Dicen del almeriense Antonio de Torres (1817-1892), famoso lutier, laudero o violero (o sea, quien afina, construye, repara o restaura instrumentos de cuerda frotada o pulsada) que a las guitarras españolas que salían de su ‘atelier’ o taller, más que fabricarlas, les insuflaba vida. Ajustó tanto los sonidos que acabó por inventar las guitarras clásica y flamenca. Las creaba personalizadas, y no dejaba que nadie más las tocase.
Bueno, salvo que su admiración a un colega le llevase a confiarle trabajo. De Torres descubrió que uno de sus clientes, el alicantino Francisco Mingot Valls (1835-1898), quien fuera muy polémico alcalde de la ciudad en 1866, 1869 y 1877, había encargado la afinación a otro ‘lutier’, el santapolero Ramón Gorgé Molina (1827-1898). Al almeriense debió de gustarle el trabajo, porque incluso le dio más encargos.
Una familia lírica
Que ello, lo de su trabajo de ‘lutier’, en el que llegó incluso a inventar instrumentos y a aplicar curiosos materiales para reproducir los ya existentes, no nos ciegue a otras virtudes de Gorgé. Ni las anécdotas, unas en el terreno legendario, otras reales y otras más, como su relación con Antonio de Torres, quien sabe si totalmente verídicas o a caballo de lo uno o de lo otro, nos oculten otras bondades.
A tenor de las crónicas, el santapolero fue también un gran músico, y esa pasión por la melodía se la transmitió a sus hijos, como el director de orquesta y violinista Pablo Gorgé (1850-1913), o a sus nietos, como la cantante lírica Milagros Gorgé (1878-1959). Pero de los descendientes de Gorgé ya se habló en estas páginas (noviembre de 2019), en el artículo ‘Santa Pola fue cuna de una de las mayores familias musicales españolas’. Centrémonos en el santapolero.
Aseguran que el también lutier Antonio de Torres le hizo encargos
Con alma italiana
Era hijo de pescador, de Tabarca, allá en el horizonte marino. Hoy se anota que su padre era Pablo Gorgé Bolerell, nacido en 1784 en Padua, en plena región italiana del Véneto. Fallecía en 1831. De su madre, prejuicios de los registros o directamente del tiempo, no conservamos fes de bautismo o defunción, pero atendía por Josefa Soler y remendaba redes.
Esta estampa familiar marinera era muy habitual en todo el litoral levantino. Ahora, ¿italiano? La isla de Tabarca se llamará así, o isla de Nueva Tabarca, a partir del siglo XVIII, cuando se construyen las primeras viviendas del poblado actual. La repoblación (si en verdad estuvo anteriormente poblada) consistió en una colonia de italianos, principalmente genoveses, rescatados de un penal tunecino construido sobre la península de Tabarka.
Su padre, pescador tabarquino, había nacido en Italia
Madurando en la capital
De aquellos lances quedaron apellidos por estas tierras como Berrutti, Chacopino, Lasaletta, Manzanaro, Pitaluca, Ruso. Es una explicación, aunque lo de que viniera de Padua, en vez de Génova, en la región de Liguria, da que pensar. El caso es que la familia, que quién sabe, por lo del tópico de “italiano y musical”, si le insufló al joven el amor por el cuarto arte, el musical, acabó por emigrar al Alicante capitalino, en búsqueda de mejores perspectivas económicas.
El chaval fue creciendo y desarrollando su vocación por dos vertientes, la de músico y la de artesano de instrumentos. Dada su fama como lutier, entraba a trabajar con tal oficio en el Teatro Principal de Alicante, que alzaba el telón en 1847, tras haber comenzado su construcción un año antes. Tocaba el piano y el contrabajo, instrumentos ambos de cuerda, con instrumentos fabricados por él mismo.
Tocaba también un piano y un contrabajo de fabricación propia
Sonidos peculiares
Era ducho en el trabajo de la madera, en el fondo todo un maestro de su quehacer, pero cuando no había listón no le hacía ascos a ningún material remotamente semejante. Para la historia han quedado aquellas guitarras fabricadas con cortezas de calabaza, posiblemente de las típicas de por aquí, las ‘butternut’ o de invierno, con su forma de pera, que podrían recordar a una guitarra; o las alargadas de cabello de ángel.
En todo caso, aquel material autóctono dicen que le proporcionaba a sus guitarras un sonido peculiar que al menos quedó registrado (o más bien la impresión que dejaba en el oyente) en los relatos contemporáneos. En fin, su labor recibió también numerosos premios, como, en 1879, en la Exposición Provincial de Bellas Artes de Alicante.
La semilla artística
Su pasión por los instrumentos fue quizá la semilla musical que germinó en su descendencia. Algunos llegaron a componer o interpretar, pero con instrumentos clásicos de fabricación propia o invenciones (algunos figuran en museos de la provincia), en muchas ocasiones de curiosos sonidos por los materiales empleados, lo que recuerda hoy no poco al grupo cómico musical argentino Les Luthiers.
Pero si la magia iba a continuar en sus herederos, a él, al santapolero de origen Ramón Gorgé Molina, se le acababa un 12 de julio en la céntrica calle Castaños alicantina, donde residía desde hacía tiempo, a un paso del Principal. Se lo llevó, según registro, una bronquitis capilar. Una bronquitis aguda, pero dicho más original. Genio y figura. E inventiva.