Pocas personas nacidas en la provincia de Alicante las ha habido más brillantes y polifacéticas que Jorge Juan. Entre sus oficios, a lo largo de sus apasionantes 60 años de vida, se cuentan el de marinero, ingeniero naval, científico de primer nivel internacional, militar diplomático, profesor, astrónomo, espía secreto…
Precisamente en este junio se cumplieron los 250 años de su fallecimiento. Es de obligación moral para nuestro periódico recordar su gran legado, mientras seguimos esperando que algún productor cinematográfico tenga a bien dedicarle la película que bien merecería este tan gigantesco personaje.
Nació en una finca ubicada entre Novelda y Monforte, pero se crió en Alicante
Huérfano desde niño
El gentilicio –que no el lugar de nacimiento- de Jorge Juan Santacilla todavía es motivo de controversia hoy en día. El 5 de enero de 1713 nació en su finca familiar El Hondón, ubicada al este de Novelda. Él siempre se presentó como noveldense, y así se refleja incluso en varios documentos con su firma. Sin embargo, hoy en día esos terrenos pertenecen estrictamente al término municipal de Monforte del Cid. Así que podríamos decir que en vida fue noveldense, aunque hoy sería monfortino.
Los Juan Santacilla eran una familia bastante poderosa de la época que tenían su residencia habitual en la Puerta del Mar de Alicante. Su padre Bernardo fue un importante militar y hombre de negocios. No obstante, falleció cuando Jorge apenas tenía tres años de edad.
Desde entonces, su tío paterno Antonio Juan se hizo cargo de su custodia. Como este era sacerdote jesuita, optó por matricularle en el colegio que la Compañía de Jesús regentaba en Alicante.
Combatiendo en los mares
Pronto el niño Jorge se destacó como un gran estudiante y su familia le inscribió en un afamado internado de Zaragoza para que siguiera ampliando sus estudios. Poco después su tío Cipriano Juan pasó a ser su tutor, y al estar éste vinculado a la Orden de Malta le llevó a vivir a esta pequeña isla del sur mediterráneo. Aquí es donde el joven alicantino se decidió por dedicar su vida profesional al mar.
A los 16 años regresó a España para ingresar en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz. En esta época estudiantil ya empezó a participar en algunas expediciones marítimas de la Armada España, como la Conquista de Orán producida en 1732 o varias misiones destinadas a combatir la piratería del Mediterráneo.
Logró negociar un importante tratado político-militar con el sultán de Marruecos
Con grandes científicos internacionales
Al terminar sus estudios le llegaría la gran oportunidad de su vida. Aquella que, entre todas sus proezas, probablemente más ha dejado su nombre escrito en la eternidad.
La Real Academia de las Ciencias de París organizó una expedición científica internacional destinada a medir la longitud del Meridiano de la Tierra. Bajo la dirección del astrónomo francés Louis Godin, se reunieron algunos de los mejores científicos del mundo como Charles Marie de La Condomine, Pierre Bouguer o Antonio de Ulloa.
Un auténtico ‘dream team’ en el que también se coló un joven alicantino de 21 años llamado Jorge Juan, avalado por su ya importante experiencia marítima, así como por sus excelentes notas en materias como la geometría o la trigonometría.
Participó en la expedición científica que por primera vez consiguió medir la curvatura terrestre
Midiendo la curvatura terrestre
La distinguida expedición consideró que Los Andes era el lugar del mundo donde mejor podían realizar esta investigación, dada su tan accidentada geografía. Así pues se trasladaron a Sudamérica e iniciaron sus labores en Quito. Desde 1735 montaron una serie de triangulaciones tanto en llanos como en cumbres andinas de 5.000 metros de altura en Ecuador y Perú para acometer las pertinentes mediciones.
Su misión se retrasó mucho. Tanto por las deficientes comunicaciones y medios tecnológicos de la época, como sobre todo porque el Virrey de Lima les obligó constantemente a interrumpir su labor científica. En aquella época el Imperio Español mantenía una especie de guerra fría permanente con el Imperio Británico, por lo que nuestras colonias de Ultramar estaban continuamente sometidas a ataques navales de la flota inglesa. Por ello, el virrey aprovechó que esta gran constelación de científicos andaba por sus tierras para forzarles a que diseñaran mejores defensas marítimas en las diferentes ciudades costeras.
El caso es que la investigación duró once largos años, pero acabó siendo de lo más fructífera. Jorge Juan y sus colegas probaron científicamente que nuestro planeta no es una esfera perfecta e incluso lograron medir su grado de achatamiento. Probablemente fuera el gran descubrimiento científico del siglo XVIII a nivel mundial.
Midiendo el meridiano de Tordesillas
Tras esta exitosa experiencia, Jorge Juan permaneció un tiempo más en Sudamérica, dado que le fue encargado otro importante trabajo. Desde el Tratado de Tordesillas firmado en 1494, España y Portugal se habían dividido la posesión de este continente, pero aun dos siglos y medio después todavía se venía discutiendo por donde pasaba exactamente la línea divisoria entre ambas fronteras.
El alicantino y su colega, el geógrafo Antonio de Ulloa, realizaron una ardua investigación para determinar el lugar exacto de este meridiano y así lograron zanjar por fin definitivamente esta cuestión política.
Se convirtió en el principal ingeniero-constructor de la Real Armada Española
Espiando a los británicos
De regreso a España, nuestro protagonista ingresó de nuevo en la Armada y fue ascendido a capitán de navío. Aquí comenzaría la época de espía de Jorge Juan. El gobierno español le encargó la misión de que se infiltrara en la marina británica, adoptando la falsa identidad de ‘Mr. Josues’.
Durante aquel intenso año y medio que anduvo infiltrado envió diversos informes a la Corona Española describiendo las últimas técnicas navales que estaban siendo utilizadas por los británicos e incluso alertando sobre sus planes de futuros ataques contra las colonias americanas. No contento con ello, Jorge Juan hasta consiguió ‘robarles’ a algunos de los mejores ingenieros y astilleros del Támesis, ofreciéndoles más dinero por mudarse a España para trabajar en nuestra armada.
Para lograr todo esto, el alicantino llegó incluso a ganarse la confianza de los altos mandos ingleses y compartió mesa con el primer ministro Henry Pelham. Cuando por fin descubrieron su identidad, ya fue demasiado tarde. Nuestro particular ‘James Bond español’ había logrado escaparse antes de ser detenido y cruzar el Canal de la Mancha de incógnito.
Construyendo navíos de la Armada
Ya en tierras españolas, Jorge Juan fue destinado a El Ferrol como ingeniero jefe para trabajar en la modernización de la Armada Española incorporando todos los conocimientos que había aprendido clandestinamente durante su estancia en Inglaterra. Llegó a convertirse en la principal figura del ejército español a cargo de la construcción naval.
Sus barcos construidos alcanzaron tal fama que el gobierno británico quiso pagarle con la misma moneda, y algunos espías ingleses trataron de infiltrarse en su equipo de trabajo.
En 1752 fue nombrado director de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, la misma institución donde se había formado de joven. Jorge Juan trató de modernizar esta escuela contratando a nuevos profesores que enseñaban técnicas sobre ingeniería naval y cartografía más innovadoras de las que habitualmente se impartían en España. También fundó un Observatorio Astronómico y una Asamblea Literaria, con la idea de que estos organismos fueran los gérmenes de una futura Academia de Ciencias.
Se infiltró como espía en la armada británica e incluso compartió mesa con el primer ministro del Reino Unido
Mirando a las estrellas
Sin embargo la política frenó momentáneamente la meteórica carrera de Jorge Juan. Esto se debió a que en 1754 Zenón de Somodevilla (el influyente Marqués de la Ensenada) perdió su cargo de Secretario de Hacienda debido a las intrigas de poder realizadas por otros nobles en torno al rey Fernando VI.
El citado marqués había sido el gran valedor del alicantino, y su caída en desgracia le arrastró también inevitablemente a él. De poco sirvieron su enorme currículum y su larga lista de servicios prestados a la Corona Española. Algunos de los proyectos que dirigía en Cádiz y Ferrol quedaron, pues, parados a la mitad.
Hasta que hubo un cambio en el trono español, Jorge Juan no salió del ostracismo. En 1759 el nuevo monarca Carlos III aceptó la propuesta del científico alicantino sobre crear un Real Observatorio Astronómico en el parque Retiro de Madrid.
Jorge Juan ejerció como primer director de la nueva institución, cuya principal objeto era estudiar las aplicaciones de la astronomía desde el punto de vista de la navegación marítima, en una época en la que los barcos no tenían ayuda de radares, GPS o satélites espaciales para orientarse. Todavía en la actualidad existe este organismo, hoy más dedicado al estudio científico de los sistemas solares y galaxias del espacio exterior.
Negociando con los marroquís
Restablecidos su estatus y reputación que nunca debió perder, el ilustre alicantino recuperó un importante puesto en la Armada Real, siendo nombrado jefe de escuadra. En 1767 la Corona incluso decide encomendarle una nueva importante misión internacional, esta vez mezclando el espionaje con la diplomacia.
Jorge Juan fue nombrado embajador de Marruecos con el objetivo de firmar un tratado político-militar con dicho país, cuyas negociaciones estaban estancadas. Durante los siguientes meses, Jorge Juan consiguió convencer al sultán marroquí Mohammed III para que aceptara una buena parte de los postulados españoles y finalmente hubo acuerdo.
Como decíamos antes, esta aparente misión diplomática en realidad tuvo una doble vertiente. Al igual que en los viejos tiempos, el alicantino aprovechó su estancia para espiar el estado de la marina marroquí y enviar varios informes secretos al rey Carlos III.
Fundó el primer observatorio astronómico de España
Escribiendo hasta el final
Durante los últimos años de su vida el experimentado científico alicantino aceptó un cargo bastante lucrativo como director del Real Semanario de Nobles, una institución docente que actualmente es un instituto de secundaria madrileño llamado San Isidro.
También escribió algunos libros sobre astronomía, ingeniería o memorias biográficas relatando algunos de los muchos episodios trepidantes vividos a lo largo de su vida. Quizás su obra más destacada fuera su ‘Examen Marítimo’ de 1771, la cual se convirtió en piedra angular de la teoría de construcción naval de su tiempo al ser la primera que se apoyó en cálculos matemáticos.
Un ataque epiléptico sufrido a la edad de 60 años propició su fallecimiento en Madrid. Fue el 21 de junio de 1773. Ahora se acaba de cumplir el 250 aniversario.
El legado de Jorge Juan
Solo habían pasado 26 años de la muerte de Jorge Juan Santacilla, cuando Francia decidió adoptar el sistema métrico como medida oficial para determinar las distancias. Luego muchos otros países (entre ellos España) se fueron sumando a dicha unidad de medición, siendo hoy la más universalmente utilizada en el mundo.
Precisamente la Academia Francesa de las Ciencias estableció la longitud del metro tomando como referencia la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre. Es decir, basándose en las mediciones realizadas por aquella inolvidable expedición científica internacional en la que había participado un ilustre alicantino que hoy recordamos.