En una de las entregas de la ‘Antología del disparate’, recopiladas por Luis Díez Jiménez (1920-2007), catedrático de instituto, un alumno contestaba más o menos así a la pregunta sobre la música barroca: “Querrá usted decir ‘marroca’, profesora, que es la música que hacen los moros”. No: abundó en realidad en composiciones sacras, católicas, y la Catedral de València contó, como organista, con uno de sus más grandes músicos.
Instrumentista y compositor, de Juan de Cabanilles (Juan Bautista José Cabanilles Barberá, 1644-1712) se han recuperado hasta ahora un buen número de composiciones para órgano: más de un centenar de tientos (fantasías instrumentales típicas del siglo XVI que, además de demostrar el virtuosismo de autor y ejecutante, servían para enseñar), medio centenar de obras varias y unos cuantos interludios (para ejecutar entre otras dos composiciones). Aparte, una decena de piezas vocales.
La semilla del pop
La barroca supuso toda una revolución en la música. Acotada oficialmente entre el nacimiento del género operístico (en el XVI) hasta el fallecimiento de Johann Sebastian Bach (1685-1750), produjo composiciones tonales (simplificando mucho, basada en el uso de acordes y escalas relacionadas entre sí, al contrario que la atonal) y basadas en el bajo continuo.
Este cifrado armónico (b.c.) implica la interpretación simultánea de unos acordes y un bajo, punteando y reforzando la escala superior. Generó, aparte de la ópera, una serie de nuevos géneros y estilos. Así, cantatas, conciertos o suites orquestales nacen en esta época. De hecho, no solo la música orquestal bebe de sus pentagramas: también el jazz o el pop en general. De John Williams a Rosalía, para entendernos.
El jazz o el pop beben de los pentagramas de la época
Pocos datos de su vida
Aquí es donde Juan de Cabanilles iba a legar a la posteridad, además del recuerdo historiarizado de sus virtuosas interpretaciones, su maestría como compositor, la belleza de sus piezas musicales, aunque en aquella época, y más él, como religioso, no se gozaba del culto multitudinario de los sucesores (especialmente a partir del siglo XX). Señalan las crónicas que se trató de alguien muy humilde.
Rebuscar hoy entre los legajos que nos hablan de su existencia vital, física, resulta un tanto exasperante. Poco dejó sobre ello a la posteridad, y lo que trascendió a veces se enreda en mil versiones, todas dadas como la auténtica. Bueno, se sabe que nació y fue bautizado en Algemesí (el 6 de septiembre en la Ribera Alta) y no en Manises (l’Horta Sud o l’Horta-Albufera). Ahora, ¿cómo llegó al ‘cap i casal’?
Se especula con que fue miembro de la escolanía de Montserrat
Primeros estudios
Las biografías destacan su labor más famosa, como organista de la Catedral de València. Lo fue desde 1666 hasta 1702, y no a partir de 1665, cuando en realidad entra de organista segundo, sustituyendo al prestigioso y accidentado Jerónimo de la Torre (1607-1672), oriundo de la aragonesa Calamocha. Para justificar la secuencia, hablan de estudios de Cabanilles en la propia catedral, aunque no existe, al menos hasta hoy, registro de tal cosa.
Sí se conoce que Cabanilles recibió conocimientos en la escuela de la parroquia manisera de San Juan Bautista, pero los primeros acordes le llegaban en la natal Algemesí. El padre del futuro autor e instrumentista, el mallorquín (de Pollensa) Bertomeu Cabanilles, había montado una tienda en 1646 en Manises, pero la creación en Algemesí del puesto de maestro de Capilla obligaba a dar lecciones musicales a los convecinos.
Poseía algunas tierras en su Algemesí natal
Especulaciones docentes
¿El joven responsable? El organista Onofre ‘Nofre’ Guinovart (1638-1718), con el tiempo también un gran compositor e incluso registrado como examinador ocasional en el Reial Col·legi Seminari de Corpus Christi o del Patriarca (1684) y de la Catedral (1713). Y así, desde la algemesinense basílica menor de Sant Jaume, Juan de Cabanilles comenzaba sus estudios musicales. Y ahora nos toca especular: ¿dónde se formó realmente ya ‘en serio’?
Según el compositor y musicólogo barcelonés Baltasar Saldoni (1807-1889), en su ‘Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles’ (1868-1881), Cabanilles (Cabanillas en la obra) fue miembro de la escolanía del monasterio Montserrat e incluso organista de la Seu d’Urgell. Bueno, tampoco existen hoy pruebas concluyentes al respecto.
Un legado borroso
Sea como fuere, el empleo como organista de la Seu, la valenciana, se convertía en la consolidación como músico de Juan de Cabanilles, quien también ejerció ya plenamente como religioso: el 17 de junio de 1665 recibía la primera tonsura, recordemos que en el año en que entra como segundo organista. Y el 20 de marzo de 1666 se le concedía el puesto de subdiácono de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar y San Lorenzo.
Lo nombraban diácono el 17 de diciembre de 1667. No hubo escándalo alguno en su vida, se le trató por ello siempre con respeto, no presumía de nada y, como anécdota, se sabe que, según el catastro de Algemesí de 1673, poseía “24 1/4 hanegadas de tierra de regadío”. Vitalmente, y cabe suponer que a él le habría encantado, hubiera sido un breve apunte en alguna crónica, si no fuera porque escribió algunas de las más hermosas páginas de la música barroca.