural Las Cigarreras).
Su hija y su yerno resucitaron la compañía en 1984
La oferta cómica
Nos encontramos en un momento de eclosión del teatro cómico en cualquiera de sus formatos (zarzuelas, vodeviles, sainetes), gracias a autores como Gregorio Martínez Sierra (1881-1947, madrileño); Pedro Muñoz Seca (1879-1936, gaditano de Puerto de Santa María); o los hermanos Serafín (1871-1938) y Joaquín Álvarez Quintero (1873-1944), sevillanos de Utrera. O el alicantino Carlos Arniches (1866-1943), creador o recreador del típico lenguaje castizo.
En cierta manera, Arniches reordena el teatro cómico desde los sainetes, iniciados en el siglo XVIII y herederos de los entremeses, que en la hoy Comunitat Valenciana contarán con una derivación propia sembrada por autores como Eduardo Escalante (1834-1895) o Josep Bernat i Baldoví (1809-1864). Campo abonado para Paco Hernández, hijo de cartagineses pero profundamente imbricado en la provincia. La Comunitat Valenciana se convertirá en su coliseo.
La pervivencia
Irá rápido: en 1928 ya ha creado su propia compañía, que sobrevivirá a la Guerra Civil y aguantará el envite castellanista bajo el paraguas del tipismo. Tras un largo paréntesis con obras dramáticas, en los finalmente desarrollistas años cincuenta, presenta piezas habladas en ‘alicantino’, ‘alicantí’ o ‘alacantí’. Retorna el sainete en valenciano, al que aporta como autor títulos como ‘Sempre fogueres o Alacant és la glòria’ (1961), además de la revista musical ‘Benacantil’ (1950).
El legado prosiguió: en 1984 su hija Maruja (nacida en 1925, en el mutxameler barrio del Ravalet), y su yerno, el monovero Evaristo García (1924-1999), fundaban el Grup de Teatre Valencià Paco Hernández, que resucitó la llorada compañía llevando su repertorio, por su cuenta o con la participación de la Generalitat o la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo, hasta el último rincón de estas tierras.